Aunque parezca arrogante, como joven que comienza la vida; nadie va a prohibirme a manifestar lo que siento por mi país, por la tierra que me vio nacer, suelo donde están sembrados mis padres. No obstante, soy respetuoso del que piense contrario a este decrépito. Considero que la vida no es cuestión de situaciones, sino de interpretaciones, y en esa misma medida, cada quien tiene su lente para ver las cosas; cada cual emite su juicio de valor, según sus intereses. El hecho de que usted piense diferente a mí, eso no concluye que usted es mi enemigo, que su opinión no es subestimada. En esta complejidad del pensamiento puede que yo esté equivocado; y usted tenga la razón, sin embargo, puede suceder lo contrario. De todas formas, opino que, en las argumentaciones que van y vienen, tiene que existir un punto de equilibrio, conciencia y ecuanimidad. Todos somos venezolanos, nacidos de un mismo útero territorial; y llevamos un cordón umbilical impermutable.
Para este bípedo racional, Venezuela no es solamente un pedazo de tierra del continente latinoamericano; no es un sentimiento platónico de momento; no es creerse el dueño de la verdad, el amo de la razón. Cuántas veces, usted habrá escuchado expresiones escatológicas, de sus propios compatriotas hacia Venezuela, que lo que hace pensar es que no existe un gota de amor hacia su país. Desde mi modesta consideración, el problema no es Venezuela, el problema somos cada uno de sus habitantes. Cada cual pone su granito de arena para su derrumbe o su engrandecimiento. Cómo observo cada día de mi existencia, a pesar de las adversidades, personas con ese ánimo, voluntad, solidaridad, iniciativa para hacer las cosas que lo estimulan, muchas veces, con propia convicción. Gente que no se desanima, que ponen todo su empeño para ver los logros que se fijaron en el ámbito de sus responsabilidades. Ser venezolano, nos da presencia en el mundo.
En este orden de ideas, a mi manera de ver las cosas, el sentimiento individualista no puede estar por encima de la sensibilidad colectiva. Sensibilidad que se ve expresada en nuestras costumbres, idiosincrasia, hábitos y normas que nos han regido en el tiempo; con sus debilidades y fortalezas, pero el venezolano siempre está ahí. Considero importante que debemos conocer nuestras raíces históricas- sin aires de romanticismo-, sin embargo, es resaltante mantener el vigor, la permanencia de los valores que nos nutren, que nos fortifican como ciudadanos venezolanos, que somos del tamaño del compromiso que per se asumamos. Y a la vez darle ese empuje de sentido nacional como los símbolos que nos representan, dentro y fuera de los hitos del país. Somos una comunidad de hombres y mujeres que poseemos un territorio, economía, idioma, y nuestros rasgos psicológicos comunes, que nos sirven de pilares para engrandecer nuestra amada Venezuela.
Desde que tengo uso de razón, los problemas siempre han existido, como en cualquier nación del mundo. A mi modo de ver, las crisis siempre se han hecho notorias como elementos sustantivos, y en especial, con una gran diversificación de coyunturas a la vez. Ni que el pecho fuera de hierro; y el lomo de algarrobo para no darse cuenta de la realidad; decir lo contrario, sería disimular las cosas negativas que nos sucumben, sería ser complaciente. El examen acucioso de todos estos infortunios, conexos entre sí, mantienen en una actitud inquietante a la mayoría de la población. Población que a su vez, deberá ir creando o formándose un estado de conciencia para poder hacer frente, a todos estos desequilibrios de la vida nacional. Estimo para ello, que los valores históricos que nos arropan, deberán ser los impulsadores, la mecha que enciende el progreso de nuestra ciudadanía, y no ser impedimentos que multipliquen la discordia social.
Ya bajando la santa maría, cada quien en su espacio o en su área de competencia, debe sentirse comprometido con lo que hace, en pro del engrandecimiento de nuestra patria; implorando lo positivo, descartando los elementos negativos que muchas veces formulan planteamientos desesperanzadores. Soy del pensar que en cada venezolano, en cada venezolana debe existir ese palpitar de rescatar el pasado en las tradiciones, haciéndonos fortalecer nuestro quehacer social y cultural. Que las nuevas generaciones, aunque parezca una ficción, con esas ansias de progresar, impulsar el conocimiento a través del estudio y del trabajo, aporten sin tregua todo su entusiasmo para que disfruten del porvenir que mi generación no verá. El tiempo ulterior le corresponde a la juventud, quien tiene una gran responsabilidad ante su país, y ante la sociedad. ¡Con mucho orgullo! digo: Venezuela se conjuga en verbo presente, pasado y futuro.
Escribe, que alguien lee. El que lee, algo le queda ¡Muchas gracias!