2020

Martes, 29/12/2020 11:52 AM

Pasado el natalicio del niño Jesús, en Belén, enrumbados hacia el final del año 2020, sólo queda hacer un balance de un año marcado –en lo internacional- por la aparición de un virus que modificó la vivencia de toda la humanidad y, en lo nacional, se conjugó con la acentuación y recrudecimiento de la guerra que, el imperialismo de EEUU y Europa, sus colonias al sur de la América (léase: Colombia, Perú, Ecuador, Brasil, Paraguay y Chile), declararon en contra de la República Bolivariana de Venezuela. Una guerra de nuevo tipo y multiforme, que concentró sus artillerías en lo mediático, psicológico, económico (sanciones y bloqueo financiero-comercial), hasta avanzar a un intento de invasión marítima organizado por el jefe del Cártel del Palacio de Nariño, Iván Duque, en conjunción con uno de los principales contratistas de seguridad del equipo Trump y demás cárteles del narcotráfico de drogas de las costa atlántica colombiana y mercenarios venezolanos, que fue repelido con éxito por las fuerzas patrióticas bolivarianas.

La unidad de las fuerzas progresistas de la nación venezolana, imposibilitó toda tentativa de éxito de las fuerzas retrógradas de la humanidad, encabezadas por Donald Trump, los partidos Republicano y Demócrata en EEUU, el PSOE y Podemos en Europa, la derecha suramericana… y en Venezuela, los partidos políticos Voluntad Popular, Primero Justicia, AD, Un Nuevo Tiempo, personalizados en Juan Guaidó, Julio Borges, Henry Ramos Allup y Omar Barboza; una fuerza retrógrada, caracterizada por su obsesivo odio y brutal criminalidad, a la que la vida del pueblo venezolano poco o nada le importaba cercenar, al propio estilo de Herodes el asesino de niños y niñas, si ello, le conducía al logro de su objetivo del cambio de régimen, trazado por los imperialismos de EEUU y Europa.

Para fortuna del pueblo venezolano, la mano amiga y solidaria de Cuba, Nicaragua, China, Rusia y Turquía, nunca faltó en expresarse en su auxilio; asimismo, organismos multilaterales como el Alba-TCP, Movimiento de Países No Alineados (NOAL) y la propia ONU, sirvieron de contención a todo este conglomerado de fuerzas del fascismo internacional, encabezados por el Führer Donald Trump, quien construyó, mediante el poder mediático mundial, la idea falsa de que Nicolás Maduro era un terrible "dictador" que sometía al pueblo venezolano a un sufrimiento cruel y que el pueblo venezolano debía ser "rescatado" por el "buen demócrata" del Trump. Tal leyenda, se fue desmoronando gracias a la heroica resistencia del pueblo venezolano, siendo interpretada –esa resistencia- por los pueblos de la orbe como síntoma de que el gran mal no estaba en Venezuela, sino en los malos gobiernos de sus propios países y ello, alentó la resistencia y lucha de los pueblos de la América toda, quienes iniciaron sus propias gestas independistas.

En el propio seno del imperio, la rebelión tomó color de negro y se expandió por todo el sur, iniciándose en Chile y propagándose hacia Perú, Colombia y Ecuador. Así, reaccionaban los pueblos ante el fascismo -concentrado en la Casa Blanca- que, al igual que Adolf Hitler, ubicó a Venezuela como la principal amenaza a su hegemonía imperial en el hemisferio occidental, y como tal, la declaró como una "amenaza inusual y extraordinaria a su seguridad nacional" primero Obama y luego Trump.

Un pequeño y pacífico país, eso es Venezuela, vista por el establishment imperialista, tan igual como lo hiciera Hitler en su concepto de superioridad de la raza aria, ubicando a Venezuela, como la enemiga a derrotar para garantizar su "espacio vital" y poder reinar sobre Europa uno y el otro, sobre la América.

Mientras, Trump, arengaba al electorado de La Florida, atemorizándolo con que de ganar Biden, se convertirían "al igual que Venezuela", en un "régimen comunista".

Hitler, en un discurso ante los industriales alemanes en 1944, les atemorizaba igual: "Cuando esta guerra sea decidida por nuestro triunfo, la iniciativa privada de la economía alemana gozará de la más grande era en su historia (…) o la humanidad será arrojada varios centenares de años atrás a una condición primitiva, con la producción en masa dirigida exclusivamente por el estado".

El pueblo estadounidense, no se dejó llevar –nuevamente- por los mismos cantos de sirena que habían escuchado cuatro años antes, de prosperidad y bonanza, que nunca en los cuatro años de Trump, llegaron a conocer. Tan solo, represión, odio a la población negra y migrante, crisis económica generalizada, empobrecimiento y desempleo.

Si Venezuela, era todo lo malo que decía Trump que era, obviamente, frente a lo dicho por un mentiroso –empedernido- como lo es Trump, algo muy bueno debía de tener Venezuela para ganar su odio exacerbado.

Estimamos, que en el imaginario colectivo del pueblo estadounidense debe haberse creado una imagen –en contrario- a la creada por Donald Trump y ello, debe ser valorado por el Presidente Joe Biden, en su futura relación con Venezuela.

No repita los errores de la Administración Trump y admita una política del buen vecino con el Sur y, en especial, con Venezuela, Cuba y Nicaragua. Romper con esa política contrarrevolucionaria, basada en la doctrina Monroe de América para los americanos del norte que, al igual que Adolf Hitler veía en la U.R.S.S. como un enorme reservorio de materias primas, necesarias para su "espacio vital" (Lebensraum) y reconocer en la Revolución Bolivariana un evidente contenido social y político-revolucionario, un ejemplo a seguir por los países de la región, y por ello, quiere justificar su vocación imperialista de liquidar toda experiencia democrática, distinta a la estadounidense de partido único bicéfalo.

Admitir que en esta América, es posible convivir en sana paz, democráticamente, todos los pueblos americanos del Norte, Sur, Centroamérica y el Caribe, respetándose unos a otros y compartiendo –solidariamente- sus diferentes modos de vida y modelos políticos, en fin, demostrarle a la humanidad que otro mundo puede ser posible, tal como lo enunciaba el Padre Libertador de la América, Simón Bolívar: "Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riqueza que por su libertad y gloria…" (Carta de Jamaica, 06 de septiembre de 1815).

Si a algún otro acontecimiento histórico, debemos comparar la resistencia heroica del pueblo venezolano, es con la resistencia heroica del pueblo soviético en 1943, Stalingrado, que marcó el declive y fin del nazismo. La magistral conducción del Comandante en Jefe de las fuerzas patrióticas, Presidente Nicolás Maduro, fueron conduciendo a las fuerzas del mal hacia una solución final de carácter democrático, a la cual se resistieron los imperialismos de EEUU y Europa, hasta que, finalmente, el pueblo estadounidense, colocó en jaque mate al Führer Trump y el pueblo venezolano dio el mate definitivo, con su extraordinaria victoria electoral del pasado de diciembre, otorgándole la mayoría suprema –en diputados y diputadas- a las fuerzas de la Patria.

"Stalingrado enseñó al mundo la suprema lección de la vida:

nacer, nacer, nacer,

y nacía

muriendo,

disparaba

naciendo,

se iba de bruces y se levantaba

con un rayo en la mano…"

Pablo Neruda, anunció que Stalingrado [tan igual como lo ha hecho Venezuela] han enseñado a la humanidad, cómo resurgir de las cenizas, haciendo eco al llamado del Canto de amor a Stalingrado. "Stalingrado resistió. Stalingrado no se rindió. ¡Stalingrado inició precisamente el viraje de la guerra, aniquilando a uno de los más poderosos ejércitos de Hitler!" (Discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz, La Habana, 08 de mayo 1975)…

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