Esto le pasó también a mi comadre Inocencia quien todavía no se repone del susto.
A varios desprevenidos les ha ocurrido que, por la noche, cuando ya han perdido la esperanza de que pase algún vehículo del casi extinto transporte público, privado o hasta alguna chirrinchera, se les ha aparecido un extraño autobús rojo rojito, sin placas que lo legitimen, y no les ha quedado mas remedio que abordarlo porque no hay de otra.
Lo curioso es que las personas que están en la parada, como si también estuviesen esperando transporte, todas se abstienen de subirse y que solo una única pasajera lo hace. Desde la parada la observan y se sonríen entre ellos maliciosamente… Oscuros presentimientos encogen el corazón de la pasajera…
La pasajera saluda al conductor, un tipo bigotudo y muy bien papeado que da la impresión que come hasta cinco veces al día como dicen voceros del Gobierno que comemos los venezolanos. A su lado se encuentra una extraña mujer con cara de yo no fui quien parece ser el colector o, mas bien, la colectora. "Marlita, cóbrale una pensión a la señora" oye que dice una voz de ultratumba que para los pelos… Y no hay mas nadie en el autobús, es la única pasajera.
Apenas se sienta, raudo como el aumento de los precios de los alimentos, arranca el rojo rojito vehículo; la mujer ve preocupada que el autobús aumenta la velocidad sin explicación. Intenta decirle algo al chofer, pero éste parece no escuchar como los presidentes de ciertos países cuando se les reclama por el hambre y el deterioro de los servicios. ¡Pare por favor! ¡Me quiero bajar! Grita despavorida la solitaria pasajera, mientras que el chofer y su acompañante ríen estruendosamente como si estuvieran muy felices y todo estuviera muy bien.
Luego de atravesar calles y avenidas sin prestar atención a semáforos y demás señales de la Constitución y la Ley, el raudo autobús ya se ha convertido en una exhalación que amenaza llevarse todo por delante. ¡Por favor señor, frene! clama la mujer presa del pánico… En eso el conductor se levanta y dice acariciándose el bigote: "vamos a bailar Marlita, que en este país todo está bien" … es entonces cuando la pobre pasajera comprende la verdad de su situación y, casi en los linderos de la perturbación mental, acierta a lanzarse al vacío por una de las ventanas aprovechando una cuesta que obliga a la nave sin frenos y sin conductor a disminuir la velocidad.
Con contusiones menores, pero fuera del autobús rojo rojito, la asombrada pasajera todavía alcanza a ver al diabólico vehículo perdiéndose a toda velocidad en las sombras de la noche, suspirando aliviada por haberse bajado a tiempo de semejante pesadilla.
Quienes han experimentado el encuentro con este misterioso autobús, como mi comadre Inocencia, recomiendan cuidado con extrañas paradas que no están señaladas oficialmente y justificadas por la Ley y, sobre todo, con cualquier autobús pintado de rojo porque podría tratarse del autobús fantasma que casi se lleva a mi comadre Inocencia.
¡Ave María Purísima!...