A cinco días de instalada la Asamblea Nacional las acciones y decisiones del órgano legislativo nos revelan que las expectativas generadas en campaña no serán sino más de lo mismo para el pueblo. Salvo por la digna postura del Diputado Oscar Figuera, nada de lo deliberado reviste relevancia para solventar la profunda crisis política y social que vive el país. Crearon quince comisiones que nada tienen que ver con lo económico, en un país donde el salario mensual de un trabajador equivale a menos de un dólar y la inflación indetenible impide que el pueblo pueda comer decentemente. ¿Habrá algún país en el mundo, incluyendo los africanos donde suceda esto mismo?. ¡Qué vaina con el bloqueo!
El Presidente de la República desde su realidad virtual acaba de proponer a la Asamblea interpelar a sus ministros; los que quedan de un gabinete que durante el año pasado el pueblo presionó para que fuera sustituido por su ineptitud y efectivamente la manera de hacerlo fue enviarlos de candidatos a diputados. Es decir ¿de verdad será que el presidente nos cree pendejos?
A Guaidó le dieron treinta días para deliberar que hacer con él. Ya veremos al cumplirse el plazo como sale una orden de captura desde Fiscalía y la consiguiente parafernalia policial y militar, con despliegue de tanquetas y helicópteros para capturar aun tipo, que mientras, se ríe a sus anchas de nosotros (no de ellos), desde el extranjero, cargado de la plata que le robó al pueblo y en un manto de impunidad sustentado cómplicemente por ellos mismos. Seguro que esa vaina será culpa del bloqueo o lo asociarán con un fundamentalista de los que asaltó el Capitolio norteamericano (que si será un tema de discusión).
Suscribir las actuaciones de una oligarquía a la medida (ahora parlamentaria), con la cual Chávez dijo que no se pactaba si es un acto de traición, de quienes ungidos por la buena fe del Comandante pregonan ante un pueblo hambriento la necesidad de bajar seis kilos de peso ganados en diciembre, sabiéndose que ese mismo pueblo fue el mismo que salió a la calle en ese mismo diciembre a pelear con sus hermanos de barrio por siquiera un trozo del pernil prometido, con el propósito de al menos dar de comer a sus hijos.
El codicioso por naturaleza es cobarde. Ya lo demostraron el 27 el 4 y el 11 cuando huyeron como ratas luego de que el pueblo les prendiera el vainero. La violencia popular tiene la facultad de permanecer en una latencia controlada que el mismo pueblo administra, pues desde su sabiduría el pueblo sabe cuán destructiva puede ser cuando la desata. Aun así y con las experiencias vividas los otrora revolucionarios que lloraban ante cámaras por la muerte del Comandante y hoy declaran su confianza a la oligarquía, se suman a pactos con la derecha, que los llevan incluso sin vergüenza alguna a atacar a la izquierda auténtica, tratando de hacer ver a esa izquierda tradicional y digna del PCV como traidores, mientras sin pudor alguno, en pleno proceso electoral en diciembre trataron de estimular al pueblo para votar por los adecos repotenciados por ellos en los pactos secretos también mediáticamente pregonados.
¿Será que de verdad nos creen pendejos? Nadie sabe que se fragua en las catacumbas, mientras los aparatos de inteligencia se ocupan de mercenarios y de Duque, del Twitter de Trump y de Mr. Bidden.
Yo creo que sí, no lo pongo en duda. Porque subestimar al pueblo desde el ejercicio de la codicia es peligrosamente para los intereses totalitarios del gobierno, creerlo pendejo. El espíritu de Chávez sigue vivo en la conciencia popular, no hay lugar para confusiones imaginarias.
Un aparte: a manera de simbología, me retrotraigo a los tiempos del Congreso Nacional donde la mayoría parlamentaria adeca se ocupaba de apabullar a los uno que otro diputados de izquierda que salían electos por decisión popular. No se por qué hoy, (con sus abismales diferencias, claro está), cuando veo al camarada Oscar Figuera hacer sus intervenciones me recreo en aquellos tiempos de cordero contra jauría. ¡Será que nos creen pendejos!
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