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La tuve entre mis manos, leí algunos párrafos y me fui a la red. Los primeros comentarios me desanimaron: un señor, entrado en años, afirmaba no haberle gustado porque esa no es la juventud venezolana y por lo tanto la obra no merecía el galardón que le concedieron (Premio Iberoamericano de Novela Arturo Uslar Pietri, 2010). Otro, basándose en los comentarios negativos, simplemente escribió: "Otro libro que no leeré".
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Sin embargo, cuando me enteré que la protagonista quiere ser francesa en el futuro para liberarse de su infernal país, entonces continué con la lectura porque, cada vez más a menudo escucho, de mis alumnos y de la juventud en general, esos anhelos, reflejos de nuestra desesperanza y caos socioeconómico, refrendados en lacónicas frases: tengo que sacar el pasaporte y sueños con irme a otro país. Y esas aspiraciones no se relacionan con una determinada mundovisión política, porque hasta las hijas de Chávez, padre del socialismo XXI venezolano, se han marchado al extranjero.
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El recorrido que hacen los personajes a través de la geografía nacional, ubica el texto en el marco de la literatura de viajes con tinte claramente político, en el más amplio sentido de la palabra. A los problemas familiares de estos párvulos, se agregan las calamidades del país, de las cuales culpan a las generaciones que les precedieron.
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El autor nos muestra el lenguaje peculiar para expresarse de estos jóvenes, hilarante e incomprensible, aparentemente, para los mayores. En algún momento me pareció que la actitud escapista de la protagonista, Eugenia Blanc, tiene semejanza con la de Alberto Soria, el de ídolos Rotos (1905, Manuel Díaz Rodríguez) y que ha sido catalogada de pesimista. Puede ser: la incomprensión y el desarraigo están presentes en cualquier época.
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En su periplo, en busca del abuelo francés de Eugenia, los muchachos hacen todo tipo de fechorías menores, beben mucho whisky Etiqueta Azul (que le robaron a un militar chavista), revisan y reinterpretan nuestra Historia, escuchan a Bob Dylan y a Paulina Rubio, pero más al estadounidense y escriben "peomas" (sí, peo-mas), una especie extravagante y ridícula de la poesía, que mueve a la risa, independientemente de su profundidad en cuanto al realismo sucio.
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Esta novela de Eduardo Sánchez Rugeles es excelente porque refleja un momento crítico de nuestro acontecer nacional a través de una generación (o de un segmento de la misma, por lo menos) que está llamada a construir nuestro futuro, pero que se siente perdida.