No puedo perdonarte

Viernes, 26/02/2021 08:46 PM

"Para perdonar, ya sabemos que necesitamos a alguien dispuesto a perdonar…"

BUDA

En días pasados uno de mis lectores, cercano a mi contexto laboral cotidiano, se tomó la licencia de corregir uno de mis artículos de opinión con mucha vehemencia y sarcasmo, lo que me causó enojo porque no lo hizo con la buena intención de corregirme, sino de exponerme y sembrar la duda acerca de mis habilidades y destrezas escriturales. Lo que causó más molestia del asunto fue que sus comentarios (que los sacó teniendo de apoyo la imagen del portal donde salió mi artículo y subrayó en rojo cada uno de las supuestas imperfecciones sintácticas del escrito más que ortográficas, dado que su interés era hacer ver que las ideas estaban en una forma lógica inadecuada a como él las escribiría, hizo que saltaran mis "cotufas" ególatras y me pusiera "pico y pala" a reclamar mi derecho a escribir en función de mi estilo y no bajo las premisas que él sugiere (o buscaba más bien imponer) debía estar contemplado el mismo. Todo esto a través de un grupo WhatsApp, lo que trajo un público espectador cautivo que observó silenciosamente el desencuentro entre nosotros.

A la final el desencuentro quedó en tablas porque ambos mostramos altos atributos de inmodestia y una egolatría visceral, lo que llevó a que otro participante del chats interviniera colocando un breve cuento de Buda que si bien había leído ya no me había detenido en su significado y trascendencia. Me refiero al cuento titulado "No puedo perdonarte"; hacer mención a este cuento puso un muro inmenso en aquella discusión porque vino a colocar en su sitio a cada uno de nosotros: uno, el que supuestamente actuó como corrector, que no la hizo desde la humildad, por lo tanto no recibió agradecimiento sino una muestra de "dientes"; y otro, el no aceptar la corrección como válida ante la falta de fe y credibilidad que venía desde las fauces del corrector. Ambas posturas mostraron una inmensa falta de comunicación y de agradecimiento, porque como expresara el novelista francés del siglo XIX, Alexandre Dumas Davy de la Pailleterie, más conocido como Alexandre Dumas (1802-1870), "…yo produzco historias que conmuevan y hagan reflexionar a quien las lee, y mi editor se encarga de que estén bien escritas, si ambos hacemos nuestro trabajo, tenemos una gran obra…"

Ahora bien, el cuento de Buda hizo posible revisarme luego en silencio y valorar que si perdonamos cuando vemos que alguien nos hizo algo o nos debe algo, no lo hacemos desde la postura racional de la sensatez, sino desde la herida que sentimos desde el Ego. Esto motiva algunas incógnitas: ¿Estamos actuando porque hemos trascendido el Ego o porque buscamos resaltarlo ante una actitud que lo agredió o molestó en un momento determinado? ¿Es nuestro perdón sincero? ¿Soy leal a mis convicciones y valores y entiendo el por qué el hecho de no ser moneda de oro que guste a todos no me excluye de ese todo, sino que soy una parte del mismo que necesita del todo a pesar que me rechace? ¿Atiendo la crítica como expresión del Ego ajeno y minimizo mi Ego perdonando? ¿Debo perdonar que otro piense distinto a mí? o ¿Existe el perdón para quien disiente de mi manera de hablar, escribir y pensar?

La respuesta la da Buda en su pequeña narración donde describe que cuando uno ve como la gente inconscientemente tratando de hacer el bien utiliza herramientas del mal, como la soberbia y la descalificación, el sentimiento que llega es de lástima hacía la inconsciencia que lleva al Ego de la persona a portarse con su prójimo de una manera indigna en cuanto a las que deberían ser las intenciones hacia nuestros semejantes; se siente pena de ver a alguien tan cegado y que sufre tanto por no conocerse a sí mismo y no percibir al Ego que domina sus pasos y rige en su vida lo que hace, agrediendo inconscientemente a su prójimo.

Tanto agrede el que obra descalificando como el que busca protegerse de la descalificación. Debe prevalecer el diálogo que es el perdón, la caridad que es la humildad de entender que no todo cuanto hacemos es perfecto y debe prevalecer la inteligencia emocional de no dejar que el Ego ocupe el control, porque de ese modo se está reivindicando a quien agrede y se está alejando de la verdad las bondades que ha querido construir para la gente quien escribe.

Tal como expresara Pedro Jara: "Alguien puede meterte el dedo en la llaga y hacerte daño, pero si procuras curar tu llaga, su dedo no te molestará…"; muy en onda con el Proverbio Zen que dice: "La oscuridad no se combate, se ilumina…"; y la reflexión del propio Jara: "Quien te enfada, te domina." Porque el enemigo es un tesoro oculto en nuestra casa y, tal cual lo resalta Shantideva "…Debemos cuidarlo porque constituye la mejor ayuda en el camino de la iluminación."

Más allá de esto la enseñanza de Jiddu Krishnamurti es una daga filosa que nos mueve el piso al preguntar: "¿Te das cuenta de que habitualmente no escuchas a nadie que te esté diciendo algo contrario a lo que crees?" Y Anthony de Mello sentencia: "Una buena manera de descubrir tus defectos, consiste en observar qué es lo que te irrita de los demás…, ya que solamente te enfadas cuando tienes miedo. Piensa en la última vez que te enfadaste y busca el miedo que había detrás ¿Qué temías perder?"

En definitiva aupar la situación que generó una muestra exacerbada de Egos fue un error; caer en esa tentación una muestra de inmadurez y poder expresar que se entiende que el todo no es la parte, pero que la parte sin el todo es nada, es ya avanzar, buscando lograr ese nivel de contemplación que describiera el grande de América Facundo Cabral: "Cuando yo me perdoné, dejé de juzgar."

La sabia enseñanza de Buda, nos remite a repensar nuestras acciones y a no juzgar las intenciones, así vengan con efectos maliciosos y la fatiga de la envidia y la decepción. Cuando cuestionamos y somos inquisidores de todo aquello que aparece ante nuestros ojos, estamos limitando nuestra posibilidad de crecer; y cuando nos sentimos amos y señores de todo cuanto hacemos, nos convertimos en un error ambulante que jamás se toma un tiempo para verse al espejo y trascender.

De esta experiencia he madurado enormemente y agradezco se haya presentado en este momento vital de mi existencia donde escribo más y produzco tanto intelectualmente, porque eso me ayuda a revisar mis causas y mis efectos y alcanzar minimizar el Ego, que es el verdadero enemigo a vencer. Comparto con mis lectores ese gran cuento de Buda titulado "No puedo Perdonarte":

"Estaba el Buda meditando en la espesura junto a sus discípulos, cuando se acercó un detractor espiritual que lo detestaba y aprovechando el momento de mayor concentración del Buda, lo insultó lo escupió y le arrojó tierra.

"Buda salió del trance al instante y con una sonrisa plácida envolvió con compasión al agresor; sin embargo, sus discípulos reaccionaron violentamente, atraparon al hombre y alzando palos y piedras, esperaron la orden del Buda para darle su merecido.

"Buda en un instante percibe la totalidad de la situación, y les ordena a los discípulos, que suelten al hombre y se dirige a este con suavidad y convicción diciéndole: Mire lo que usted generó en nosotros, nos expuso como un espejo muestra el verdadero rostro. Desde ahora le pido por favor que venga todos los días, a probar nuestra verdad o nuestra hipocresía. Usted vio que en un instante yo lo llené de amor, pero estos hombres que hace años me siguen por todos lados meditando y orando, demuestran no entender ni vivir el proceso de la unidad y quisieron responder con una agresión similar o mayor a la recibida. Regrese siempre que desee, usted es mi invitado de honor. Todo insulto suyo será bien recibido, como un estímulo para ver si vibramos alto, o es sólo un engaño de la mente esto de ver la unidad en todo.

"Cuando escucharon esto, tanto los discípulos como el hombre, se retiraron de la presencia del Buda rápidamente, llenos de culpa, cada uno percibiendo la lección de grandeza del maestro y tratando de escapar de su mirada y de la vergüenza interna.

"A la mañana siguiente, el agresor, se presentó ante Buda, se arrojó a sus pies y le dijo en forma muy sentida: No pude dormir en toda la noche, la culpa es muy grande, le suplico que me perdone y me acepte junto a Usted"

"Buda con una sonrisa en el rostro, le dijo: Usted es libre de quedarse con nosotros, ya mismo; pero no puedo perdonarlo.

"El hombre muy compungido, le pidió que por favor lo hiciera, ya que él era el maestro de la compasión, a lo que el Buda respondió: Entiéndame, claramente, para que alguien perdone, debe haber un ego herido; solo el ego herido, la falsa creencia de que uno es la personalidad, ese es quien puede perdonar, después de haber odiado, o resentido, se pasa a un nivel de cierto avance, con una trampa incluida, que es la necesidad de sentirse espiritualmente superior, a aquel que en su bajeza mental nos hirió.

"Solamente alguien que sigue viendo la dualidad, y se considera a sí mismo muy sabio, perdona, a aquel ignorante que le causó una herida.

"Y continuó: No es mi caso, yo lo veo como un alma afín, no me siento superior, no siento que me hayas herido, solo tengo amor en mi corazón por usted, no puedo perdonarlo, solo lo amo. Quien ama, ya no necesita perdonar.

"El hombre no pudo disimular una cierta desilusión, ya que las palabras de Buda eran muy profundas para ser captadas por una mente llena todavía de turbulencia y necesidad, y ante esa mirada carente, el Buda añadió con comprensión infinita: Percibo lo que le pasa, vamos a resolverlo: Para perdonar, ya sabemos que necesitamos a alguien dispuesto a perdonar. Vamos a buscar a los discípulos, en su soberbia están todavía llenos de rencor, y les va a gustar mucho que usted les pida perdón. En su ignorancia se van a sentir magnánimos por perdonarlo, poderosos por darle su perdón, y usted también va a estar contento y tranquilo por recibirlo, va a sentir un reaseguro en su ego lleno de culpa, y así más o menos todos quedarán contentos y seguiremos meditando en el bosque, como si nada hubiera pasado…"Y así fue".

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