Denuncia de un maestro dentro de una botella

Jueves, 11/03/2021 04:26 PM

Rescatada en alta mar por unos pescadores trasnochados, fue hallada la presente carta dentro de una botella. Su contenido sugiere que se trata de una manifestación de protesta de un educador desesperado por el hambre y la crisis de todos los servicios. Parece haber sido escrita cuando su autor estaba pasando un episodio de hambre, como otros tantos miles de venezolanos con salario 0.

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“Soy educador en mi país, lo que ya es decir bastante de las penurias de mi existencia como ciudadano. Hoy, como otras tantas veces, tampoco comí ni tomé café por la mañana porque la miseria que algunos ocurrentes del gobierno llaman salario y bonos fueron arrasados por la ola especulativa que el gobierno no sabe enfrentar, pero que prometen resolver cuando hay una elección cercana. Gracias a un feliz azar, tarde ya en la noche pude hacerme con un mendrugo de pan para mitigar esas penas que hacen nido en el fondo del estómago.

“Como dije antes, soy un educador; mas o menos vivo,… todavía; podría decirse así sin faltar a los principios de la razón porque sin ingresos suficientes para una verdadera vida humana, sin agua, sin internet, sin zapatos, sin transporte público y, distanciado de mis seres queridos que tuvieron que migrar por necesidad y, en intermitente oscuridad, deprimentes dudas acerca de mi existencia me asaltan y me hacen pensar que en realidad los educadores solo estamos parcialmente vivos. Una nube negra de ineficiencia burocrática se ha posado sobre  nuestros destinos condenándonos a una media-vida miserable. Por el control que la unión cívico-militar que nos oprime, parece que nuestro horizonte inmediato fuera languidecer encerrados en nuestras casas a esperar el adelantado e inevitable fin de nuestra existencia. Esa ha sido la suerte que los demiurgos de la política han destinado para los educadores hasta nuestro regreso definitivo al polvo cósmico.

“Sobrevivo (o sobremuero) entre los intersticios de la crisis de todo gracias a los recuerdos de otra vida que tuvimos en nuestro país, y de cierta esperanza de que comience el combate del pueblo en contra de la ignominia que –por ahora–  nos reduce a víctimas desamparadas e indefensas. Si mis aciagas circunstancias no cambian –y de inmediato– pasaré quizás a mejor vida, como es del gusto de algunos decir refiriéndose a lo inevitable. Pero no me resigno a morir de hambre anónimamente y arriesgarme a que los verdugos de nuestro Pueblo se les ocurra anotarme entre los muertos por la pandemia.  Por motivos de seguridad me valgo de una simple botella para transmitir mi posible marcha honrosa hacia la eternidad. Que se sepa, que los maestros y los educadores van muriendo antes de su hora por el hambre administrada por el Gobierno y sus oposiciones, especialmente esa que nos castiga con sanciones para beneficiarse ellos y los genocidas del norte. Si nuestras vidas no alcanzaron para superar la tragedia nacional, al menos que nuestro recuerdo no sea usado, como el de Chávez, para justificar el cúmulo de las indignidades que han echado sobre todos nosotros.

“Debo transmitir este mensaje anónimo  y, por tan peculiar medio, como ya dije, por motivos de seguridad pues la unión cívico-militar no solo criminaliza manifestaciones de libertad, sino que también infiltra y vigila a los ciudadanos que se expresan por redes y otros medios. Así como es difícil y arriesgado el trabajo del periodista en mi país a quienes se les acosa y se les expropian sus equipos, igual ocurre con cualquier maestro que se aventure a denunciar el estado de cosas que nos aflige al gremio. Para sus fines, la unión cívico-militar pronto aprobará una ley para limitar aun mas el ejercicio de la  libertad de expresión por todos los medios. Y no sería de extrañar que, por el miedo que le tienen a salir del poder,  que tratasen de prohibir también las botellas y hasta las señales de humo, los únicos recursos de comunicación mas o menos seguros de los cuales todavía disponemos.

“Como si el  hambre lenta y administrada con odio sádico no fuera suficiente maldad contra los educadores, la unión cívico-militar que reduce nuestras vidas a la miseria  pareciera pretender arriesgarnos a un exterminio masivo de educadores al ordenarnos el  reintegro a clases presenciales para fecha cercana. Y no solo la salud de los educadores, sino también la de miles de estudiantes que reunidos en condiciones inseguras de salud se convertirían en una fuente de contagio fatal para todo el país.

… Que el diablo nos agarre confesados…

Desde algún lugar más o menos seguro

El Maestro"

 

 

Oscar Fuenmayor

oscar.fmyor@gmail.com

 

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