Dedicado a dos infatigables militantes de la agroecología, Olga Domené y Gonzalo Pastrán
La categoría de comunismo primitivo puede dar lugar a confusiones semánticas. En este caso el término ha sido resignificado para toda actividad humana que propende al bienestar colectivo, en una visión de largo plazo, donde el cuido de la naturaleza es fundamental; y que privilegia por igual, evitando el favorecimiento de castas, grupos e individualidades de poder. Y en esta descripción, la agricultura tiene buenos ejemplos del pasado remoto y de la actualidad. El comunismo primitivo descarta toda posibilidad de totalitarismos y populismos con los cuales se disfraza la derecha y la izquierda en el desarrollo de prácticas asistencialistas. En esta categoría se considera, lo mejor y más viable, que la institucionalidad sea creada desde la acción colectiva y el bienestar, antes que desde las cúpulas pensantes que crean y desaparecen programas, como magia política.
Seis fundamentos son importantes para organizar el accionar colectivo: 1/ Existencia de una consciencia sobre los riesgos que se avecinan en el comportamiento general del planeta que amenazan la sobrevivencia de miles de especies vegetales y animales, pero también de los humanos; 2/ si como tal, existen evidencias que muestran al modelo de agricultura industrial como un aportante cuantioso de gases con efecto invernadero, otros modelos de agricultura amigable con el ambiente deben ser priorizados, comprendidos y gestionados en colectivo para evitar los efectos deletéreos sobre la humanidad; 3/ Vivir en el campo debe significar no igualar a las ciudades en bienestar artificial sino superarlas en calidad integral de vida; 4/ Con las ciudades parásitas y demás aglomeraciones que son incapaces de sustentar su alimentación en forma autónoma se pueden compartir otras relaciones funcionales ciudad-campo mas armónicas, complementarias y menos expoliadoras de las familias y comunas con perfil agrícola; 5/ El extractivismo como estrategia de acumulación es generador de desigualdades, origina desplazamientos humanos, incrementa los pasivos ambientales con cargo a la gran mayoría de pobres y es contrario al bienestar integral de largo plazo de la humanidad; 6/ Las actividades industriales y demás actividades diferentes a la agricultura deben ser rigurosamente controladas por la sociedad para evitar sigan usando prácticas que afectan la sostenibilidad de un vida armoniosa y digna sobre la tierra.
En ese marco, es mucho el trabajo que ya se ha realizado. En agroecología, hemos invertido en el país más de 50 años, si contamos que ya para 1968 se hacían experimentaciones de labranza mínima y cero labranza en la Facultad de Agronomía de la UCV, para 1975 era obligatorio para los noveles profesionales que se estaban preparando para ingresar a la Universidad Rural de Venezuela (que luego fue la UNELLEZ) leer en profundidad los libros de André Voisin; y en todas las facultades de agronomía del país el enfoque de sistemas agrícolas tenía fuerza para comprensión de la realidad desde otra perspectiva, donde el todo es el resultado de muchas interacciones, algunas invisibles. El choque de estas corrientes con la agricultura industrialista fue permanente, solo que, sabemos quien ganó la pelea: Los gobiernos se fueron por la revolución verde y su modelo de altos insumos.
El auge de la Agroecología es reciente y ha ganado algunas batallas. Hay que retomar el valor de la naturaleza. En contradicción la institucionalidad del Estado da para sostener la agricultura del modelo industrialista, pero en ese ínterin los desarrollos teóricos, epistemológicos y pragmáticos de la agroecología, nos dicen que es algo complejo, desde una ciencia imberbe, una forma de vida, parte de la filosofía de la sustentabilidad y demás. En esto anda mucha gente militante del comunismo primitivo en el país, evidenciando que es posible comer alimentos más variados, de mejor calidad, producidos con un cuido de la naturaleza, procurando que los insumos de origen industrial no causen efectos detrimentales en la calidad del suelo y de las aguas. Otra corriente, la forestalista, ha demostrado que en 50 años transformamos los mejores bosques del país en relictos arbóreos, solo para sembrar pastizales. Las evidencias de las fotografías aéreas son por demás deprimentes. Destruimos cuencas y suelos aluviales de alto valor para hacer una ganadería bovina poco eficiente. Entre lo forestal y la agricultura de consumo alimentario, se ha desarrollado tecnología hibrida de sistemas agro-silvo-pastoriles, muy bien concebida para sistemas de producción tropicales.
Finalmente, en el mundo se ha producido mucha información sobre el deterioro de los suelos y las aguas subterráneas provocadas por el modelo industrialista de la agricultura, la desertización, la escorrentía incontrolable que arrasa tierras y pueblos requiere acciones correctivas. Hoy día la siembra directa se rescata para bien de la Abya Yala, Pachamama o como queramos decir tierra sagrada. También hay evidencias que la preparación excesiva del suelo para las siembras eleva sustancialmente el CO2. en la atmósfera con las consecuencias del caos ecológico. Y en un ambiente similar a las propuestas agroecológicas, incluso algunas veces indistinguibles, surge la agricultura regenerativa, que puede producir bienes en diferentes zonas agroecológicas pero sirve para rescatar la tierra de su peor enemigo, que es el modelo industrialista, restaura condiciones originales, mejora la cosecha de agua y permite la diversificación de la vida y de los productos.
En síntesis, tenemos las herramientas que necesitamos y tenemos los agentes de transformación incitadores al cambio de modelo: Esa gran masa campesina, pequeños y medianos productores, pobladores de cuencas muy intervenidas, agroecólogos y agrónomos con perfil en desarrollo sustentable de territorios, y además hay modelos físicos probados y otros propuestos, donde la agricultura familiar y de pequeña escala se complementa con la agricultura comunal, originando una riqueza de diversidad y de producción de bioinsumos, que podrían ser parte de este enfoque que hemos defendido en cinco escritos consecutivos sobre el comunismo primitivo y la agricultura. Se acabó el tiempo de los planes fragmentados. La integralidad es la nota que mueve los libros más actuales sobre el pensamiento ecosocialista.
Recientemente, Edgar Morin filósofo de la complejidad y de la "trascendentalidad humana" ha dicho que la poesía debe ser parte de este nuevo mundo que vendrá. Y realmente, se asume que una vida sin la amenaza de desaparecer como especie, es un nuevo "Himno de la alegría" compuesto y cantado por los agricultores salvadores.
Al cierre de esta serie de artículos manifiesto mi agradecimiento a aquel contrario a mis ideas que me escribió en privado: "Miguel te la fumaste verde".