No forjamos nuestro destino

Sábado, 27/03/2021 08:27 AM

Existe un máxima que refiere que cada quien se forja su destino o también, que cada persona se traza su propio futuro. Tal como se concibe tal sentencia pareciera que cada persona es independiente de los acontecimientos que sobrevienen a lo largo de su existencia.

No nacemos porque lo pretendemos, aparecemos en el planeta porque una pareja, por amor o por error, decidieron traer un bebé a un mundo hostil. Así mismo, a este se le obliga a participar dentro de una familia o una sociedad que tiene las reglas o normas de convivencia ya trazadas. Desde el momento del nacimiento se le impone un nombre sin consulta previa y de inmediato, comienza a formar parte de varias familias, para ser más exactos de cinco, las de los cuatro abuelos paternos y maternos y a la propia, la de los padres. Por lo general cada uno de estos con sus propias opiniones, que por lo general no coinciden.

A partir del nacimiento se constriñe a la criatura a vivir con hermanos, si es que no es hijo único y si se tiene la suerte de tener una niñera, se incorpora a este grupo humano, otra persona quien tendrá injerencia en la vida del niño. En total, el recién dado a la luz, cuando abre los ojos por primera vez, tiene frente a él un padre, una madre, cuatro abuelos, varios tíos y también tías y también hermanos. Por lo general cada uno con su propio dictamen sobre la hermosura o la fealdad de la bolita de carne toda arrugada, quien llegó al mundo sin ser invitado.

Pasada la novedad del recién llegado comienza a soportar, además, del imperio de la genética, el absolutismo de los padres, quienes consideran tener autoridad sobre un niño debido a su ascendencia, a pesar que nunca hicieron un curso para graduarse de progenitores. El tener otros hijos se considera suficiente para que esta experiencia sirva para continuar con el trabajo de jefes de familia.

Cuando el niño crece comienza a responder a estímulos que deben dar respuesta, el primero, demostrar una sonrisa cuando lo llaman por su nombre, sin pensar que este le pudo o no gustar. De seguida, con la niñez continúan las obligaciones: se les impone una religión de manera inconsulta, asumiendo que con dicha fe está protegido del asecho diablo, del pasaje hacia infierno, con la única posibilidad de llegar al paraíso. En verdad, durante ese período al infante no se le informa de la existencia de otra religión que con nuevas mentiras pueden ayudar a salvarlo o arrancarlo de las garras de Satán. Los deberes no paran a lo largo de la niñez, por ejemplo, se le obliga a concurrir a una escuela para escuchar clases con una maestra extraña que por lo general carga sobre su espalda una serie de tribulaciones y frustraciones que volcará sobre sus alumnos, además, le enseñará una cantidad de sandeces que no utilizará a lo largo de su existencia y que, de seguro, se le olvidaran en poco tiempo convirtiéndolo en un ser inútil. Así mismo, debe compartir con otros niños desconocidos que puede que no les guste, dado que provienen de otras estirpes. Las imposiciones no paran y entre esta, los padres lo obligan a comer la comida a la que ellos están acostumbrados, sin tener conocimiento de la trofología (ciencia de la nutrición), incitando al niño a las prácticas de las malas costumbres de la alimentación familiar y como consecuencia, propiciando enfermedades como obesidad, diabetes, avitaminosis, mala nutrición entre otras.

No se puede negar que todos los seres somos víctimas de la genética, esto trae como consecuencia que los niños al nacer traen dentro de sus genes, es decir en su ADN, las posibles enfermedades hereditarias, bien de la madre, del padre, hasta la de los abuelos. Así se convierte el niño en una víctima inocente de las dolencias ajenas.

Una vez que el chiquillo sale de su época infantil continúa la adolescencia. Sin embargo, las imposiciones continúan, no de manera directa, sino indirecta, simplemente porque la sociedad ha creado mecanismos para completar la educación formal (mala educación) que comenzó durante la niñez. De alguna manera los padres inician a sus hijos a consumir imágenes y audios provenientes de los medios de comunicación, como tv, radio, medios virtuales, redes sociales, cine, entre otros que actuarán directamente en la psiquis del adolescente (la educación no formal), los cuales generarán cambios profundos en el joven que comienza a experimentar la explosión de las hormonas.

Ya la escuela primaria y secundaria hizo su trabajo de suprimir la creatividad del joven, atosigándolos con una cantidad de conocimientos que no le van servir para la vida, simplemente le serán útil para promoverse de un año a otro para llegar a la universidad. Allí encontrará a otros jóvenes que están influenciados por la tv, redes sociales, cine y otros medios alienantes que los obliga a dar respuestas idénticas ante un mismo estímulo. Cuando esto ocurre el adolecente se ha convertido en un perfecto consumista, es víctima de un plan perfectamente trazado por otros seres que trabajan para empresas especializadas en el comportamiento de los seres humanos. Son estos los que permiten la permanencia del statu quo de un sistema que se ha enriquecido haciéndole creer a los jóvenes y a los adultos que ellos son dueño de su destino, un destino incierto que ha sido manipulado desde el momento del nacimiento.

Pero el sistema no para de hacer su trabajo y para eso inventa modelos a seguir para atraer a los incautos. Ya lo hicieron con la religión; después con un sistema de gobierno como la monarquía donde convivían la clase sacerdotal con la nobleza para mantener subyugado a los súbitos; después inventaron la revolución haciéndole creer a los pobres que poniendo ellos los muertos conseguirían la libertad, la igualdad y la fraternidad. Es cuando aparece la Revolución Francesa y nace así la democracia representativa, la cual representa en un parlamento a los dueños del dinero. Aflora así la democracia burguesa.

Aquellos especialistas en el comportamiento humano inventaron términos por las cuales morían los pendejos: inventaron la patria, los himnos, las banderas y la guerra, aquellos íconos por la cual murieron miles de millones de jóvenes mientras los dueños del capital, coaligados con los jefes de estados, se repartían las riquezas de la tierra. Simplemente porque la guerra, inventada por los hombres poderosos, es un buen negocio que genera buenos réditos.

La sociedad les miente a los jóvenes cuando le refieren que ello son los dueños de su destino, que ellos mismo son los responsables de trazarse su futuro. Todo esto no son más que mentiras alienantes. Un mundo tan convulsionando como el del planeta Tierra, nadie puede trazarse su destino, los hombres del dinero, los señores de la guerra, los capitalistas son los dueños de los destinos de los niños, jóvenes, adultos y ancianos. La experiencia lo demuestra, las guerras la declaran los amos del dinero y son los habitantes de las naciones los que padecen las consecuencias de las guerras. EEUU, la UE, la OTAN tienen en sus manos el destino de los seres humanos y si lo dudan bastaría preguntarles a los jóvenes de Irak, Siria, Libia, Afganistán, Yemen…qué fue lo que hicieron para merecer tales ignominias. Habría que preguntarles a los norafricanos, quienes huyen de los bombardeos de sus pueblos en las pateras, qué hicieron para merecer esta desgracia. Simplemente, lo único que hicieron fue nacer en el país equivocado en el momento equivocado.

Muchos jóvenes y adultos venezolanos creyeron que estudiando y trabajando podrían labrarse un destino seguro con una calidad de vida cónsona con los sacrificios. Lo único que no contaba que en la política venezolana se aparecería un ser tan deleznable y tan nauseabundo como el tarado Juanito Alimaña y la morralla de gente que lo sigue en la destrucción del país. Cada vez que un joven venezolano pierde la vida fuera de nuestra frontera, bien por accidente o por el ignominioso ataque racista, se debe pensar en Guaidó. Este nefasto personaje es el responsable de los padecimientos de los venezolanos, coaligado con el gobierno de EEE, la UE y el cartel Lima. Tan solo un traidor como el bobolongo de Guaidó, insensible al sufrimiento ajeno, es capaz de propiciar la aplicación de sanciones, boicot de nuestros productos, confiscación de nuestros bienes para que con la acción de estos actos el destino y las ilusiones de millones de venezolanos se vean frustrados. Esto comprueba que ese canalla decidió que el sino de sus compatriotas estuviese subordinado a los intereses económicos de las potencias extranjeras y la avaricia de un grupo de políticos nefastos, salidos de las sentinas de una sociedad en decadencia. Bien lo supo expresar el periodista vasco Iñaqui Gabilongo: "Le está ocurriendo a la política lo mismo que a la Iglesia: convencida que gestiona una verdad de orden superior, se está negando a entender la decadencia". Lee que algo queda.

Nota leída aproximadamente 1561 veces.

Las noticias más leídas: