Reminiscencias de la historia venezolana (VI)

Martes, 11/05/2021 11:24 PM

Primer encuentro del pueblo Ayamán con la violencia genocida de los conquistadores europeos y demás tropelías de los Welser en territorio de la Provincia de Venezuela.

"… emprendimos un viaje a un pueblo o aldea de los Ayamanes… envié un capitán con treinta hombres a pié y bien apertrechado (…) los habitantes se habían defendido (…) En la refriega murieron muchos, y también algunos cristianos resultaron heridos."

Nicolás de Federmann (conquistador alemán, de la casa de los Weser)

La pregunta obligada que debemos hacernos: ¿QUÉ PASÓ CON LOS PUEBLOS ORIGINARIOS? de los que hablan los cronistas de la época, y que el mismo Federmann (octubre de 1530) cita en su diario como por ejemplo: Carohana, entre otros pueblos que menciona más de 30, pero no describe sus nombres y dice haber visitado después de cruzar el rio Tocuyo, que hoy podemos deducir que este pueblo originario, (Carohana, el único pueblo Ayamán que menciona por su nombre), por los datos geográficos que hoy podemos teorizar, con base a los testimonios que aporta el citado diario escrito por Nicolás Federmann, pudo haber estado asentado en el mismo sitio donde se encuentra hoy día, San José de Siquisique, pueblo de doctrina fundado por los españoles en 1621. Beaujon apunta en su obra que: "Nicolás Federman, en 1530, uno de los más crueles alemanes que pasaron por la provincia venezolana, arbitrario y sanguinario, hizo expedición territorio adentro, llegando en una de ellas, atravesando Los Andes hasta la sabana de Bogotá(…)". Pág. 98

Datos que también nos llevan a la deducción de que Federmann y sus huestes asesinas y demás conquistadores que hicieron travesía a través del territorio Ayamán, para llegar a los adentros de los territorios a conquistar y saquear, desde el inicio de la conquista, destruyeron esos pueblos, asesinaron gran parte de los nativos, como está expresado en el mismo diario, cuando en su escrito, él, dice textualmente:

El primero de octubre del año etc.,(sic) treinta llegué tarde al borde de la orilla de un río llamado Tocuio (sic) y es grande y profundo (pág. 176). Al día siguiente emprendimos un viaje a un pueblo o aldea de los Ayamanes. Habiendo recorrido cerca de una milla y llegando al pie de una áspera montaña donde era difícil y peligroso llevar caballos, decidí desistir (del viaje), (…) envié un capitán con treinta hombres a pié y bien apertrechados. Allí esperé hasta el siguiente, que fue el cinco de octubre. Llegaron tarde por la noche y trajeron unas ciento cincuenta personas hombres y mujeres, que habían capturado al asaltar un pueblo distante cinco millas de donde estábamos, pues los habitantes se habían defendido, negándose a venir a visitarme voluntariamente, En la refriega murieron muchos, y también algunos cristianos resultaron heridos. Los indios eran todos de pequeña estatura y, como ya me habían dicho, no se habían mezclado con otras naciones. (Págs. 176, 177 y 178).

Esta narración del mismísimo conquistador Federmann en su diario, nos revela un dato importante en el que podemos concluir que este hecho, fue el primer encuentro violento, entre los conquistadores europeos y el pueblo Ayamán radicado en aquel entonces, en el hoy territorio del Municipio Urdaneta, Estado Lara, que según el historiador Silva Uscátegui, en la "Enciclopedia Larense", el sitio donde se realizó este fatal encuentro, pudo haber sido en la serranía de Parupano, de este Municipio, al Este de Siquisique, por lo que podemos deducir, que aquí fue el inicio de la destrucción de los pueblos aborígenes milenarios, establecidos en el vasto territorio que comprende desde más allá de Churuguara hasta Siquisique, Carora, Rio Tocuyo y demás pueblos que hasta hoy desconocemos de su existencia, antes de la funesta llegada del Conquistador.

Mientras esto sucedía en el territorio de los aguerridos Ayamanes, Alfinger, el gobernador teutón de la Provincia de Venezuela que habían llegado en el año 1529 a la Provincia de Venezuela, muy bien proveídos, según Oviedo y Baños, "…de caballos, armas y municiones, trayendo consigo cuatrocientos españoles, y entre ellos muchos hidalgos y hombres nobles". Sobre este mismo tema Beaujon refiere que "Los primeros negros llegados a Venezuela vinieron con Alfinger en 1529, quien llegó "con 780 hombres alemanes, españoles, portugueses y algunos negros de Nueva Guinea".

Alfinger, después de haber establecido la organización jurídica, que requería la ciudad de Santa Ana de Coro, según Beaujon,

"… deja encargado del Gobierno al Capitán Luis Sarmiento y sale en expedición al interior de la Provincia, a realizar lo que fue su ambición, la riqueza y el atropello a los aborígenes, (…) regresa a Coro el 1531 para salir en otra expedición, delega el gobierno al más cruel, lujurioso, desvergonzado que combatía la resistencia de los indios con la horca y estrangulaba de hambre las entrañas de los indígenas llamado Bartolomé Santillana. (Pág. 98).

Oviedo y Baños describen la actuación de este malvado conquistador alemán en sus expediciones, cuando apunta la siguiente narración:

"Alfinger al tomar posesión de su gobierno, aunque su ánimo, y el de los demás alemanes que le sucedieron, nunca fue de atender al aumento ni conservación de la provincia, sino disfrutarla, (…) sin embargo, hallando fundada la ciudad de Coro por Juan de Ampues, quiso darle la perfección que le faltaba instituyendo en ella aquellos oficios, de que necesita una república, así para su lustre, como para la ordinaria administración de su justicia (…)como se hallase con aquellos ardientes deseos a que le incitaba la codicia de procurar cuanto antes adquirir riquezas, sin reparar en que fuesen o no justos los medios para poder conseguirlas; podría conseguir mucho interés, haciendo esclavos a los indios que cogiese; se determinó a ejecutarlo, sin advertir en las malas consecuencias de tan inicuo consejo, ni en las resultas de tan injusto arbitrio…

(…) resultó su perdición y la ruina total de esta provincia; pues conociendo sus soldados que no llevaban intención de poblar en nada de lo que conquistasen, y que así no tenían que esperar por fruto de sus trabajos (…) sólo habían de tener de utilidad lo que cogiesen de encuentro; sin que los detuviese la piedad, ni los atajase la compasión, como furias desatadas, talaron y destruyeron amenísimas provincias y deleitosos países, malogrando los provechos que pudieran haber afianzado en la posesión de su fertilidad, para sí y sus descendientes…" (Pág. 34).

(…) atravesó las serranías que llaman de los Itotos, y salió al Valle de Upar (…) lo corrió todo, talando, robando y destruyendo a sus miserables habitadores, y sin que la hermosura de tan alegre país fuese bastante a templar la saña de su cruel pecho, convirtió en cenizas todas las poblaciones y sembrados, valiéndose a un mismo tiempo de las voracidades del fuego y de los incendios de su cólera, con extremo tan atroz, que en más de treinta leguas de tierra, que él halló pobladas, no encontró después el Capitán Cardoso casa en pie en la entrada que hizo el año siguiente (…).Asolado y destruido el Valle de Upar, (…) llegó Alfinger a las provincias de los Pocabuces y Alcojolados, cogiendo (…) buen pillaje en porciones de oro (…) que tenían estas naciones y otras que encontró" (Pág. 36).

En referencia a la actuación del primer gobernador de la Provincia de Venezuela y a las expediciones que realizó Garmendia escribe:

"El cielo tormentoso del primer capítulo de la Historia de Venezuela ofrece un centro protagónico que se llama Ambrosio Alfinger. Va trazando un camino púrpura desde Coro hasta las vecindades del Lago Maracaibo, cortando cabezas de indios. Alfinger personifica el estilo brutal del Conquistador, digno de ingresar al consultorio, donde, Herrera Luque, formula diagnósticos de clínica retrospectiva. Es Alfinger singular y esforzado. Utiliza los medios de transporte que ofrece la rusticidad de la época: la marcha bípeda, la canoa aborigen y el caballo traído de las caballerizas de Andalucía. Penetró montañas insalubres, aún estando enfermo, remontó cerros empinados, cruzó anchos y rugientes ríos, bajo la lluvia o bajo el sol, siempre esperando en cada encrucijada la flecha emponzoñada del aborigen, la serpiente y la fiera. El refinado europeo del Renacimiento y de la civilización del trigo, comparte el maíz tostado y la ahuyama en una dietética silvestre, demostrando su mimetismo afortunado. Pero, gradualmente es monstruoso. De acuerdo a los documentos existentes, relativos al juicio de Resistencia que le siguió a Alfinger el Doctor Antonio Navarro, en Coro, de acuerdo con la deposición de cuarenta testigos oculares, la dimensión sanguinaria del primer Gobernador de la Provincia de Venezuela resulta impresionante. Son legajos que chorrean sangre autóctona". (Pág. 134).

Garmendia describe la travesía de Valle de Upar como la más espantosa, veamos lo que escribe este historiador:

(…) los de la época dicen que la travesía de Valle De Upar se considera como la más implacable y despiadadas registradas en América en los tiempos iniciales de la Conquista. Poseído Anfinger del complejo de Atila roba, mata, asesina, destruye los sembrados de los indios, quiebra los cacharros, destroza los útiles domésticos, mata hasta los niños. Después de la destrucción ociosa, porque ninguna razón la justificaba, dicen los cronistas que la desolación sembrada por las hordas de Alfinger, fue tan efectiva, que en un radio de 30 leguas no se encontró un ser viviente en aquellas extensiones. ( pág. 148).

En esa región Alfinger se instaló dos meses. Violentamente Alfinger despojó a los tamaros del oro que tenían, reunió 40 mil castellanos, signo monetario de la época. Pero como sospechó que había más oro escondido, fue entonces cuando Alfinger acreditó su sadismo con un invento macabro. Mando construir un campo de concentración cercado con voluminosos y altos troncos de árboles y acorraló dos cientos indios en su área. Prohibió que se le suministrara agua y alimentos de modo que los familiares para evitarle una muerte desesperada, los rescataran con determinada cantidad de oro que recibiría Alfinger. Algunos indios consiguieron el precio del rescate. Pero los desafortunados que no tenían ángeles tutelares, morían de inanición. Diariamente una cuadrilla sacaba del palenque indios agónicos o muertos. Los supervivientes, víctimas de la progresiva deshidratación, destacaban siluetas esqueléticas. Fueron liberados por Alfinger, pero se les reclutó como indios cargadores. No resistieron el peso de las cargas y murieron en el camino. (Pág. 136-137).

Y de Nicolás Federmann, al referirse el padre de las Casas, a las tropelías de este conquistador alemán, que destruyó los pueblos que conformaban la Nación Ayamán, relata lo siguiente:

"(…) hace el capitán, alemán tirano, meter en una gran casa de paja mucha cantidad de gentes y hacerlos hacer pedazos. Y porque la casa tenía vigas en lo alto, subiéronse en ella mucha gente huyendo de las sangrientas manos de aquellos hombres o bestias sin piedad y de sus espadas: mandó el infernal hombre pegar candela a la casa, donde todos los que quedaron fueron quemados vivos. Despoblóse por esta causa gran número de pueblos, huyéndose toda la gente por las montañas, donde pensaban salvarse.

Y esto sucedió hace apenas 491 años. Fue en el año 1530. AQUÍ MISMITO, en el territorio donde hoy convivimos los urdanetenses, del Estado Lara, en la inmensa comarca aborigen de los Ayamanes, donde los conquistadores europeos saquearon y robaron todo cuanto encontraban violaban y asesinaban a las mujeres , asesinaron a los habitantes: sin respetar niños y ancianos, en el transcurso de 91 años. Y luego, hace cuatrocientos años sobre las cenizas de estos pueblos y sus despojos, los españoles secuestraron a los aborígenes sobrevivientes: Ayamanes, Xaguas y Jiraharas, que se mantenían en resistencia defendiendo, aún desde sus escondites en remotas montañas, lo que les quedaba de herencia ancestral, para fundar el pueblo de San José de Siquisique, que de paso no fue fundado donde hoy está asentado este pueblo, sino a dos cientos kilómetros, en el Valle de Sicare, en la jurisdicción del hoy Municipio Torres, (Estado Lara) desde donde se fugaron estos aborígenes, luego de la fundación, volviendo a sus lugares de origen, por lo que los españoles por la necesidad del servicio de la mano de obra esclava aborigen, se trasladan a refundar este pueblo, en el año 1523, a orillas del rio Tocuyo donde hoy se ubica San José de Siquisique, donde presumimos que es el mimo sitio donde existió el pueblo ayamán Carohana.

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