Sepultado el “mantra” opositor extremista
Por: Luis Fuenmayor Toro
Domingo, 16/05/2021 05:51 PM
Cuando una política no da resultado significa simple y llanamente que fracasó. Y más, si lleva varios años de instrumentación. Recurrir a justificaciones en absoluto ayuda al proceso de rectificación necesario. Y esto es lo que ha ocurrido con la política llevada adelante por lo que fue la Mesa de la Unidad Democrática, a partir de enero de 2016, luego de obtener un triunfo arrollador en las elecciones de Asamblea Nacional de diciembre de 2015. Hay gente más terca que otros y se entiende entonces que haya quienes tarden más en darse cuenta del fracaso de sus políticas. La instrumentada a partir del triunfo electoral señalado fracasó, así no guste a algunos de quienes la instrumentaron o de quienes la siguieron. Dentro de ese gran fracaso hay una suma de pequeños, medianos y grandes fracasos.
El mayor de todos ellos y el más grave para Venezuela por sus implicaciones es el que se produce a partir de la auto juramentación de Guaidó en 2019. Esa política de gobierno paralelo, aprovechada y apoyada por los mandatarios de varios países injerencistas en los asuntos internos de otros, no sólo ha sido nefasta para quienes negligente y violentamente la asumieron, sino también fue funesta para el resto de los venezolanos. Se entiende que todo enfrentamiento beligerante, entre grupos que luchan por el poder, siempre genera daños en toda la nación envuelta en esas luchas, pero los enfrentamientos violentos lo hacen en mucho mayor grado y llegan a destruir naciones enteras. Muestras hay muchas, no sólo históricas sino actuales.
El mantra del “cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”, fue derrotado totalmente, como muchos políticos y analistas han venido señalando desde hace más de un año. Y en esa derrota están incluidos los 50 y tantos países que lo apoyaron, entre ellos EEUU, Canadá y la Unión Europea, para mencionar los más importantes y poderosos. Pero también lo fueron los gobiernos de Colombia, Brasil, Chile, Perú y Guyana, muy beligerantes en relación con nuestros asuntos internos. Hubo, afortunadamente, grupos políticos, partidos, personas importantes y otras voces que no acompañaron estas acciones inmediatistas, voluntaristas y violentas, de la oposición extremista liderizada por Voluntad Popular y seguida mansamente por partidos como Acción Democrática, hasta su más reciente división.
Y no sólo no acompañaron, sino que resistieron las agresiones e improperios de la avalancha mediática orquestada desde el exterior por la gran prensa, que los calificó no sólo de colaboracionistas del gobierno de Maduro, sino de cómplices de delitos comunes y mercenarios de la política gubernamental. Es decir, que se llegó a sancionar el hecho de que los venezolanos asumieran la posición política que quisieran, en relación a la situación de su país, un derecho garantizado en toda república contemporánea. El MAS (Felipe Mujica, Segundo Meléndez y María Verdeal), Avanzada Progresista (Henri Falcón y Luis Augusto Romero), Soluciones (Claudio Fermín y Rafael Marín), Unión y Progreso (Eduardo Fernández y Mercedes Malavé), Cambiemos (Timoteo Zambrano), El Cambio (Javier Bertucci), UPP89 (Reinaldo Quijada), Bandera Roja (Pedro Véliz y Eder Puerta) y Redes (Juan Barreto), merecen entre otros este reconocimiento.
También hay que hacérselo a líderes políticos como Enrique Ochoa Antich, Rafael Simón Jiménez, Gustavo Hernández, Leonardo Carvajal, Simón García; a dirigentes que se desprendieron de la política intolerante y antinacional del gobierno de Maduro, como quienes integran la Plataforma Ciudadana de Defensa de la Constitución: Gustavo Márquez, Edgardo Lander, Oly Millán, Héctor Navarro, Esteban Emilio Monsonyi, Santiago Arconada. Y por supuesto también a quienes, provenientes de lo que fue la MUD, dieron el difícil paso de asumir la ruta electoral como fundamental en la lucha por la conquista del poder: Henrique Capriles Radonski y Enrique Márquez.
Al parecer otros actores, los hasta ahora más beligerantes del extremismo opositor, han recapacitado por fin y están en el camino de integrarse a la lucha política electoral, sin andar exigiendo condiciones imposibles de ser aceptadas por un gobierno que, si bien está en problemas serios, no está en absoluto derrotado. Ojalá y se integren realmente y no comiencen a transformarse en una piedra de tranca para el desarrollo de una política hasta ahora exitosa.