Esto pasa cuando en un país agobiado por la irresponsabilidad de la democracia representativa corrupta y encubridora del capitalismo salvaje, escoge por elecciones un presidente proveniente de la empresa o industria privada. Macri lo confesó, le dijo al periodista Carlos Montero de una cadena estadounidense que, en la gran crisis económica, financiera y social en Argentina en el 2018, por cierto la que repuntó ese país a las primeras economías hiperinflacionarias del mundo, como lo tenían agobiado siendo Presidente, se encerraba en su habitación, prendía la televisión temprano en la noche y prohibía que lo molestaran hasta el día siguiente.
En las dos crisis cambiarias durante la gestión de Macri, Argentina aumentó el riesgo país, se dispararon la pobreza y el desempleo, los bonos y acciones cayeron, se elevó la inflación y los políticos de la derecha endeudaron al país ante el Fondo Monetario Internacional. Absolutamente todo en medio de la entrega del futuro a manos de organismos crediticios internacionales. Argentina no sufrió los ataques extranjeros que esos mismos entes le hacen a Venezuela, y le están organizando al presidente electo Alberto Fernández hombre de izquierda moderada, lo que evidencia las salvajadas del capitalismo mercantilista demoledor.
Empresarios electos en Chile, Panamá, Perú, Ecuador, El Salvador, o donde tengan la desgracia de una Colombia a lo Pastrana-Uribe-Santos-Duque y el Bolsonaro brasilero, les importa menos que nada el desarrollo de los más necesitados. Les caen a tarifas altas de servicios públicos a los más infortunados, mientras condonan la deuda a los millonarios y les dan garantías de explotación abrazados al manido argumento de no caer en el modelo que mientan: socialismo castrista chavista madurista, o parecerse al pensamiento bolivariano venezolano que los mantiene sin comprender la culpa salvaje del capitalismo expoliador en el levantamiento de sectores populares, colectividades hastiadas de corrupción hegemónica en narco bipartidocracias protegidas por Washington.
Reconfirman vivir en la credibilidad perdida y con cara lavada en detritus pestilente promueven asesinatos a presuntos vándalos, esconden la palabra democracia para darle paso a la necesidad de evitar el caos y la anarquía que ellos mismos desde la derecha purulenta y patibularia han bendecido y vendido cual fórmulas eficientes, apostando al éxito latrocinios mediante y aprobando abusos a los derechos humanos, lo que está a la vista mundial en represión de gobiernuchos representativos, donde tratan de entusiasmar a la masa poblacional y a duras penas organizan marchas marchitas y silenciosas, destinadas a defender represores homicidas y violadores sexuales, ocultándole a sus habitantes las multitudinarias concentraciones de rechazo a quienes asesinan la paz.
La diferencia es que en Venezuela gritamos con el corazón henchido "leales a la patria siempre, traidores nunca", y en la Colombia ocupada, en la patria ecuatoriana vendida por el traidor Moreno, en el Brasil genuflexo y fracasado de Jair Bolsonaro, y en el comportamiento del recién llegado banquero multimillonario ecuatoriano de apellido Lasso, se enlazan con la indignidad y utilizan los votos conseguidos, para ascender y una vez en el poder abandonar a los más necesitados, e inventan que valen la pena los muertos por feroces multiequipos lanza lacrimógenas solo utilizados en Israel y Colombia, bajo hegemonía comunicacional amamantada por la hostilidad demócrata representativa, animada con un destemplado texto de pancarta que no llega a grito porque les da pena decirlo, "irresponsables siempre, socialistas nunca".