El Sermón de la Montaña es el primer gran discurso de Jesús. Y en ningún otro texto se han centrado tanto los intérpretes como en éste. Siempre se plantea la pregunta sobre si, en los mandamientos que en él proclama Jesús, las tentaciones se sitúan por encima de las actitudes personales. En nuestro tiempo también se ha discutido sobre si el sermón de la montaña se puede usar políticamente. Desde siempre se ha entendido este discurso de Jesús como el mensaje decisivo del Nuevo Testamento, y ningún cristiano puede pasar de largo ante él sin ser cuestionado por Jesús sobre si está o no dispuesto a introducirse en esta sabiduría. Mateo ha conformado y articulado el primer y más largo discurso de Jesús de forma muy artística. Y precisamente en medio del sermón de la montaña se sitúa El Padrenuestro.
Todas las exigencias del Sermón de la Montaña están agrupadas en esta oración central que Jesús entregó a sus discípulos. No pretendo comentar el sermón de la montaña en su totalidad, sino comprenderlo como una unidad de oración y acción. Lo que Mateo usa en su composición como modo de expresión tiene para mí un significado teológico. Los mandatos de Jesy§ §011 sólo una respuesta a la ley, a fin de llevarla a plenitud, y, una expresión de la experiencia de oración, que consiste en que nuestra existencia tiene sus raíces en la confianza que los hijos e hijas tienen en su Padre celestial. Mateo ve la oración y el trabajo, el orar y el actuar,como una misma cosa. En esto se hace visible su teología de la gracia. El nuevo modo de actuar que caracteriza al cristiano brota de la experiencia de oración. La base de la oración es la experiencia de que somos hijos e hijas de Dios,amados por Dios, nuestro Padre común; amados por Dios sin condiciones, como nuestra verdadera Madre. Quien se siente en la oración hijo o hija del Padre celestial reflejará su experiencia en un nuevo modo de actuar. Si la oración no se trasluce en las obras, permanece infructuosa y da paso a un círculo narcisista sobre uno mismo. La oración, tal y como Mateo la entendió, nos quiere atraer a una nueva obra, una obra que es saludable para todo el mundo y que tiende puentes sobre la brecha que los hombres han abierto entre ellos, llevándoles a la plenitud.
El Padrenuestro comienza con una expresión llena de confianza: "Padre" .La palabra griega pater es una traducciónón de la palabra típica usada por Jesús para designar a Dios: Abba, que significa "papito". De esta manera, tanto para los griegos como para los judíos era posible designar a Dios como Padre. Los discípulos percibieron algo de la manera confiada con la que Jesús se dirigía cariñosamente a su Padre. Los seres humanos podemos dirigirnos a ese amoroso y misericordioso Padre como sus hijos e hijas cercanos y podemos pedirle con toda confianza que cumpla nuestros deseos más profundos.
"Estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: Maestro, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos. Él les dijo: Cuando oréis, decid: Padre..." (Lucas 11,1 -2). El Padrenuestro no es una oración más entre otras. Es la oración de los discípulos de Jesús. La oración que el Maestro enseña y deja como distintivo a sus seguidores. En ella podemos descubrir los deseos más íntimos de Jesús y sus aspiraciones más hondas. No es extraño que los cristianos lo hayan considerado siempre como la síntesis del Evangelio. Breviarum totius Evangelii lo llamaba Tertuliano. En el Padrenuestro encontramos la enseñanza nuclear de Jesús, su mensaje de salvación, su programa de vida. Ahí está el Evangelio de Jesucristo, condensado en pocas palabras y traducido al lenguaje vital de la oración. Si captamos bien su contenido y su aliento, captaremos el mensaje más original de Jesús y su espíritu más hondo.
Estructura de El Padrenuestro
La estructura de El Padrenuestro es muy sencilla. Arranca con una invocación que indica con claridad a quién va dirigida la oración: "Padre nuestro que estás en el cielo". Tiene luego dos partes bien definidas que marcan dos actitudes básicas en el orante.
En la primera parte se hacen tres peticiones que en castellano vienen expresadas en subjuntivo. Son fórmulas breves: "Santificado sea", "venga", "hágase", que recogen tres grandes deseos centrados en Dios: su nombre, su reino, su voluntad.
En la segunda parte, encontramos cuatro peticiones en forma imperativa, que es lo propio de la oración de petición. Son fórmulas más largas, que se centran ahora en las necesidades del ser humano: "Danos el pan", "perdona nuestros pecados" y "no nos dejes caer en la tentación", "líbranos del mal".
En la primera parte, la atención se dirige hacia el mismo Dios. El orante le grita sus tres grandes deseos: que ese nombre de "Padre" sea glorificado, que su reinado se vaya imprimiendo en el mundo, que se haga cuanto antes realidad su voluntad de salvar al ser humano.
En la segunda parte, la mirada se vuelve hacia la vida concreta de los hombres para hacerle a Dios cuatro peticiones vitales. Nuestra vida es frágil, está amenazada por la fuerza del mal y expuesta a peligros permanentes. El orante confía al Padre la existencia concreta de los hombres para pedirle pan, perdón, ayuda ante la tentación y la liberación del mal.
Nunca se han de separar estas dos partes del Padrenuestro, pues forman una sola oración. Es el mismo orante quien se dirige al Padre del cielo. Primero, para expresarle sus deseos ardientes de ver realizada la obra salvífica del Padre. Después, para presentarle las necesidades más urgentes de la humanidad. Los deseos sublimes de la primera parte serán realidad cuando el ser humano encuentre respuesta concreta a su necesidad de ser salvado de la precariedad, del pecado y del mal.
El Padrenuestro
Un dato importante, que corresponde con toda seguridad a la historia de Jesús, es la frecuencia y la intensidad de su oración. Sin embargo, ahora me interesa subrayar otro aspecto. Cuando los discípulos, reiterativamente asombrados por la oración del Maestro (asombrados quizá por su frecuencia o por su forma), le piden que les enseñe a rezar, reciben una enseñanza original de Jesús y no habitual en el mundo judío: cuando recéis, llamad a Dios "Padre".
Como lo rezamos todos los días, quizá no somos conscientes de la osadía que supone llamar a Dios "Padre". Que es una osadía, lo muestra la monición del Padrenuestro en la Misa: "Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir..." En la Iglesia griega, la monición equivalente es ésta: "Dígnate, Señor, concedernos que, gozosos y sin temeridad, nos atrevamos a invocarte a Ti, que eres el Dios celestial, como Padre, y digamos..." No afirmo que todo el Padrenuestro, tal como lo rezamos, saliera de labios de Jesús. Probablemente influyó en su composición también la necesidad de la comunidad primitiva de tener una oración que marcara su identidad frente a otros grupos judíos. Sin embargo, sí digo que invocar a Dios llamándose "Padre" es algo que Jesús nos enseñó, y que esa enseñanza es una forma de expresar la concepción de Jesús y de sus seguidores de que Dios es Amor incondicionado. Él siempre llama a Dios "Padre"" en los evangelios, excepto en una ocasión: en la Cruz, donde dice "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" Esta excepción se debe a que en la Cruz Jesús está rezando el salmo 22. Así pues, Jesús nos enseña a llamar a Dios "Padre", como él hace siempre, precisamente como expresión de su propia concepción de Dios. Dios nos ama como un Padre ama a su hijo. Dios nos ama como el padre del hijo pródigo, independientemente de cómo nos portemos. El padre ama tanto al hijo pequeño, que se aleja de casa y le abandona, como al hijo mayor, que se queda en casa con él.
Pero en el Padrenuestro tenemos concentrada también toda la predicación y toda la enseñanza de Jesús. Más arriba he dicho que cada perícopa del evangelio lo resume entero. La primera petición, según el evangelio de Lucas, dice: "Santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino". No son dos peticiones distintas, sino una sola. Corresponde probablemente a un verso arameo que expresa el primer deseo de Jesús. Lo que Jesús pide es que venga el Reino de Dios o, lo que es lo mismo, que sea santificado su Nombre. El evangelio de Mateo añade: "hágase tu voluntad, como en el cielo, también en la tierra". Esta frase, "hágase tu voluntad, como en el cielo, también en la tierra", no está en el evangelio de Lucas, sencillamente porque es la explicación que hace Mateo de la frase anterior.
Podemos leer en Ezequiel 36,23-36 un texto que expresa qué quiere decir que el Nombre de Dios sea santificado: "Santificaré mi gran nombre profanado entre las naciones... rociaré sobre vosotros agua pura y os purificaréis; de todas vuestras inmundicias y de todos vuestros ídolos os purificaré, y os daré un corazón nuevo... y quitaré de vuestro cuerpo el corazón de piedra y os daré un corazón de carne... haré que caminéis según mis preceptos y guardéis y practiquéis mis normas... y llamaré al trigo y lo multiplicaré y no os someteré más al hambre..."
Es decir, que el Nombre de Dios sea santificado significa, primero, que Dios va a perdonar el pecado de los hombres; segundo, que va a transformar el corazón del hombre, que es de piedra, en corazón de carne, de modo que los hombres puedan vivir de acuerdo con su alianza, practicando la justicia; y, por fin, tercero, que Dios va a llamar a los frutos de la tierra y de los campos para que sean abundantes y los hombres tengan una vida también materialmente feliz. Así pues, santificar el nombre de Dios no tiene nada que ver con los inciensos.
Significa, más bien, lo siguiente: que Dios lo sea todo en nuestro corazón, que los hombres nos mantengamos en relaciones de justicia entre nosotros y que abunde el trigo, las manzanas y el aceite, etc. Ésa es la petición de Jesús. El Reino que Jesús desea y predica incluye, pues, una triple relación feliz: la relación del hombre con Dios, la relación del hombre con los otros hombres y la relación del hombre con la creación. Fijémonos que es exactamente lo contrario de lo que ocurre en el Génesis (cap. 3), cuando se nos cuenta el pecado de los primeros hombres. La relación entre Dios y los hombres ya no es buena: Adán y Eva se esconden; no hay relación entre los hombres (Adán y Eva empiezan a acusarse: fuiste tú la culpable...); y la creación empieza a funcionar mal (la mujer tiene dolor al tener los hijos; el hombre tiene que cultivar la tierra con el sudor de su frente, y además recibe de ella espinas y abrojos).
La vida cristiana ha de ser, una vida basada en la relación con Dios, o sea, una vida de fe. Ha de ser una vida volcada en el logro de LA JUSTICIA, LA VERDAD Y LA LIBERTAD en la comunidad humana. Y ha de ser una vida dedicada a la producción y reparto equitativo de los bienes de este mundo. Los tres son aspectos del Reino de Dios. No debe darse un aspecto sin los otros.
Omitir cualquiera de los tres es mutilar la actuación de Dios. Lo mismo significa el comienzo de la segunda parte del Padrenuestro: "danos hoy nuestro pan de cada día". Si nos fijamos bien, la frase tal como la rezamos no está en ningún evangelista. Mateo dice: "el pan de mañana dánosle hoy"; y Lucas dice: "el pan de mañana dánoslo cada día". El "pan" es la metáfora del banquete celestial. Según Mateo, el pan que esperamos, ese banquete para mañana, donde serán admitidos los paganos, los publícanos, las prostitutas, los pobres, dánosle hoy ya. Lucas, que ha anclado en la historia el mensaje de Jesús sobre el Reino, dice en el Padrenuestro: "danos el pan de mañana cada día". Ese Reino del cielo donde Dios lo es todo en todos, donde se dan las perfectas relaciones de justicia y donde hay trigo y aceite para todos, dánoslo ya cada día.
En el Padrenuestro pedimos también el perdón de Dios, que implica la reconciliación entre nosotros los hombres. Dios, al perdonarnos, hace posible, al tiempo que exige, nuestro perdón.
En el fondo, el contenido del Padrenuestro no es más que la predicación de Jesús. Podríamos haber comentado otros textos en los que ocurre lo mismo. Por ejemplo, las Bienaventuranzas: allí la idea fundamental es que el inminente Reino de Dios llega primero para los pobres.
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A propósito del día del padre: “El Padrenuestro”
Por: Luis Antonio Azócar Bates
Domingo, 20/06/2021 09:05 AM