Vaya que hemos saludado el avance de la vacunación, a pesar del bloqueo, como aplaudimos la apertura dentro del PSUV para la escogencia de candidatos. Así que el sábado 26 de junio preparé mi lista de postulados, a pesar de mi baja visión. Me guiaron en mi selección de postulados razones poco ideológicas : el afecto, por un lado, y el rechazo a la institucionalidad, por el otro. No es complicado deducir que no iba a dar mi apoyo para candidata a la gobernación a la esposa de un dirigente nacional. Aunque, en el fondo, en mi lado pragmático, pensé que la señora, como mandataria regional, sería atendida de inmediato por cualquier ministro. Aunque la experiencia con Mata Figueroa en Nueva Esparta, no fue la mejor, a pesar de tener esa ventaja. Así que pragmatismo al caeajo.
Pregunté a una de las líderes de mi calle si podía ir a vacunarme con mi segunda dosis de Spunik y luego venir al acto de postulación. Ella me contestó que no tenía claro el tiempo que se llevaría el evento partidista. Decidí, la vacuna primero.
El domingo amanecí listo. Aseo personal, desayuno y vestimenta adecuada. De punta en blanco me dispuse a esperar a la camarada que me llevaría al Hotel Venetur de Margarita a recibir mi Spunik. A los minutos me llamó para informarme que se iba primero al Venetur a confirmar si era cierto el rumor de la suspensión de la vacunación a causa del proceso electoral interno del Partido. Confirmado el rumor.
Por supuesto, nadie sabe quién tomó la decisión. Me supongo que el camarada que lo hizo asume que el Estado es el Partido y viceversa. Embrollo que muchos dirigentes, obnubilados por la prepotencia que da el poder, ponen en práctica cada día. No sé si se han enterado que ese fue uno de los grandes errores de la desaparecida Unión Soviética. Tampoco quien tomó la decisión midió el impacto negativo ante la comunidad internacional que está pendiente, como un profesor mal intencionado, de nuestra conducta para gozar nuestros errores.
A decir verdad, no me molesté. Pero si me desmotivé, accedí a que el desgano tomase cuerpo en mí, y no fui al acto de postulaciones.
Me quedé en casa pensando en que estamos empeñados en meter la pata en cuestiones tan sencillas como es respetar al ciudadano, más cuando se trata de ciudadanos de la tercera edad. A veces pienso que muchos lo hacen por torpeza o prepotencia, pero otros porque les agrada la idea de un gobierno mandamás. A estos les temo, siento que nos pueden llevar al despeñadero.