"La Venezuela que no pudo ser" quizás debió ser el más acertado título del presente artículo, pero preferiré honrar la memoria del escritor merideño: Domingo Alberto Rangel al destacar que en uno de sus libros titulado: "Alberto Adriani o la Venezuela que no pudo ser" exalta la vida y obra de otro gran venezolano como lo fue Alberto Adriani, fallecido en 1936. Les recomiendo su lectura para contribuir con la querencia del país…
Hubo, en Venezuela, una propuesta de un modelo político que durante los años 1993-1998 se nos vendió como el necesario. Fue la única oferta atractiva; las otras significaban más de lo mismo (AD-COPEI, Proyecto Venezuela). Era la continuidad de un fracasado modelo de adecos y copeyanos caracterizados por el creciente endeudamiento del país, el desmantelamiento progresivo del Estado-Nación, un modelo dependiente de la renta petrolera que aunque intentó no supo hacer efectiva la diversificación de la economía, una corrupción generalizada y galopante, un entreguismo del país a las corporaciones multinacionales, a las masivas importaciones de los productos agrícolas que, deslealmente, competían con los productos cultivados en los campos venezolanos y significaban miseria colectiva para la población rural, una industria petrolera dependiente de las tecnologías foráneas con un modelo de desarrollo que buscaba un aumento de la producción a costa de competir con otras naciones petroleras sin respetar las normas o acuerdos de la OPEP y que, en esencia, formaba parte de una política que parecía favorecer más a los "poderosos y ricos" países consumidores de petróleo (Según reportajes periodísticos, de la época, el presidente de PDVSA Luis Giusti, explicaba que de acuerdo a los planes futuros de la empresa para el año 2000 se contemplaba la exportación diaria de 7.000.000 de barriles de petróleo, en un contexto de bajos precios).
En resumen, todo el panorama económico y social era un desastre y dantesco, por decirlo de otro modo. Si no hubiera existido tal desastre, en Venezuela, no se hubiesen editado libros como "Diccionario de la corrupción en Venezuela" ni "Los doce apóstoles". Tampoco se hubiese sucedido el viernes negro, el escándalo del caso Recadi, el caracazo, las intentonas golpistas, ni la crisis política del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez que resultan en el enjuiciamiento y sentencia de aquel presidente, ni la elección del segundo mandato del Dr. Rafael Caldera. De manera que no todo era de color rosa… (esto para enfatizarle a algunas personas que no es cierto lo que, con desconocimiento, dicen los opositores: "antes, éramos felices y no lo sabíamos…")
El cambio político, de rumbo y de orientación debía darse. Era necesario e imprescindible. Y se dio apoyado en aquella oferta de una nueva Constitución, en la refundación del país y el de sus instituciones, como también se dijo. Se expresaron los argumentos, se incluyeron diversos sectores dentro del debate, se consultó a gremios y organizaciones. La izquierda política reivindicando propuestas sociales que favorecieran a las mayorías excluidas hizo su aporte y se logró una nueva carta magna, sometida y aprobada en consulta popular. Algo inédito en la historia constitucional del país.
La Derecha política no lo aceptó; protestó, hizo campañas, perdió, saboteó, mintió, desconoció, hizo golpes de Estado, etc.
Pese a todo, el modelo siguió avanzando y ayudado por los ingentes ingresos petroleros derivados del ascenso de los precios, producto de la ilegal invasión emprendida por los Estados Unidos a Irak, otro país de relevancia en el mercado energético mundial, parecía dar resultados. De hecho, fue así: Importantes obras se emprendieron a lo largo y ancho del territorio nacional, programas sociales de diversa índole comenzaron a implementarse, ayudas sociales, subsidios generalizados, creación de nuevas empresas, adquisición de otras de servicio estratégico que en anteriores administraciones habían sido privatizadas y una diversidad de logros. El modelo parecía servir y como tal comenzó a ser conocido a nivel global pese al poder de la mediática mundial que intentaba ocultarlo. Se estaba alcanzando el propósito inicialmente planteado. Sin embargo, en paralelo con la implementación de aquel modelo comenzó a conocerse de numerosos casos de corrupción que nunca fueron seriamente investigados, peor aún sancionados de forma ejemplarizante. Las instituciones garantes del resguardo de la "cosa" publica no actuaban. La Contraloría General de la Republica, la Fiscalía, La Asamblea Nacional, la Defensoría del Pueblo estaban ciegas y también fueron corresponsables de aquel desastre que hoy muestra las repercusiones graves que jamás imaginamos los venezolanos seguidores del modelo.
Ciertamente, ha habido una influencia negativa derivada de las numerosas acciones emprendidas por los Estados Unidos y sus aliados empeñados en entorpecer la economía a tal punto que el bloqueo económico impide las más rutinarias operaciones comerciales del país, aún en tiempos de una grave pandemia mundial (la interrupción en las entregas de las vacunas ya canceladas para combatir el virus: SarsCoV-2, del mecanismo COVAX de la Organización Mundial de la Salud, el secuestro de barcos cargados de gasolina procedentes de Irán, son un claro ejemplo).
El poder oprime y vaya de qué, cuántas maneras y formas…
Fracasó el modelo ofertado, a mi juicio: por la multiplicidad de los errores de quienes lo dirigían, la falta de previsión, la detección anticipada de las posibles amenazas y su atención o superación, la falta de seguimiento en la acción de gobierno, el despilfarro, la corrupción, la impunidad, entre muchas otras cosas.
No fue culpa del pueblo seguidor que, anualmente, acudía a las urnas para apoyar con su voto el modelo que se le había estado vendiendo desde antes de la primera elección presidencial, en 1998. Ahora, los venezolanos nos encontramos ante un insoslayable dilema: Una Derecha política, indolente y apátrida, que comenzó la destrucción del país previo a 1998, que ya ha dado muestras de corrupción sin ser gobierno y que se pavonea ante el electorado sin ninguna oferta sólida, diáfana e independiente de factores extranjeros. Y un gobierno titubeante, que desvaría, sin rumbo claro, ni logros plausibles en su escaso accionar, plagado de funcionarios corruptos que "echa uña" a lo poco que queda. Es la rebatiña grosera y voraz de corruptos que nunca se investigan, de instituciones dóciles, indignas de una democracia, a quienes parece no importarles su gente, su país ni su futuro, sino la depredación final de lo último que queda.
No se refundó el País. La Constitución es letra muerta. La prosperidad fue una tenue y fugaz ilusión, alimentada por un aliento circunstancial en los precios del mercado petrolero. Y la visión de País, que una vez se ofertó, no existe.
Tanto se criticó aquella postura irresponsable y conformista de los gobernantes del pasado del "como vaya viniendo vamos viendo…" , del modismo empleado por los candidatos próximos a engrosar la burocracia de cada gobierno de turno que, anticipándose a su puestos o cargos, decían: "yo no pido que me den sino que me pongan donde hay…" o el otro: " Aquí se roba porque no hay razones para no hacerlo…" el entreguismo, y la corrupción que luego de veinte años, además de lo anterior, nos caracteriza: la decadencia, la quiebra y "re-privatización" de las industrias públicas, la imagen paupérrima de las gobernaciones y alcaldías, el desmantelamiento y robo generalizado de todas las universidades públicas, la pérdida de la calidad educativa, la colectiva fuga de cerebros y una "hambreada sociedad" que resultaron en la peor de las paradojas mortificantes del chavismo-madurismo.
Mientras tanto, los venezolanos seguiremos de traición en traición. ¡Pobrecitos nosotros!. Es la ironía de un pobre país rico o, más bien, la de un rico país empobrecido…
Ing. MSc.
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