"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo"
Así se inicia la excelente novela de Gabriel García Márquez, Cien Años de Soledad, dentro del realismo mágico. Esta expresión bien cabría dentro de la realidad objetiva que le tocó vivir a nuestro patriota mártir, el Coronel Leonardo Infante en la Plaza Mayor de Bogotá donde fue conducido para asesinarle de la mano de sus compañeros de armas por las órdenes, tras bastidores de Francisco de Paula Santander, General que a pocos días de la entrada triunfal de los vencedores de Pantano de Vargas y Boyacá, a Bogotá había practicado una de las masacres de Colombia, al ordenar el fusilamiento de los españoles derrotados en esas confrontaciones, que eran prisioneros de guerra. Fue fusilado el General español, Barreira y 38 soldados de su agrupamiento, hecho que O´Leary calificó de "cobarde e innecesario". Todo ello con el desconocimiento de nuestro Libertador Simón Bolívar. Pero parafraseando a nuestro gran escritor, podríamos decir que en aquella posterior tarde terrible del 26 de marzo de 1826, día del fusilamiento de Leonardo Infante, pasaron por la mente de este llanero glorioso, aquellas imágenes de Chaguaramal, caserío en donde nació, al noroeste de Maturín, en las estribaciones de la Serranía del Interior en el oriente venezolano, donde nacen los llanos orientales que drenan sus aguas hacia El Guarapiche y de allí al gran río San Juan.
En esas tierras, un 28 de junio de 1798 nace Leonardo Infante, bajo la protección y los cuidados de sus amorosos padres, ex – esclavos, Sebastiana Álvarez y Juan de la Cruz Infante. En esos campos corretea y cabalga el niño que comenzó a dar muestras de ser un gran jinete y un adolescente que se forjaba en el arduo trabajo del llano. Sin escuela, sin saber leer ni escribir, se hizo diestro en tirar el lazo, en amarrar las reses, en dominar a los toros, en domar a los caballos, en atravesar a nado caudalosos ríos. Las duras faenas del campo fueron de su dominio, la libertad de la que disfrutaba a campo abierto le inspiraron para incorporarse al movimiento independentista que por esas tierras comienzan a organizarse bajo los mandos de Mariño, Piar y Bermúdez. A las tierras de Maturín llega el hermano de Francisco Bermúdez, Bernardo quien somete a los españoles allí acantonados y monta cuartel en esa incipiente ciudad. Ya en 1813, Leonardo Infante forma parte de los contingentes de Piar y Bernardo Bermúdez, que alcanzan grandes victorias en los llanos orientales de Venezuela. Comienza la heroica carrera en las armas en pos de la independencia de Venezuela de un joven que ofrecerá su sangre a Venezuela y Colombia.
Con el fulgurante itinerario seguido por Leonardo Infante entre los llanos de Venezuela y los páramos, las altiplanicies y los valles neogranadinos, bien pudiésemos elaborar un mapa cuyas líneas estarían trazadas con tinta de oro, y esos paisajes resplandecerían con los colores maravillosos de la naturaleza, así veríamos a nuestro prócer atravesar ríos, caminos, montes, ascender riscos, asumir riesgos en cada batalla, salir ileso, ser vencedor, ser capturado por los enemigos, quedar lisiado y luego, injusta y alevosamente, ser conducido a la muerte en un paredón a la vista del pueblo que él junto a otros patriotas liberaron del yugo español. A su muerte el traidor Santander, artífice de tan horrendo crimen, trató en vano de justificarlo. En esa cartografía del denuedo, de la fortaleza, de la entrega, de la lealtad, de la firmeza patriótica, del compromiso con el pueblo, con la inteligencia del hombre del campo, veríamos reluciente la figura de Leonardo Infante junto a sus compañeros abriendo el camino de la libertad y la soberanía colombo - venezolana. Con nuestros lápices de colores mostraríamos en el mapa la figura del joven que sin haber cumplido los quince años se incorporó al ejército republicano en el glorioso "Campo de Maturín"
En Chaguaramal, veríamos a sus padres que, con amor, nostalgia y fe, ven partir a su hijo sin imaginar la gloria y la desdicha que obtendría; no le vieron luchar en las llanuras del oriente venezolano donde se convierte en un fiero lancero y participa junto con Piar y Mariño en la derrota de Monteverde y Antoñanzas el 25 de mayo de 1813; que participa en la defensa de Maturín en donde llega Morales, segundo de Boves el 7 de septiembre de 1814 –el año terrible-; que participa en la Batalla de Urica comandada por Francisco Bermúdez, Cedeño, Zaraza y Monagas el 12 de septiembre. Que el año 1815 encuentra a Infante participando en las guerrillas que dirige Cedeño en Guárico; que en 1817 está combatiendo por la zona de Chaguaramas. Ese año Infante con 19 años de edad se incorpora al ejército comandado por José Antonio Páez y comienza a ser reconocido como uno de los mejores lanceros del ejército patriota, el segundo después de Páez; en las acciones de la Campaña del Centro de 1818, se destaca el joven llanero Infante; muy celebrada su participación en Las Queseras del Medio el 2 de abril de 1819, donde recibe la Cruz de Los Libertadores; fue crucial su rol de comando en el Escuadrón de Guías del Apure. En territorio de la actual Colombia, en 1819 participa con denuedo y heroicidad en las Batallas de Pantano de Vargas y Boyacá. Con esas acciones se derrota al poder español en buena parte del antiguo Virreinato de Santa Fe. Entra con honores a Bogotá, sobre su gloriosa vestimenta cuelgan las Cruces de los Libertadores y la de Boyacá y la medalla de la Cundinamarca.
Posterior a estos grandes eventos, Infante con el grado de Coronel, fue enviado a la zona del Magdalena y en 1820 al Teatro de operaciones del Cauca al sur de Colombia. El 15 de julio de 1821 fue emboscado, se le infringió una herida que lo condujo a la invalidez motora. En esa acción el Coronel José María Obando le toma prisionero, luego es liberado en Pasto. En Popayán inicia un romance con María Dolores Caicedo. De regreso a Bogotá fija su residencia en esa ciudad en el barrio de San Victorino. Infante no se sintió a gusto en esa ciudad y estuvo solicitando su traslado a Popayán, puesto que eran tierras más cálidas y además tenía planeado su casamiento con la joven María Dolores. Esa petición le fue concedida el 1º. de julio de 1824, no obstante había retardo para ponerla en práctica. A pesar de las glorias que conquistó este guerrero venezolano, recae sobre él la acusación de haber asesinado el 24 de julio al Teniente, también venezolano, Francisco Perdomo, hecho con que las autoridades de Bogotá le conducen a prisión, procesado sin pruebas, con solo el testimonio de dos damas, que dijeron haber escuchado de boca de Infante amenazar a Perdomo de que iba a "romperle tres costillas y darle un cintarazo que lo partiera". Fue sometido a juicio. José Martí en la Revista Venezolana de 1881 escribe la siguiente consideración acerca de este proceso: "Salvando urgentes trámites con extraída premura, sentencian a Infante dos jueces a muerte, uno a presidio; libre le quieren dos restantes. Llámase un conjuez, que vota a muerte. Pues entre tres votos a vida y tres a muerte, no hay sentencia de muerte." El Presidente del Alto Tribunal, Miguel Peña, exclamó "¡No firmo esa sentencia!" por lo que fue suspendido de su cargo y él manifestó a su vez que "Inútil sería que un magistrado conociera la verdad y amase la justicia, si no tuviera la firmeza necesaria para defender la verdad que conoce y combatir y sufrir por la justicia que ama". En solo 20 días, el 13 de agosto de 1824, Leonardo Infante ya estaba sentenciado a muerte.
Paul Verna, escritor de origen haitiano en su destacada obra Vida y Muerte de Leonardo Infante (1972), narra con bastante consternación los últimos días del reo: "Infante estuvo encerrado primero en la ´Principal´ no muy lejos de su casa y podía recibir a menudo la visita de su novia", se casó con ella en octubre del año 1824. "El coronel Infante pensó hasta el último momento que llegaría a recobrar la libertad o por lo menos que una gracia del Poder Ejecutivo le evitaría el patíbulo". En carta a Santander, Infante le manifiesta que "creo vivamente, Exmo. Señor no quedarme otro recurso poderoso que manifestar que yo no he hecho tal muerte y no tener algún otro delito para mis enemigos resentidos, que haber cumplido las órdenes del Exmo. Señor mi General Libertador Presidente en favor de nuestra causa…" Santander no le respondió. El 23 de mayo de 1825, Infante es informado acerca de la decisión de llevarle al patíbulo y se confiesa ante Fray Ángel Ley y recibió la visita de su esposa. En camino hacia el cadalso y contemplando a las multitudes que cubrían los balcones y frentes de casa, a quienes les gritaba "Este es el pago que se me da ¡Quien lo hubiera sabido¡ También manifestó que "Ahora me acuerdo que hace cinco años entré triunfante por estas calles y aquí voy para el suplicio". Santander desde su palacio vio pasar a Infante en su viacrucis.
Continua Paul Verna con su relato: "Una sola ráfaga… y su cuerpo se inclinó bruscamente hacia la derecha. Luego, como una masa inerte, desprendida del banquillo, se desplomó pesadamente. Dos grandes manchas oscuras, casi negras, brotaron entonces de la banda escarlata –símbolo de gloria reciente- que le cruzaba todo el busto. De su dormán abierto colgaban las más altas condecoraciones que había conquistado con su extraordinario valor y su temerario arrojo en los campos de batalla de Venezuela y Nueva Granada. Gotas de sangre, rubíes mal incrustados en su heráldico campo de oro y esmalte, se deslizaron sobre aquellas gloriosas insignias: las cruces de los Libertadores y de Boyacá y la medalla de la Cundinamarca libertada." Fue su esposa [quien ya espera en su vientre un hijo de él] a recoger el cadáver. "A sus pies yacía… Boyacá asesinada"
José Martí nos escribía en 1881: "Y murió Infante diciendo cosas épicas a los senadores que lo condenaban y al pueblo que le oía; con lo que quedaron manchadas de sangre las cruces del Libertador de Venezuela, y de Boyacá, que le colgaban del pecho; y rota la lanza que abrió paso por la tropa enemiga en Pantano de Vargas."
"Nadie lo amaba ni estimaba más que yo" Simón Bolívar, Cuzco 11 de julio de 1825
¡Abogamos para que los restos de Leonardo Infante, o una muestra simbólica de elolos sean llevados al Panteón Nacional, donde reposan con respeto y honor los Héroes de la Patria!
Bibliografía Consultada
Don Miguel Peña / José Martí — En la Revista Venezolana, No. 1, Caracas, 1881
Vida y Muerte de Leonardo Infante / Paul Verna — Caracas: Ministerio de Educación, 1972
Iconografía
Imagen de Leonardo Infante publicada en el libro de Paul Verna, 1972
(*) Textos: Wolfgang R. Vicent Vielma, Licenciado en Geografía, Trabajador de la Casa de Nuestra América José Martí; Profesor de la Universidad Nacional Experimental de la Fuerza Armada Bolivariana, Facilitador de la Misión Rivas.
Caracas, 27 de junio de 2021