Elegía a mi hermano Francisco, quien no pudo contra el Covid-19…

Viernes, 30/07/2021 11:14 PM

(El Sr. Francisco (Frank) Rodríguez Q.E.P.D Hermano del articulista José Sant Roz)

  • Hace como dos semanas, me llegaron a ramalazos varias malas noticias. De un lado a otro me sacudían los bandazos de varias noches con pertinaces lluvias, penosos presentimientos. En el deambular por el apartamento, me enfrentaba a diminutos duendes que se me metían por los entresijos de los nervios y me sacudían, trataban de anunciarme algún un brutal golpe, y yo procuraba escapar de mí sin conseguirlo. Miraba por la ventana y allá a los lejos, tras la Cara del Indio veía siniestros arreboles cargadas de dudas y tristes vaguedades. Ayer, había visto por la tarde un cielo con trazos grises, y luces amarillas por todos los bordes de la montaña, que me llenaron de cierto melancólico espanto. Algo que tiene que ver con la perenne agonía que se cuela con esa impotencia de no poder ayudar, de no poder estar al lado de los seres que amamos en su lucha con el destino; sintiéndonos a la vez con esa culpa de que puedan irse sin que en este mar de dolores infinitos podamos estar a su lado. Porque he sentido ese remordimiento que cae como plomo derretido, como un mazazo, como si uno de repente descubriera que no ha llegado a amar lo suficiente, que el tiempo se nos fue y no nos comunicamos…, no pudimos expresar nuestro amor lo esencialmente lo necesario...
  • Las noches de estos días han estado llegando, como si algo terrible estuviera por anunciarse, repito. Noches revueltas con vientos que golpean ventanas y sacuden cortinas, todo entre el insomnio y las penas. Sin poder llegar nuestra voz y nuestro cariño al hermano que yacía allá lejos, en una habitación solitaria, fría y desolada, entre sombras y voces extrañas. Lejos de todos nosotros y de seguro él, entreverado con inmensidad de los esteros, con los recuerdos de las garzas en sus llanos, con las pasiones de sus inventos y de sus cuentos y ocurrencias, con esa risa tan suya gallarda y hermosa.
  • Era el hermano sereno, el hermano apacible y calmo, que nunca le gustó discutir, que escuchaba y esperaba las aguas calmas, y luego si acaso asomar una leve opinión sonreído, casi como una disculpa. Cuando los hermanos entrábamos en calor en nuestras disputas, ya fuesen ideológicas o meramente domésticas, él, por ser el menor consideraba que debía respetar y aprender, y se mantenía al margen. Así se conducía, así le vi siempre, con una amabilidad que conmovía.
  • Era un llanero con todas sus virtudes y defectos, con el corazón lleno de coplas, de cantos, de duendes, que durante tantos años añejaron en su trovar nuestros padres, abuelos, hermanos, primos y tíos. Un muchacho, siempre fue un muchacho, tan enamoradizo, elegante en el vestir, cuidando las normas de ese buen gusto en el trato para todo, que no podía contenerse cuando se encontraba una de esas diosas que queman y le saltaba o se le encabritaba la chispa de su don poético y recitaba un verso, y le decía que ya era suya para siempre, que se le tenía sujetada su luz, su alma.
  • El hermano menor de todos, el que vino a nacer en San Juan de Los Morros, su residencia eterna. Todo el resto de nuestros hermanos nacimos en Santa María de Ipire o en Las Mercedes del Llano. Allí donde nació, murió Francisco. Allí luchó porque San Juan tuviera la sede de una universidad, allí hizo teatro, fue actor también, y un día hasta le dio hasta por venirse a Caracas y hacerse actor de telenovelas. Escribió obras de teatro, y se fue de pueblo en pueblo en todo ese extenso Guárico que se conocía como un Joaquín Crespo o como el último centauro Emilio Arévalo Cedeño, llevando un grupo que arrancó tantas risas y emociones en Ortiz, Parapara, Calabozo, El Rastro, El Sombrero, Chaguaramas, Las Mercedes, Valle de la Pascua, El Socorro, Santa María de Ipire, Tucupido.
  • Mi hermano Francisco llegó a creer en la política de partidos, como todo el que siente que tiene algo propio que decir, y que se imagina que puede arreglar este mundo tan ingrato y trastornado. Que podía aportar algo y que tenía que hacerlo por el don que le había dado dios de andar amando a destajo. Se enroló en un partido, digo, aunque su verdadera vocación era el arte, el andar como los juglares, de fiesta en fiesta bailando joropos, contrapunteando y hablando sin desparpajo bajo esos cielos estrellados. Siempre enamorado de su tierra.
  • En los últimos tiempos, cuando yo le enviaba mis artículos él me repicaba con citas de la Biblia, con sentencias de los santos. Estaba como en una fase mística, apartado, leyendo, con su jardín en la cabeza, metido en su huerta, viviendo por allá en las afueras de San Juan de los Morros.
  • Agradezco a Aporrea el gesto de resaltar en su página la nota sobre esa necesidad que hubo de buscar apoyo cuando su estado se hizo tan crítico.(Servicio Publico ) Urgente: El escritor Francisco Rodríguez ...) También reconocer todas las gestiones que hizo el ministerio de la Cultura para tratar de que se le trasladara al hospital y allí recibir todas las atenciones porque se hablaba ya de que había que intubarlo.
  • Todos sus hermanos, Adolfo, Milagros, Teresita, Felipe, llenos de recuerdos y de dolores, conmovidos, están desde tan lejanos lugares, abrazados a su alma eternamente joven.
  • Agradecido a Alberto Aranguibel, quien desde el momento en que le llamé para que le ayudáramos, con afecto tan noble y humano, como siempre, se entregó de lleno para ayudar. Agradecido igualmente a tantos hermanos del alma, a colegas, amigos, que me han llamado expresando, amor y solidaridad en esta hora, cruel hora para tantos de nosotros, que hemos visto partir a seres queridos

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