1. Palmira Correa me envía un mensaje de voz, con una súplica que viene de los más hondo de su corazón: "-Cómo estás amigo Sant, cómo está la señora Mary. Yo estoy bien, gracias a Dios. Ya cumplo años el 12 de agosto, cumplo 73 años", y estalla su frondosa carcajada, y agrega: "con ganas de seguir trabajando, como siempre, todos los días, pero hijo, tengo un problemita ahorita que a veces me sube la tensión, a veces me deprimo, porque resulta que no tengo material para trabajar. No tengo pintura acrílica, necesito una dotación de pintura. Tengo más de 39 años de servicio y representando a mi país, con premios aquí y fuera de mi país…".
2. Palmira es patrimonio cultural de Venezuela, maestra honoraria de la patria de Bolívar, una figura de las dimensiones de Juan Félix Sánchez o una Epifania Gil. Pero no tiene pintura, y le da pena pedirlo. A veces le ha pedido a Cecilia Todd: "Ay, Cecilia, perdona el abuso, perdóname amiga, pero estoy necesitando un tubito de pintura", y sale Cecilia y se lo busca. Porque la vida de Palmira es pintar, es llenar de colores la vida de nuestros sueños e imaginaciones. Y ella rejuvenece cuando pinta y nos rejuvenece a nosotros cuando vemos sus cuadros y el país todo se vuelve tan joven, tan niño, tan inocente y dulce.
3. Pero resulta que cuando ella no puede pintar la patria y el corazón se encogen, y ella de veras se siente morir. Y entonces en su angustia por reencontrarse con sus ánimas, con sus niños y niñas, con sus santos y ángeles se lanza en una de súplica con los que puedan tener un poquito de pintura para ver si se le aparecen sus duendes con los que vuelve a su reino. Ella que estando "discapacitada", es más capaz que cualquiera de elevarle la esencia del ser a su amada tierra. "Imagínese mi Sant cómo puedo sentirme, y sepa que yo estoy con el proceso con el corazón de mi Comandante Chávez atravesada entre espalda y pechos".
4. "Yo, hijo Sant Roz, trabajé hace años con una dotación que me hicieron, pero eso hace bastante tiempo, y ahora la pandemia me tiene aquí amarrada, y tú sabes con el problema que tengo con los pies, que tuve que operarme por una celulitis que me dio horrible. Mi casita está llena de cuadros empezados y sin terminar, que me viven reclamando que los atienda, que no sea tan cruel mala, que les dé vida… Imagínese Sant Roz, lo doloroso que es cuando uno no le puede dar vida a esos pobres seres que gritan de noche, que quieren salir a la luz, pidiendo el color ladrillo de sus caracas, o el negro de sus paños, o el azul de sus alpargatas, los lirios y las trinitarias, la luna y los amarillos de los guayacanes. Imagínese, hijo…".
5. "Porque esos seres necesitan sus linduras, sus vestimentas, sus calzas, sus moños, sus capillitas y panderetas. Cómo hago para dárselas. Cecilia Todd, tanto que me ayuda, ella me ha buscado medicina, el otro día me buscó una silla de esas que necesito para pintar dada mi situación. Porque a veces he pintado sentada en el piso porque la sillita que tenía se me rompió. Porque lo que más motiva es poder representar a mi país, y con cuánto amor lo hago".
6. Hace unos diez años conocí a Palmira Correa, con su sonrisa llena de flores y colores, pintada ella misma en intensas pinceladas, ella misma como protagonista de sus pinturas: rodeada de sus estrellas y chispeantes luces, porque los infinitos colores estallan de sus labios, de su don creador ilimitado, de la humildad serena y dulce de su bondad infinita. Ver los trabajos de Palmira es ver a un Aquiles Nazoa vitoreando los titiriteros de sus sueños. Los trazos vivos de los cuentos de Aquiles cuando pone a murmurar a los pichones de paloma en camiseta. Adentrarse en otras formas danzarinas de las muñecas de Zobeyda Jiménez con sus retablos hogareños: el encuentro, la mesa familiar, un diciembre con mujeres y niños: los alegres ojos fijos y netos, la olla, el pelo recogido, la hoja de plátano, los platos con la masa de maíz, el rito de las hallacas en un cortejo de contrastes luminosos: la familia.
7. Santos y procesiones en otros retablos. Gente apilada en los que resaltan los rostros congelados, de miradas concentradas, y colores otra vez a borbotones, todos con sus atavíos indígenas, trajes alegres, con sus alpargatas y tambores, negros, seres de caras aladrilladas, y un santo embutido en un arco que no tiene por qué ser san Benito. Que san Benito nos lo metieron camuflado. Y cerros de los barrios que parecen ramilletes de flores con muchos niños flotando como globos.
7. Luis Miguel Rodríguez recuerda a la creadora, "viviendo en su pequeña casa- taller ubicada en la parte alta del sector de Puerta Caracas, a las faldas de El Ávila, en La Pastora, Caracas, dueña - dice él- de un lenguaje plástico definido y poblada de un imaginario rico en personajes y temáticas, portadora de un dominio del color sorprendente, brillante, saturado, contrastante; de un manejo de las figuras humanas voluptuosas, desproporcionadas y cándidas a la vez, y de un repertorio de signos y símbolos que enriquecían el sentido de sus composiciones".
8. Añade Luis Miguel Rodríguez que para "Palmira, la pintura es más que un oficio, es un acto de fe, un milagro, una salida, un camino, es la forma de hablarnos, es su consolación, es estar, es existir, es ubicarse, es su alegría diaria, es su aliento... En cada una de sus obras, materializa con formas y colores su rico mundo interior poblado de recuerdos de una vida pasada en el oriente del país, de sus costumbres, tradiciones, paisajes; de su admiración, respeto y valoración por los héroes y figuras de la patria como Simón Bolívar, Antonio José de Sucre y Francisco de Miranda, por nombrar algunos; de su inmensa fe por Cristo crucificado, vírgenes, santos y ángeles, a quienes pinta de variadísimas formas, situaciones y contextos; pero también del entorno que la rodea, el paisaje, la naturaleza, la ciudad, el barrio, los pueblos de su imaginación; así como escenas cotidianas como juegos, fiestas, y celebraciones folklóricas… Su variado repertorio temático incluye, además, el mundo del boxeo, quizás en homenaje al pasado boxístico de su hermano, o escenas de teatro y de bailarinas, refleja su deseo muy viejo e imposible: ser bailarina. La mujer es representada en diferentes facetas, solitaria o acompañada, maternidades, matrimonios, familias, desnudas, en la cocina, vendedoras. En su producción hay un espacio para la auto representación, sí tal y como es ella, con sus botas negras, sus dos muletas, sus pinceles y su caballete".
9. En fin, lo que nosotros queremos es que inmediatamente se le dote a Palmira de los recursos, para entonces ella insuflarle alma a sus seres queridos, hoy pálidos y tristes en sus lienzos, ateridos de abandono y de soledad. Que la ayudemos, que le aportemos el aliento para que vuelva con mucho ánimo a dar vida al arte y a la cultura de nuestro pueblo. Eso es lo que queremos, eso es lo que pedimos…