¿Cómo desmarcarse del dogmatismo, letanías y rezos de los manuales "todes"?

Sábado, 07/08/2021 07:47 AM

Para deshacerse del dogmatismo no hay brebaje, acto de fe, ni ninguna vaina mágica, menos enlatada que valga. Para dejar de ser dogmático, hay que empezar por deshacerse de lo alquimista que hay en uno. Y por percatarse que, pareciera una mentira, pero es verdad, el dogmático, es como el borracho, mientras más toma para olvidar las penas o aliviar los dolores, más se hunde en su tragedia.

Los dogmáticos por ejemplo asocian lo de no serlo, a la condición de "reformistas" de todos aquellos que no aceptan o tienen la capacidad y hasta honestidad de ver el mundo tal como ellos. Según como lo aprecian, éste se mueve según sus mediciones, percepciones y hasta capturas. Es como si él les perteneciese y se moviese alrededor de ellos, les sonriese e hiciese señales para donde coge o cogerá. Como un juguetito o muñequito de cuerda. Es decir, quien no "vea" o "capte", lo que ellos "ven y captan clarito", son unos vulgares reformistas. Todo patuque, como el nuestro que sin duda es un enorme patuque, sólo se explica de una manera, el bloqueo e igualmente hay un solo culpable, el imperialismo. No se percatan que piensan exactamente igual que quienes quieren todo siga como va porque han hecho su "camita". No quiere decir, necesariamente, se hayan enriquecido, sino que sus gustos y ambiciones, en el mejor sentido de la palabra, están satisfechos. Quienes se enriquecen no son dogmáticos, sería una como honrosa clasificación, simplemente son lo que el lector sabe y de ellos, aparte de lo dicho, aquí no se habla. Los dogmáticos se refocilan y hasta masturban diciendo lo que creen como si la suya fuese la última palabra. Entonces, sin darse cuenta, juegan a favor de quienes dominan el mundo tal cual es y quieren que así siga, pues al no buscar acuerdos con cuantos quieran empujar la palanca que lo mueve, porque ellos solos no empujan con el mismo ritmo, dirección necesarios para que ande derecho o con justicia, entonces es mejor dejar las vainas como están. Y al proceder así, tal cual muchacho malcriado, fortalecen la idea y grupo al que creen combatir. Pero el dogmático se cree sabio, tanto que se satisface con creer tener la verdad encerrada en su mano derecha o izquierda, simplemente porque pudiera ser zurdo, no por otra cosa. El dogmático seguirá haciendo lo suyo, pues según él, ese es su discurso y justificación para los demás, es la forma de cambiar al mundo, pese todo va a seguir como viene y hasta en buena parte por culpa suya. No está dispuesto a ceder un ápice para acordarse y formar un frente una fuerza que, si puede empujar, no exactamente hasta donde él sueña y ofrece, pero sí para bien avanzar.

Para el dogmático el movimiento o cambio es un asunto que compete a la vanguardia, al ungido. La multitud sobra y molesta, pues el cambio social, según él, es como hacer una casa, una estatua o un mueble. Por eso suele decir o repetir, yo hago y acepto lo que "Él diga". Para el dogmático, hasta el hablar de los demás y de la multitud, debe sujetarse a sus deseos y contingencias, nunca al revés. La multitud sólo le sirve para que vote por él, pues eso de lo participativo y protagónico es una vaina en la constitución, como la carnada en el anzuelo del pescador.

De allí que, hasta saque una ley para que la gente, por la coercitivo de ella, lo impuesto, se vea obligada a decir todes, aunque eso le sea por demás extraño y ajeno. Como si la cama, casa, estatua o mueble fuese para él solo y por eso lo hace a su gusto y conveniencia y si a los demás no les gusta, pues que "se vayan al carajo". Haciéndolo así, entonces termina por acostarse solo, porque quién pudiera acompañarle al primer intento y hasta el segundo, para no sentirse infiel o desleal, o rebasado el pequeño instante de placer, prefiere volver a sus viejas querencias y acostarse en el suelo. Porque el dogmático tiene sus dioses y mañas inmodificables, pese hable del movimiento y hasta de una vaina que llaman la dialéctica, y cuando aborda la realidad concreta, la supone como cree le dicen aquellos, eso no se "negocia con nadie", ni siquiera con la realidad misma. Es el dogmático como el avaro, éste atesora dinero, él su sectarismo y supuesta sabiduría o certeza.

Por eso, el dogmático se acerca a la realidad, no abierto, desnudo para que ella lo impregne o penetre sino armado con su adarga, metido dentro de su armadura y sus órdenes a ella para que se muestre como él la conciba, no finja y menos se retuerza o incomode. Es un macho que aborda a la fémina como un ser inferior y sin ideas. Pero por dogmatismo, jura y perjura que es feminista o par mejor decirlo, contrario al machismo.

El dogmático cree que el mundo le pertenece a él y los tantos o pocos como él. El mundo es una bolita que rota, solo eso, ni siquiera el sistema planetario, tan simple que él y los otros dogmáticos le tienen en la cuenca de la mano. El resto no tiene opinión alguna que dar, salvo lo que cuadra en sus normas y "principios", los de él. En el dogmático, los contrarios están execrados, pues interrumpen o impiden el camino que la vida debe llevar según su percepción. Para el dogmático, la discrepancia no tiene cabida. Todo el mundo debe estar con él, corriendo el riesgo le finjan si no tiene como darles y repartirles para que cuadren, por eso quiere un solo partido, como quien quiere un corral donde encerrar sus animales. Aunque en verdad, el dogmático es como aquellos personajes de la llamada "Edad Media" del eurocentrismo, según los cuales las otras culturas no tenían valor ni significado alguno, tanto que decidieron hasta llamar a este parte del mundo nuestro América, sin importarles como se llamaba y a sus habitantes "inferiores" y salvajes, mientras ellos cometían salvajadas y se portaban "más inferiores" al imponer su violencia a un mundo y cultura pacíficos, por lo que los gringos no protestan, por un gesto de supuesta supremacía de ahora y un fenómeno de transculturización. Hasta las religiones occidentales, han impuesto por el mismo dogmatismo, que la mayor cantidad de santos "modernos" son europeos y pocos de los lados del pequeño espacio donde nació el cristianismo. Los demás, como José Gregorio Hernández, si llegan a beato, es de vaina. Bandidos, agresores y hasta ladinos de la edad media y de los tiempos de las cruzadas, nos los venden como santos. ¡Son vainas de los dogmáticos! En los tiempos de ahora, más o menos, sucede la misma vaina. Cada quien tiene sus santos particulares.

Porque el dogmático está convencido que el mundo y su movimiento, todo eso, pasa por su cabeza y ésta, la suya, resuelve toda conflictividad. Es decir, el dogmático se cree más inteligente que todo el mundo y lo es simplemente porque es dogmático y lo peor no es que no lo sabe y no lo reconoce, tanto que, para él, los dogmáticos están afuera. Cree que es virtuoso. Por eso "jura y perjura" que no es dogmático sino sabio y, para él, el mundo es una pequeña bolita que gira en la cuenca de su mano. Y si no dice que es sabio, solo lo sugiere, encarga a otros que lo digan a cambio de prebendas, no ofrecidas, pero si establecidas en la costumbre.

Esos tipos están en todos lados, allá y acullá, en la izquierda y la derecha y son los encargados que todo siga como viene, que es un mundo cabeceándose; pero ellos creen buscar el equilibrio, empujando para lados opuestos y lo que es peor, aun pensando que discrepan, están en perfecta armonía para destruirlo y separar a los humanos, tanto como predisponerlos a exterminarse.

Tanto citar vainas o repetir lo que otros dijeron en el pasado, no sólo aburren, sino que quien eso hace parece el mismo a quien se le descubre copiándose en un examen.

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