Si una pareja, dos amantes, comparten un marcado interés, una reseñable afición, o una vocación significativa por actividades religiosas, humanistas, artísticas, literarias, intelectuales o deportivas tienen asegurada una relación prolongada y acaso vitalicia. Si no comparten nada de eso como actividad (no pasivamente) habrán de estar atentos a compartir, de estos cuatro nexos de unión, al menos dos de ellos: el sexo, un gusto especial por la comida, el juego y por extensión la diversión, y la risa. Compartir intereses materiales o crematísticos no hace duradera una relación pues, aparte de que ésa puede ser la muy probable causa de ruptura, convierte a la pareja o a los dos amantes en socios capitalistas en los que prevalecerá el interés crematístico por encima de todo lo demás. Y digo que al menos de dos de esos cuatro nexos, porque si es exclusivamente el sexo el eslabón, la fatiga y el deseo de cambio llega pronto. Si es exclusivamente el juego, los amantes, la pareja serán dos bergantes que acabarán pronto arruinados y por consiguiente separados. Si es interés por la comida, por sí solo ese interés es inconsistente y la unión será más fugaz aún que la que hubo por razón del juego. Si es la diversión, por el mismo motivo durarán poco. Y por supuesto si sólo es la risa, no serán dos amantes sino dos payasos: el cara blanca y el augusto, sin el acicate de un público al que hacer reír.
Si, partiendo de que el sexo pueda ser el principal de los cuatro, que a veces no lo es cuando las actividades compartidas son muy gratificantes para los dos, y ambos lo practican con normalidad, regularidad y naturalidad bastará sumarle la diversión o el juego o la risa, o el gusto por la comida para pronosticar una relación duradera. Pero si confluyen los cuatro, aunque no compartan actividad alguna de las enumeradas: religiosa, humanista, artística, literaria, intelectual o deportiva, la relación, la unión de la pareja, de los dos amantes, podrá ser eterna pues las incompatibilidades eventuales de carácter quedarán ensombrecidas al lado del gozo por compartir todo lo demás, y al final de sus vidas nunca aparecerá el fantasma lacerante de la angustia y de la soledad.
Estoy por asegurar que éste último fue el perfil de la pareja para siempre… El perfil de la pareja de la actualidad está enmarcado en la amenaza constante de la falta del brillo en los ojos en el otro amante, en el miedo a la rutina y al tedio, y en la presencia presionante de la tentación por el cambio de pareja por cambiar, haya hijos por medio o no. Una sociedad, en fin, ésta a la que, mediando además tan incontables y graves contratiempos, no auguro acceso a lo que en otro tiempo fue llamado "felicidad", palabra que en estos tiempo, al menos en España, suena ya a ñoña y ridícula quimera…