Ni fuerte, ni soberano, ni digital. ¡Un plan integral !

Viernes, 13/08/2021 02:17 AM

jEn toda economía la moneda debe cumplir tres funciones fundamentales; la de unidad de cuenta, la de medio de pago y la de reserva de valor. Es la unidad de cuenta porque todos los bienes y los servicios se valoran en términos de esa moneda, bien sea el bolívar, el dólar u otra divisa. También cumple la función de medio de pago porque las transacciones de compra y venta de bienes y de servicios se hace a través de la utilización de esa moneda. Y finalmente, cumple la función de reserva de valor porque en la medida en que se mantengan activos líquidos en esa moneda, su valor se preserva en el tiempo.

Actualmente en Venezuela el Bolívar comparte con el dólar las funciones de unidad de cuenta y medio de pago, pero ha perdido su función como reserva de valor; esto debido a la hiperinflación sufrida durante los últimos años; que ha hecho desaparecer el valor del mismo y como consecuencia de esta distorsión, la preferencia de mantener reservas en bolívares por parte de las personas ha mermado significativamente. Las razones son múltiples; una tiene que ver con la descomunal inflación que ha pulverizado el valor del Bolívar frente a otras divisas de referencia, otra es la imposibilidad de utilizar Bolívares en forma de efectivo ya que no hay monedas y billetes en circulación para realizar transacciones de cualquier tipo.

Así mismo el encaje legal o eliminación del crédito bancario; considerándolo fuentes principales para el financiamiento del consumo; es este inexistente en el país; limitando la posibilidad de utilizar el Bolívar como medio de pago. No menos importante resulta ser la pérdida del poder de compra del Bolívar, salarios bajos que no permiten tener la capacidad de ahorrar y que simplemente se deben destinar a cubrir necesidades básicas.

Frente a este panorama en que el bolívar comparte y ha dejado de cumplir una de sus funciones principales es que nace la propuesta de la tercera reconversión monetaria en menos de tres lustros; en un panorama poco alentador donde los precios han aumentado más de 16 millardos por ciento desde noviembre de 2017 y 37 millones por ciento desde la última reconversión monetaria; según cifras de Ecoanalítica. Esto se ha traducido en aumento de la pobreza por el desplome de la capacidad de compra de los ingresos de la población, y por la imposibilidad de acceder a productos de primera necesidad, como alimentos y medicinas, creando una situación de hambruna con un aumento notable de la mortalidad y la morbilidad. ¿Pero cómo es que esto ha podido pasar en un país potencia en materia petrolera? A mi modo de ver esto lo explica 4 causas fundamentales; 1. La monetización del enorme déficit público 2. Una severa restricción de bienes y servicios 3. La ausencia de inversión que limita la producción 4. La creación desproporcionada de dinero sin respaldo.

En ese sentido; más que una nueva reconversión monetaria es necesario un plan integral de reformas económicas, ordenado, consensuado; con tiempos prudentes y bien informado al público que permita devolver la fortaleza de la moneda y que logre recuperar la confianza perdida por parte de los ciudadanos. Parte del plan:

Devolver la autonomía al Banco Central de Venezuela (BCV) y racionalizar el gasto público.

El BCV se ha convertido en el instrumento del gobierno para crear inflación; financiando el déficit o la brecha de lo que se gasta sobre lo que ingresa actualmente, perversa práctica de transferir exorbitantes cifras de dinero sin respaldo al torrente económico del país. Urge imponer disciplina fiscal y monetaria, estableciendo límites al gasto público, controlando efectivamente el uso de los recursos, hacer eficiente el gasto y desarrollar estructuras adecuadas de recaudación de impuestos. El déficit fiscal debe financiarse como corresponde, con ahorros gubernamentales acumulados previamente o a través de endeudamiento interno y externo; por consiguiente, para evitar las consecuencias nefastas de esta práctica es imperioso que el BCV se le devuelva su autonomía para lo cual pueda negarse a financiar el gasto público deficitario y establecer metas inflacionarias.

Estimular la inversión y la producción nacional

Se debe incentivar la actividad productiva que permita incrementar la cantidad de bienes y servicios disponibles, además de diversificar la producción con el fin de ampliar la gama de productos que se ofrecen y se exportan; para este fin los incentivos financieros y fiscales, la preservación del estado de derecho y la independencia de los poderes públicos permitirían recuperar parte de la confianza perdida; esa mayor inversión moderniza las fábricas y los centros de prestación de servicios, y los hace más eficientes y productivos; y además se traduce en mayor competitividad y en una moderación paulatina de los precios.

Reducir el déficit fiscal

Ningún programa que busque eliminar una hiperinflación tendrá éxito si no controla el déficit fiscal. Se debe imponer disciplina fiscal mediante la eliminación de la práctica de incurrir en exceso de gastos sobre ingresos que obliga al gobierno a endeudarse masivamente y acudir a su prestamista predilecto el BCV, (en especial se debe dejar de cubrir el déficit de las empresas estatizadas improductivas). En el caso de la economía venezolana que es dependiente de la exportación de recursos naturales, es fundamental la creación de un fondo de estabilización y ahorro que eviten la implantación de políticas fiscales desproporcionadamente expansivas en los años de altos precios de las materias primas, para luego sufrir devaluaciones, penurias e inflación en los años menos favorables.

Así pues, si la actual reconversión monetaria se limita a solo convertir la unidad monetaria sin que la misma esté complementada de un plan de estabilización; cuyo fin sea el abatimiento de la hiperinflación poco o nada será lo que se logre. Más allá de la percepción inicial de una moneda más sólida y estable; esa percepción será ilusoria.

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