El conocimiento y el miedo a la revolución

Martes, 17/08/2021 03:01 AM

Es sorprendente que nuestra gente desarrolle una extraordinaria capacidad de adaptación, hasta el punto de llegar a vivir en la indigencia sin pensar en rebelarse contra el mundo; no está dispuesto a aprender a leer, pero si se instruye rápidamente en el oficio de mendigar, estafar y comer basura. Es el crápula que llevamos dentro y la docilidad atávica del esclavo. El miedo a cambiar es el peor de los daños que nos han hecho esta sociedad, la sociedad capitalista contemporánea. Una sociedad sin tensiones sociales claras, sin revoluciones sociales; todo el mundo quiere a sus verdugos, solo pide más oportunidades para engañar o ser engañados, poder pisar a otros o ser pisados, que la competencia fluya, quizás por eso emigran, buscando más oportunidades de ser como instintivamente son. Inclusive la clase media, cargada de prejuicios sociales, no siente tanto miedo de la crápula, a delinquir o al hambre, como de que cambie la selva capitalista; modificar su rutina de la supervivencia enfrentando la pobreza y la ignorancia, luchando por una sociedad mejor, más amable y amorosa; son conservadores por naturaleza. La gente en el capitalismo, cuando lucha, lucha sola y sólo cuando tiene un objetivo fácil, un contendiente fácil a vencer.

La delincuencia (la que no es el capitalismo) organizada en los barrios, es la respuesta y el reto de lucha social más resuelto y temerario que hoy conocemos, sin embargo a lo interno su composición social y los valores que la defiende no son muy diferentes a los del capitalismo, su ideología no es distinta a la del sistema que violentan, es la misma. En nuestro mundo contemporáneo no existen luchas anarquistas socialistas que practiquen la libertad; en la década del 70 y del 80 todavía había grupos de anarquistas practicantes que se "auto pagaban" los sueldos saqueando tiendas y supermercados, violentando las normas, ¡ni siquiera eso se ve hoy día!, ahora todo el mundo tiene un precio. Tampoco hay organizaciones socialistas en pie de lucha frontal en contra del capitalismo, que cuestionen sus valores, con un contenido ideológico claramente contrario al egoísmo mezquino y a la indiferencia: todos quieren comulgar con el capitalismo aun llamándose socialistas. Parece que todo se resume en el poder, sustituir a otro para seguir siendo el mismo rebaño y haciendo lo mismo del rebaño. Esto es lo más resuelto a que llega el marginado, el que no tiene nada qué ofrecer en el terreno de las luchas sociales; a reproducir la misma sociedad que lo aplasta.

Superar el miedo a la revolución es encontrarle un sentido a nuestras vidas en una causa rectora elevada, noble, y defenderla hasta morir, pisar el futuro imaginado sin miedo. Para eso hace falta conocimiento, altura para poder ver con claridad el problema existencial de toda la humanidad, no solo la más cercana. Un ejemplo sencillo: Vincent Van Gogh toda su vida quiso vender sus cuadros para poder sostener su Obra, pero se dice que en toda su vida como pintor solo pudo vender uno solo, porque se negó a renunciar a su Obra, a su ideal, a su conocimiento, el cual era verdaderamente revolucionario. En otra dimensión, Bolívar muere traicionado por no querer renunciar a sus ideales, ¡no iba cambiar una clarividencia del mundo por complacer a oligarcas mezquinos, cortos de visión, codiciosos! Igual Chávez, el cual fue asesinado y enterrado junto con la investigación de su muerte, también Che muere por sus ideales, los cuales nacieron de la misma fuente que los otros: el conocimiento.

La ignorancia es una vida miserable, sin gloria, y una vida sin gloria se pierde de la memoria. Detrás del miedo está la ignorancia y este miedo es el que forma rebaños. Sin embargo el humano es mucho más que un rebaño, es ser pensante, es conocimiento, es conciencia, individuo y ser social a la vez. Su acción de vida tiene la obligación de perpetuar a su especie en el tiempo, su instinto propio es el conocimiento y la voluntad de cambio, de perfección. Lo que la evolución hace en los animales, el hombre debe hacerlo consigo mismo.

En la academia estas ideas de corte existencial parecen distanciadas de nuestras vidas, sin embargo, hoy día, de cara a la precariedad de la vida en el planeta, de la vida humana y natural, de la armonía social, muchas de estas ideas aparentemente muy abstractas cobran sentido de forma concreta y personal. Ahora la revolución socialista es una necesidad vital y existencial, para mí y para todos, ahora no hay opción, o cambiamos o cambiamos, si no queremos perecer. Cambiamos el modelo de desarrollo, de producción y la mentalidad egoísta, vanidosa, de vivir para ser inútiles a la sociedad y el planeta; o dejamos de aprovecharnos del otro, o nos ennoblecemos atendiendo y preocupados por el destino de los otros y del planeta, o dejamos de ser indiferentes…, o todos moriremos.

Sin encontrarle sentido a la pervivencia, sin razones para procrear, para trabajar, para soñar; criando un sentimiento de pérdida parecido al saberse amenazado por el fatalismo de una guerra nuclear, por una guerra universal, tal y como nos lo enseña el capitalismo, nos envilecemos para nunca luchar, porque creeremos que en cualquier momento moriremos sin remedio.

El capitalismo nos educa en el fatalismo de su irremediable existencia. Resignarnos a seguir votando para extender un poco más nuestras vanas esperanzas, acostumbrarnos al fracaso, a la indiferencia, al "que sea lo que dios quiera"; parece que salir de ese círculo maldito nos aterra mucho más que el Koki, o las alcabalas policiales, o que se restaure el pasado, que creíamos superado. La revolución es, en principio, tarea de los que no tienen miedo a vivir en verdadera libertad, que no quieren subsistir atados a la miseria espiritual de la sociedad de consumo, que buscan y necesitan el conocimiento para hacerse una visión amplia del mundo, y encontrar el sentido existencial propio y de nuestra especie y las razones para cambiar cambiarlo, para hacer una revolución socialista, ahora no hay otra más urgente.

¡VIVA CHÁVEZ, SIN MIEDO!


 

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