Cierre de calles públicas

Cumaná: en medio de una lucha entre dos concepciones

Martes, 24/08/2021 02:25 AM

"Es necesario llevar en sí mismo un caos para poner en el mundo una estrella danzante". Nietzsche [i].

PREÁMBULO

Las reflexiones contenidas en mis artículos anteriores, el de "Cumaná: víctima del síndrome del desafuero vecinal sin límites" y "Cumaná: cierre de calles públicas con portones en varios sitios de la ciudad", sí generaron reacciones y opiniones. Muchos se sintieron, de alguna manera, aludidos y decidieron en un gesto que yo aprecio, responder.

Quiero decirles a ellos, que lo que he pedido, es que pensemos entre todos, que lo hagamos y no en una contienda por la razón -ella no es un producto o bien que se posea- la razón es resultado de interpretar hechos, para llegar a conclusiones.

De lo que se trata en realidad es de cumplir con nuestro deber como vecinos y establezcamos el debate -o la conversación- y que seamos racionales en el análisis y asumamos conductas coherentes con ellos, pero, también las consecuencias por nuestras acciones.

Sobre esto último me gusta insistir, si es que pretendemos ser responsables, pues toda acción, por más lógica que sea, genera consecuencias. Más aún cuando se involucra a la sociedad en su conjunto, es decir, cuando participamos de la "política".

Ella, así les disgusten reconocerlo, es a su vez y de manera lícita, un ejercicio de poder y de responsabilidad y, si bien compartimos que tal cosa no implica el uso de la guerra y la destrucción del otro, no se engañen pensando que eso se evita con "otro tipo de política", la que algunos llaman "culta". Esa no existe.

CONSIDERACIÓN PREVIA

Es verdad que el "síndrome del desafuero vecinal sin límites" -no es una enfermedad ni un trastorno- sus síntomas se caracterizan por provocar dificultad para la interacción social, rutinas y conductas repetitivas en varias urbanizaciones de la ciudad de Cumaná, por no atender a la guía de las leyes, por nacer de manera espontánea, sin orientación de instituciones del Estado e incluso, ser orientadas por la pasión y no la razón.

Esta sintomatología se manifiesta con el cierre de calles públicas con portones –permisado o no, reñidas con la constitucionalidad-, aprobadas en conflicto con las leyes que rigen la convivencia y derechos ciudadanos e inusuales formas de atribuirse fórmulas de "castigo y/o sanciones" contra otros vecinos asumiendo competencia intransferible de las instituciones del Estado.

Esta manifestación, ocurrió en medio de una contradicción social entre los que defendían, directa o indirectamente, dos concepciones vecinales:

  • La primera, "la seguridad y el confort como solución para unos" –las que atendían a soluciones sin considerar el contexto de cómo implementarlas-.

  • La segunda, "la seguridad, pero con libre tránsito vehicular y peatonal, y garantías a derechos a la propiedad y otras, producto de un plan apegado a las normas legales" -la de los que deseaban que las cosas cambiaran para bienestar INTEGRAL de todos-.

Pero, por esta lucha, perfectamente justa -¿y ética?- que se daba en el seno de la sociedad cumanesa –y ahora sabemos que en otras-, no pudimos ver lo que le estaba ocurriendo al "uso colectivo y de orden público constitucional", no percibimos sus señales, lo cual no nos exonera de nuestra responsabilidad, ni a uno como individuo ni a la sociedad como conjunto, ni al Estado como instrumento de organización.

ACOTACIONES NECESARIAS

Por ahí andan ya, como si no fueran responsables de nada, los líderes vecinales de algunas urbanizaciones –asociación orgánica les llaman [ii]- que saben que detrás de toda esta "lucha social entre dos concepciones vecinales", existe un juego de poder y de control, bajo el amparo de alguna acción noble o altruista en beneficio de la comunidad.

Por lo que me pregunto:

¿Serán acciones de contrainsurgencia social y/o acoso social propiamente dicho?

Es cuestión de cálculos, hay gente mucho más despierta o más aviesa que otras en contra de las personas o familias a quienes se desea destruir socialmente, generalmente de manera encubierta y desconocida, vale decir, de forma clandestina.

Lo que procede ahora, a mi modo de ver, es la posibilidad de diseñar la recuperación -desde la perspectiva de la misma gente- del papel de la Defensoría del Pueblo, de la Fiscalía General de República, de la Alcaldia del Municipio Sucre del Estado Sucre y demás organismos con competencia en derechos humanos y civiles.

Porque es necesario que se investigue más ampliamente este fenómeno, se regule y se encaminen al flujo legal de "justicia-equidad-igualdad" con sendas comisiones de estas instituciones en las ciudades y centros urbanos, por sus implicaciones de intolerancia, excesos y violación a derechos constitucionales que pudieran estar suscitándose entre comunidades vecinales en Cumaná y en otras ciudades de Venezuela.

Y, sobre todo, me pregunto:

¿Qué decir de la actitud de aquellos que señalando la anormalidad como excusa, se asocian, sin salpicaduras visibles, a una lucha por la destrucción del contrario, con pizarra, portón y todo?

Frente a estas reflexiones de lado y lado, Cumaná necesita vecinos que se abran a la discusión sobre dos concepciones vecinales, que sin duda alguna, están en juego, porque una solución no puede ser para unos y problema para otros.

Eso, al margen de nuestras pieles sensibles, es lo único que vale la pena co-trabajar. Éste problema es la diferencia entre "lo que es y lo que debería ser". Por eso, "aclarar-decidir-analizar" será los conceptos básicos que conforman el núcleo de nuestro co-laborar.

REFERENCIAS

[i] Friedrich Nietzsche (2005). Así habló Zaratustra. Edición de José Rafael Hernández Arias. Madrid: Valdemar. La cita de Nietzsche es una de las tantas inscripciones que colmaron las paredes de Nanterre, de La Sorbona, de la Facultad de Letras de Censier, de Las calles del Barrio Latino, durante aquel verano francés de 1968.

[ii] La "asociación orgánica" funciona, en ese uso del nuevo lenguaje político venezolano del siglo XXI, como sinónimo de Junta de Vecino oficial del antiguo régimen de organización social comunitaria, para la legitimación del grupo dominante ante la sociedad civil y como antítesis a los Consejos Comunales.

¡Que se abran cien flores y florezcan cien escuelas de pensamiento¡

 

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