- En la fotografía vemos al señor Neptalí Mora sobre los escombros de lo que fue una de las más peculiares y hermosas posadas de Venezuela, la muco-posada Las Hortensias. Posa Neptalí su brazo sobre su hijo Toñito, a su lado se encuentra su esposa Marcolina quien luego de una larga enfermedad de la vista, quedó invidente. A la derecha de la señora Marcolina están sus hijas Nátali y Angibel. Bajo los pies de ellos, un enorme pedregal que a la final bajó de una montaña cercana, por el que desciende un arroyo y acabó sepultando aquella espectacular, humilde y noble vivienda. Todo lo había hecho Neptalí con sus propias manos y con su ingenio maravilloso. La casita tenía dos pisos, en la parte baja contaba con dos habitaciones en una de las cuales llegó a pernoctar en varias ocasiones la conocida trashumante del turismo nacional, doña Valentina Quintero.
- Las habitaciones contaban con buenas camas matrimoniales, cada una con baño con agua caliente porque tenía un panel solar para tal fin. Allí la gente que se hospedaba tenía servicio de restaurante, atendido por su esposa Marcolina y sus dos hijas, porque Neptalí fue un hombre que quiso aprender todo lo que tuviese que ver con una atención de calidad para el turista. Aprendió y tomó cursos en numerosos viajes para conocer la mejor manera de llevar su posada. Al lado de las habitaciones estaba el comedor arreglado a la usanza de los viejos tiempos, cuando el señor Corsino fundó la aldea. Desde el corredor que lleva al comedor, se podía apreciar el monumental boquerón por el que serpentean el camino real que sube hasta la aldea y que en parte fue construido por el viejo sistema de los convites, únicos en Venezuela.
- La casita era pequeña pero muy bien distribuida. En ese pequeño corredor en el que se encontraban las habitaciones para los huéspedes, se encontraba la cocina, ya propiamente en el área privada de la vivienda familiar. Pero uno podía con el debido respeto, pedir permiso y tomarse un cafecito conversando con los dueños, viendo deambular, un poco más allá en el patio, los cochinos, alguna que otra cabra, unos caballos para los paseos, perros, gatos y gallinas. En ese patio Neptalí tenía un horno para hornear pan, un tanque para la despulpada del café y una explanada con cemento para secar ese mismo café. Todo eso se lo llevó el deslave, a las 9 de la noche del 24 de agosto de 2021, cuando la familia ya estaba acostada.
- Tenía, en su afán por servir de la menor manera posible a sus huéspedes, una truchicultura que construyó con grandes sacrificios y que abastecía de truchas no sólo a La Coromoto sino también a las comunidades de alrededor. Era una llamativa fuente con un tanque superior, el cual descargaba agua a una laguna. Llegó a tener truchas azules, y llegó a dominar con bastante acuciosidad todo lo referente no sólo a la cría de truchas, sino a lo que tenía que ver con la elaboración de quesos y también el uso del sagú en la preparación de ricos platos. Él mismo sembró multitud de plantas útiles y desconocidas en la región, y le sacó provecho para la elaboración de panes y tortas. Todo eso se lo llevó la grava que bajó el 24 por la noche.
- Para 2014, Neptalí pudo ampliar su posada, y le construyó una buhardilla en la parte superior de su espacio privado familiar, pero con una entrada independiente. Todo con grandes esfuerzos, acarreando pesadas tablas de cínaro, peralejo y techos de mapora. Eso se lo llevó la vaguada.
- Los turistas jamás se aburrían en aquel paraíso y eran llevados a dar paseos inolvidables, a pie y a caballo por los alrededores. Llegaba uno de vuelta cansado y hambriento y si quería podía irse y darse un chapuzón en el río. Luego, por la tarde había tiempo para visitar el trapiche del señor Corsino, y conocer el famoso burro Remolino que cuando uno lo saludaba el respondía con unos rebuznos cordiales e inolvidables también. Luego por la noche, llegaba el momento de adentrarse en las historias contadas por los hijos del señor Corsino, todas memorables y sabrosas. Yo cuando estuve en la posada de Neptalí por primera vez con mi esposa, y vimos la espectacularidad de aquel sublime paraíso, nos propusimos hacernos una casita y terminar nuestros días allí, y así lo hicimos.
- La muco-posada Las Hortensias, de Neptalí Mora era de las más bellas de Venezuela. Poseía, como hemos dicho, una de las vistas sublimes, desde lo más elevado de la aldea La Coromoto, en Canaguá, de los Pueblos de Sur, en los andes merideños. A un kilómetro más o menos antes de llegar a Canagua existe un desvío que lleva a la aldea La Coromoto, a unos cuatro kilómetros de la vía principal.
- Esta muco-posada, levantada con muchos esfuerzos por su dueño, el joven Neptalí Mora, llegó a convertirse en uno de los mayores atractivos turísticos en la zona sur del Estado Mérida. Y allí recalaban investigadores, gobernadores de Estado, estudiantes de la ULA, productores agrícolas y pecuarios, empresarios y muchos turistas extranjeros.
- La muco-posada Las Hortensias llegó a pertenecer a la red Andes Tropicales, y yo que las conocí casi todas puedo asegurar, sin ninguna duda que ésta era la mejor de todas. Neptalí Mora es un campesino y productor de la zona que nació en la propia aldea La Coromoto, y levantó con visión y mucho tesón aquel imperio de amor y encanto.
- Ahora, él, de pie sobre esos escombros, sabrá levantarse con su ingenio y su poderosa voluntad, para salir airoso de esta dura y terrible situación, pero sin duda que requerirá de ayuda del Estado. No podrá ser fácil sin esa ayuda, en medio de tantas dificultades de esta hora, con su esposa invidente, con sus hijos pequeños. Todos debemos ayudarle, y así tenemos la confianza que habrá de ser, porque la revolución bolivariana conoce y a la vez confía en los grandiosos dones creativos y humanos de Neptalí Mora.