El síndrome de Estocolmo y el síndrome del hijo pródigo venezolano

Martes, 31/08/2021 09:23 AM

Un síndrome es un conjunto de síntomas que caracterizan a una enfermedad, o a una determinada situación. El síndrome de Estocolmo se caracteriza por la simpatía de la víctima hacia el victimario, define a esta conducta paradójica. Aquí en Venezuela se podría hablar del Síndrome del Titanic, o quizá del Síndrome del hijo pródigo.

El hijo pródigo recibió la parte de su herencia y se hizo rico de la noche a la mañana. No pudo manejar aquella fortuna, se embriagó de riqueza y la despilfarró en la vida desenfrenada. Luego, arruinado, regresa a casa y el padre lo recibe con los brazos abiertos.

Con el gobierno madurista sucede algo similar, paradójico, recibió la presidencia como caída del cielo, de la noche a la mañana se vieron en las alturas del poder, con capacidad para hacer y deshacer, y se volvieron locos. En lugar de fundar, de construir, se dedicaron a destruir. Se comportaron más como miembros de una pandilla de barrio, un pranato, desataron una operación psicológica contra el liderazgo chavista que pudiera hacerles sombra, así acusaron de traidor, de corrupto a todo el que tuviera brillo propio. Con ese comportamiento absurdo, mezquino, se olvidaron de construir un plan de gobierno, todo en ellos fue táctico, pragmático, mezquino; por supuesto, al cabo de pocos años, causaron la ruina moral y material de la nación.

Ahora arruinados, no regresan a sus querencias naturales, al soberano que les dio ese poder, al contrario, van a pedir clemencia al enemigo principal de la humanidad. Ya lo dijo el Che, al imperio no hay que creerle ni tantico así. Es que el madurismo derrotado no tiene otra opción, sino regresar como el hijo pródigo venezolano, no a la casa del soberano que le dio el poder, sino a la casa de su enemigo.

El hijo pródigo venezolano pide clemencia en México, de ese armisticio no se puede esperar nada bueno para las mayorías, allá están sentados los culpables de este desastre que hoy vivimos. Tratan de salir del atolladero de la mejor manera posible, el principal objetivo es desplegar una operación psicológica para adormecer a la masa sufriente, que no les pasen facturas, dirigir sus reacciones hacia objetivos secundarios, hacia chivos expiatorios, hacia metas subalternas, a la conquista de medidas paliativas a la crisis de sobrevivencia, que narcotizado se distraiga enlazando nubes. Pero, sobre todo, allá en la tierra de María Félix y Agustín Lara, tratarán de que su sistema político se engrane con la entrega descarada de la riqueza nacional.

El síndrome del hijo pródigo venezolano tiene algunas características destacables: una, el hijo no regresa arrepentido, al contrario, llega mintiendo, excusándose; así, la culpa de la ruina no es el despilfarro, la embriaguez, el pragmatismo de los que detentan el poder, la culpa es de otros. El pródigo venezolano, el madurismo, regresa de su fracaso, no arrepentido, con ánimo de enmienda, no; paradójicamente, regresa soberbio, poniendo preso al que le diga la verdad, persiguiendo a la disidencia, exiliando a los antiguos chavistas que le recuerdan su infamia. Regresa suplicante con el enemigo del socialismo, con los empresarios y con los imperios.

Al hijo pródigo que regresa de la ruina que causó no lo recibirá el soberano con los brazos abiertos, allí no hay conversión, rectificación posible, la soberbia del madurismo y su probada ineficacia, su mediocridad lo anula para seguir gobernando.

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