Nunca había visto tal pleito de dioses en pedregales del cielo

Domingo, 05/09/2021 01:41 AM

18-8-21: No se consiguen huevos porque las gallinas están soltando las plumas y porque cuando llueve se niegan a poner. La producción de queso sí está pujante porque las vacas tienen pasto en abundancia. De resto, se consigue sin problemas yucas y auyamas, tomates y papas, ajo, caraotas negras y jojotos tiernitos.

Viene Ángel a trabajar, y se pone a desyerbar con nosotros. Ayer, mientras le charapeaba a un hacendado de El Rincón, sufrió un severo accidente: en un falso movimiento que hizo se hirió con el machete, un poco más abajo de la rodilla izquierda y el sangrero fue tal que se le llenó la bota, se le empapó la media, y con barro y café los compañeros formaron un emplaste con el que le controlaron el derrame. Así y todo, tuvo que seguir trabajando seis horas más, en medio de la lluvia.

Ángel se encarama en el guamo negro y baja más de cincuenta parchitas.

Almorzamos con Ángel, espagueti, cambures verdes sancochados y caraotas negras. Tomamos jugo de guanábana. Luego María Eugenia nos sirvió un pudin de chocolate, y rematamos con un café.

Viene subiendo del pueblo Marcolina y su preciosa hija Natali, pasan y les servimos jugo de guayaba y un trozo de arepa de harina de trigo. Vienen quemadas por el sol y por el maratón que se han dado. Natali es la niña más preciosa en mil kilómetros a la redonda; cumplirá quince años el 19 de noviembre, el día en el que también yo cumplo, no quince sino quinientos años. En noviembre también cumplen años el señor Corsino y su hijo Manuel Ovidio.

19 – 11 – 21: Son las 10:12 am y nos encontramos sin electricidad desde anoche a las 10. Debe ser alguna guaya que se reventó estas incesantes lluvias. Llevábamos como una semana ininterrumpida sin cortes eléctricos.

El día ha estado apagado.

Sube Natali con tres recias vacas de Neptalí. Las trae desde El Cobre.

  • Ah, qué buenas vacas tiene tu papá. Oye Natali, ¿y tú ya ordeñas?
  • Sí, señor José.

La electricidad la reponen a las 10:25 am.

Pasa una bandada de niñitos alegres y conversadores hacia El Cobre; van Natali, Duban, Jackson, Toñito y Mariángel.

El día puja por llover, garúa y se esconden las nubes, luego se empaña el cielo de nubarrones, se asoma un sol crudo y colado, revienta como luz mortecina y queda en suspenso una tormenta en ciernes.

A las 12 volvemos a quedar sin electricidad. Almorzamos, nos echamos a reposar y la 1:30 salgo con la perra y visito a Avenildo. Está don Avenildo en el corredor con sus perros, cochinos y gallinas. Nos ponemos a hablar, su esposa doña Rosa nos trae una buena taza de café negro. Me despido y cojo hacia la casa del señor Corsino pero encuentro desierto el lugar.

Ya uno no puede estarse quieto. Voy a recoger la leña para guardarla en el lavadero. La electricidad la reponen a las 4:35.

Hay un placer noble y sagrado en el recorrer una y mil veces nuestro terreno, viéndolo tan cuidado, la grama bien recortada como una alfombra; viendo una y mil veces los cafetos, sus pepas, sus hojas, mirando a lo alto de los limoneros para apreciar sus frutos o su floración, detenernos ante el mandarino y el naranjo al que le han salidos unos troncos extraños de largas y verdes hojas con espinas que son raros injertos; ir hacia el huerto donde están en fila toda la leña que tenemos a sol y agua; bordear la cerca donde están las moras y luego llegar al cambural. Pasar y repasar cada palmo otra vez, y mirarlo luego a la distancia, sentándonos en la troja o en el porche o desde la puerta que da a nuestro cuarto. Y esto, varias veces al día desde la madrugada hasta la noche.

En medio de un profundo silencio, todavía con llovizna, recogemos nuestros bártulos de batalla y nos retiramos a entregarnos al sueño hasta mañana.

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