Los pueblos del mundo exigen una nueva globalización solidaria
Por: Jorge Rachid
Martes, 28/09/2021 05:24 PM
Siempre hubo en la historia de la Humanidad globalización. Se produjeron por invasiones, guerras, religiones que avanzaron sobre nuevos territorios como en América donde las creencias ancestrales fueron enterradas por la nuevas colonizadoras, aunque quedaron impresas en la memoria colectiva de los pueblos que las siguen practicando, en ese sincretismo transcultural que es parte de nuestra identidad nacional de Patria Matria Grande. En la Europa bárbara el cristianismo avanzó hacia todas tribus y reinos anteriores a las monarquías, los normandos, los sarracenos, los magiares y los eslavos, mientras el Islam lo hacía en Oriente desde el año 700 (dC). No había Internet pero la Globalización existía.
Quienes se refieren a la globalización como un episodio devenido de la Modernidad, amputan la historia, en algunos casos pretenden fijarla como foto inamovible de una época que asocian a las conductas políticas dominantes en esa etapa histórica, como sucede en este tiempo en el cual el neoliberalismo pretende, como cultura dominante en Occidente, instalarla como un discurso único en la consolidación de sus herramientas de dominación, disciplinamiento y sometimiento de los pueblos. Esta globalización actual fue cuestionada en su estructura vestida de Modernidad, por la crisis de la guerra Pandémica a nivel internacional, que puso al descubierto la Crisis Civilizatoria y Moral de la Humanidad.
Así cayeron los conceptos básicos de los pilares teóricos neoliberales, en sus libretos pétreos, como el Estado mínimo al servicio del capital privado y el egoísmo individualista, que fueron ambos destruidos por la lógica recuperada del Estado como ordenador social, al servicio de los intereses populares de cada pueblo y de la solidaridad social activa, como expresión máxima de lucha por un destino común, en éste caso vencer la Pandemia. El neoliberalismo sufrió una derrota conceptual importante, que será sin dudas uno de los puntos de disputa en el futuro de los pueblos.
Es imposible predecir el futuro, pero no sería desatinado afirmar que el pasado no será el mismo que en épocas pre pandémicas, ya que la conmoción mundial de un episodio dramático como una guerra mundial, que deja secuelas por generaciones en esta crisis sanitaria que sufrimos, traerá también un reacomodamientos en el tablero geopolítico, que ya estamos observando en las diferentes elecciones y procesos políticos que suceden a lo largo y ancho del mundo.
Es que en la globalización que vivíamos, se habían naturalizado situaciones injustas e inhumanas que alteraron las conductas comunitarias de los pueblos del mundo, instalando un juego perverso, que lleva al racismo social, desde el rechazo de los migrantes al enfrentamiento sutil, pero social y clasista, entre trabajadores manuales y trabajadores profesionales.
Es una carrera instalada por el neoliberalismo cultural individualista impiadosa, estresante, meritocrática y lesiva al ser humano y al bien común, que indefectiblemente lleva a la diáspora social, por la indiferencia que genera hacia “el otro” y el clasismo racista entre quienes son integrados a la Modernidad, porque “lo lograron” y quienes deben resignarse a ser trabajadores, empleados, precarizados, marginados, excluidos del mundo de los notables, los que tienen futuro brillante frente a los que vivirán una vida oscura, por no haber comprendido que la sucesión de Tesis, Maestrías, Doctorados, Títulos profesionales, Relatores de Congresos, Miembros de Academias que supuestamente los hacen brillar, son aquellos instrumentos que les permiten creer ser parte de una clase que ordena, frente a quienes obedecen, los menos que subordinan a los más.
Malas noticias para quienes creyeron esa falacia: los pueblos del mundo y el nuestro, son aquellos protagonistas, los únicos que escriben la historia, que no se hace en los gabinetes cerrados de los despachos oficiales, ni talentos lúcidos, ni funcionarios iluminados, ni por decretos, ni por leyes, menos aún por represiones que estimulan todavía más la capacidad de lucha y movilización del pueblo, en función de corregir los rumbos de las políticas antipopulares. Sucede en todo el globo y sucederá en nuestro país, sucedió antes y seguirá sucediendo.
Si bien es difícil de imaginar el los tiempos el devenir, si sabemos que los jóvenes que necesariamente por una lógica biológica escribirán la historia de los tiempos futuros, están movilizados frente a una lógica que los margina, adulto céntrica, que fija los ejes en sus propias historias de lucha antes que en reconocer, los nuevos tiempos de angustia existencial que se plantean en las nuevas generaciones. Estas demandas que pasan por caminos diferentes de construcción de pensamiento de las nuevas generaciones, como el calentamiento global, los procesos autoritarios gubernamentales, la hipocresía política, las mentiras como instrumento de poder, los frenos a la liberación femenina, los cánones injustos, de doble rasero, entre drogas permitidas y no permitidas, de acuerdo a la presión de los factores de poder económico que le dicen sí a los medicamentos venta libre, psicofármacos, al tabaco y al alcohol, lo estimulan y promueven y le dicen no a otras sustancias.
La inmoralidad del juzgamiento social sobre ricos y pobres, sumado a la discriminación de los jóvenes, la explotación de los trabajadores precarios, la persecución por portación de rostro o ropa, las palabras despectivas sobre la situación de indigentes y personas en situación de calle, la presión de los medios hegemónicos para el otorgamiento de subsidios a las grandes empresas y la denostación permanente y peyorativa de los planes asistenciales a grandes masas de población, pero estimulando la rebaja de impuestos a los ricos y los subsidios a los sectores concentrados de la economía, son ejemplos ilustrativos de la hipocresía política y social de nuestra realidad.
Contra esa situación luchan nuestras jóvenes generaciones en forma cotidiana, poco visibilizada, menos escuchada y escasamente comprendida por la dirigencia en todos sus niveles, lo cual lleva después al estupor de comportamientos de los jóvenes, no esperados de esos sectores.
Entonces siempre habrá una Globalización que nos permita estar como género humano relacionados, pero se abre frente a la situación pos Pandémica, como en todas las pos guerras un período de afianzamiento de la paz, donde los actores políticos, económicos y sociales siendo los mismos, intentan travestirse de formas más humanas, menos complejas, pero igual de hipócritas en sus disputas de poder.
Los pueblos del mundo lucharán por una globalización de la solidaridad y de la distribución de las riquezas, que impida el hambre y la desnutrición de miles de millones de seres humanos, donde lucharemos por impedir que el agua sea un bien de Mercado y donde la madre Tierra no sea una matriz explotada sin fin, poniendo en riesgo la Humanidad.
El capitalismo financiero es el límite de la brutalidad inhumana de la acumulación de riquezas y la exclusión social de los pueblos, saqueando los recursos naturales, colonizando cultural y económicamente desde posiciones de poder imperial. En nombre de valores supuestamente intangibles como “democracia y paz” desencadenan angustia, dolor social, destrucción y muerte en millones por “guerras”, generando desplazados migrantes que día a día se agolpan en las fronteras del confort, ante la mirada indiferente de aquellos integrados, que además los estigmatizan y agitando expresiones de odio racial, contra indefensos y desamparados seres humanos con sus familias a cuestas, buscando un lugar en el mundo.
Eso en la Historia, así con mayúsculas tarde o temprano se transforma en violencia por la supervivencia misma, que sólo puede controlarse al integrar a los pueblos en amor y solidaridad social activa. Hay comida para todos si se abren las compuertas de un nuevo mundo, como predica Francisco y se plantea desde las culturas originarias, desde esta América Latina, región de paz y pensamiento edificado alrededor del cuidado de los seres humanos y la naturaleza, pensamiento que es moreno, mestizo, criollo, profundo trascendente, religioso y comprometido con la Pachamama, con identidad propia para trasladarla al pensamiento universal, desde un mensaje que derribe el muro de la intolerancia, el dolor y la muerte de los dueños del poder concentrado mundial.