El país que rompió la barrera del tiempo
Por: Toby Valderrama Antonio Aponte
Domingo, 10/10/2021 07:25 AM
Los dogmáticos piensan, ingenuos, que la historia va siempre en línea recta, como en los libros de historia de la escuela; así, a un sistema sucede otro sin repetición posible. Marx escribió que “la historia ocurre dos veces: la primera vez como una tragedia y la segunda como una farsa”. Entendió la posibilidad de los saltos atrás, del vaivén de la historia. En Venezuela acaece un fenómeno digno de la mayor atención, se produce un retorno a la edad media, un asombroso salto atrás que aún no se detiene y amenaza con llegar a los orígenes mismos de la humanidad.
Para entender el fenómeno es necesario un poco de historia. Este país, en siglos de rentismo, talló unas clases sociales pusilánimes, timoratas: una burguesía sin visión nacional, renegada, antipatria, gringa, que vive del despojo, se apropia de la renta; una clase obrera clientelar, economicista, sus luchas no tienen contenido político, no disputa el poder a lo sumo pelea por un contrato colectivo, secuestrada por una dirigencia sindical patronal; unos campesinos que no consiguen superar la fragmentación, desprenderse de la parcelación de su sistema de producción, se urbanizaron y dieron origen a la clase marginal, una clase que expresa lo perverso del capitalismo sin afeites: el egoísmo, la lucha de todos contra todos, la búsqueda del lucro por encima de cualquier otra cosa, la depredación del prójimo; una clase media, es eso, una clase entre un anhelo y un riesgo, simulación de la burguesía pero sin su riqueza, vive en la angustia de querer elevarse y el desasosiego de no caer.
Las clases dominantes en Venezuela, en medio siglo de democracia burguesa, se fueron debilitando, perdiendo la fuerza, la cohesión necesaria para gobernar, y fueron diluyendo al resto de las clases sociales, la democracia burguesa rentista fue una especie de selección natural de la mediocridad. El chavismo fue un intento (¿el último?) de vigorizar a la sociedad, reorganizarla, rescatar la majestad de la dirección, instaurar el valor de la relación esfuerzo-logro, el sentido de pertenencia a la sociedad, la solidaridad.
Después del magnicidio, única manera que consiguió el capitalismo para derrotar el intento Socialista, se apodera del poder la ideología marginal, capaz de destruir, inútil para construir, pragmática. En pocos años, y para sorpresa del mundo, sumergió al país en una especie de edad media tropical mezclada con la rebelión de la mediocridad. Atacó con furia al conocimiento, la razón es su enemigo, las Universidades los aterran, la educación sufre duros golpes, el talento es un delito, sobresalir te hace fugitivo. La disidencia es perseguida por una inquisición, en twitter se queman a “los traidores a la patria”, a “los agentes del odio”, a “los corruptos”, equivalentes hoy a las brujas de Salem. No hay derecho a la defensa, basta que un programa de televisión acuse para que la hoguera de la operación “tun tun” se encienda, no hay más ley que la que emana de los intereses de Miraflores. El miedo es instrumento de dominación, los fantasmas son culpados de los males que hoy padecemos, las iguanas son animales del averno que emergen para perjudicar los servicios, todos los males tienen su grupo difuso que lo produce, el monarca es inocente.
El madurismo tuvo la astucia necesaria para romper la barrera del tiempo, retroceder al país a la edad media y amenaza con llevarlo a la prehistoria. El futuro está negado. Para salir del oscurantismo madurista, para salvar al país, es necesario empezar por rescatar el conocimiento. Hoy, como nunca, cobran vigencia plena las palabras del Libertador: nuestras primeras necesidades son Moral y Luces.
“La esclavitud es hija de las tinieblas, un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción.
¡CHÁVEZ, MORAL Y LUCES!...