Las bandadas de periquitos buscaban las últimas mazorcas que quedaron rezagadas en la siembra del maíz en el conuco de Evaristo, mientras que la orquesta de las chicharras cantaba sin cesar sus notas que son plegarias al sol. El perro Pipo daba una vuelta de reconocimiento en el conuco de Juancho Marcano, quien luego de limpiar un pedazo de terreno para esperar las lluvias de fin de año y sembrar, se llegó a la refrescante sombra de la mata de mango y ahí sintió alivio del latigazo de las bofetadas calientes que le daba el sol en plena cara.
La mata de mango, luego de efusivos saludos, le comentó al periodista: "No sé si los humanos viven en constante angustia en estos tiempos, Juancho, pero lo que somos los árboles, sea cualquiera su naturaleza, vivimos en un permanente miedo, por todos los peligros que nos acechan, bien sea por causas naturales o por la maldad de los hombres, que no acaban de entender que nosotros somos seres vivos que sentimos igual el dolor que ustedes los humanos y los animales".
El periodista que escuchaba atento a la mata de mango, un poco extrañado por los comentarios, manifestó: "Entiendo un poco lo que dices, amiga, pero quisiera que fueras más explícita en tu exposición".
- Bueno, Juancho, te hablo que en estos tiempos donde la sequía a veces viene fuerte y nos clava una puñalada de sequedad en nuestro tronco, sentimos miedo de que ahí no vamos a pasar, pero, sin embargo, lo hacemos. A veces, sucede que en cierta época viene un fuerte aguacero que hace correr el agua con fuerza que amenaza con arrancar nuestras raíces y llevarnos con su corriente directo al cementerio. Pero el enemigo que tenemos todos los días es el hombre que, con tu permiso, no puede tener un machete (o hacha) en la mano porque lo primero que se le ocurre, sin ninguna compasión, es caernos a machetazos para quitarnos la vida a través de ese doloroso procedimiento, sin entender que hoy en día lo que está planteado es sembrar más árboles para poder tolerar el actual calentamiento global. También está el fuego y la tala que producen.
Juancho Marcano vio fija a la mata de mango y le dio la razón, y en vista de que ya se acercaba el mediodía, se despidió y llamó a su perro Pipo para regresar a casa.