Cáscara Amarga 425

El poema de Rudyard Kipling y de Federico García Lorca

Viernes, 15/10/2021 07:57 AM

El poema de Rudyard Kipling, del inspirativo condicional calificable Si, es el razonado poema entusiasta de las Cáscaras Amargas, de este cura ignaro raro cleuasmo asno. Veámoslo y leámoslo como de la intuición del poeta Kipling téjese tesitura telaraña conclusiva en traducción de Efrén Rebolledo:

"Si puedes estar firme cuando en tu derredor

todo el mundo se ofusca y tacha tu entereza;

si cuando dudan todos, fías en tu valor

y al mismo tiempo sabes excusar su flaqueza;

si puedes esperar y a tu afán poner brida,

o blanco de mentiras esgrimir la verdad,

o siendo odiado al odio no dejarle cabida

y ni ensalzas tu juicio ni ostentas tu bondad;

Si sueñas pero el sueño no se vuelve tu rey:

si piensas y el pensar no mengua tus ardores;

si el triunfo o el desastre no te imponen su ley

y los tratas lo mismo, como a dos impostores:

si puedes soportar que tu frase sincera

sea trampa de necios en boca de malvados,

o mirar hecha trizas tu adorada quimera

y tornar a forjarla con útiles mellados...

...si puedes mantener en la ruda pelea

alerta el pensamiento y el músculo tirante

para emplearlos cuando en ti todo flaquea

menos la voluntad que te dice: "Adelante";

Si entre la turba das a la virtud abrigo;

si, marchando con reyes del orgullo has triunfado;

si no pueden herirte ni amigo ni enemigo;

si eres bueno con todos, pero no demasiado,

si puedes llenar los preciosos minutos

con sesenta segundos de combate bravío,

tuya es la Tierra y todos sus codiciados frutos,

y lo que más importa: ¡serás hombre, hijo mío!"

Con digresión y sin digresión, Si, y, la cadena de condicionales calificativos consejos del poeta Rudyard Kipling, de la forma y figura del Si…Entonces sea dicho que… Ergo vergo sea dicho que… ¡Sí Claro! El perfecto encadenamiento del poeta Kipling, ante lo imperfecto, lo inacabado, lo ¡No claro! esto es, lo deficiente de este cura ignaro raro cleuasmo asno.

Hogaño, el poema del poeta Federico García Lorca, de inspirativa similaricadencia tautológico repetitiva platónica calificable de la Cogida y la Muerte, poema entusiasta de las Cáscaras Amargas, de este cura ignaro raro cleuasmo asno. Veámoslo y leámoslo, cómo de la intuición del poeta Federico García Lorca, nos lleva a margullir en el charco de sangre del torero cuando el toro lo coge a las cinco en punto de la tarde en un continuo morir repetitivo circular insistente inacabable:

"A las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde.

El viento se llevó los algodones
a las cinco de la tarde.
Y el óxido sembró cristal y níquel
a las cinco de la tarde.
Ya luchan la paloma y el leopardo
a las cinco de la tarde.
Y un muslo con un asta desolada
a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones de bordón
a las cinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y el humo
a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde.
¡Y el toro solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.
Cuando el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde
cuando la plaza se cubrió de yodo
a las cinco de la tarde,
la muerte puso huevos en la herida
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
A las cinco en Punto de la tarde.

Un ataúd con ruedas es la cama
a las cinco de la tarde.
Huesos y flautas suenan en su oído
a las cinco de la tarde.
El toro ya mugía por su frente
a las cinco de la tarde.
El cuarto se irisaba de agonía
a las cinco de la tarde.
A lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde.
Trompa de lirio por las verdes ingles
a las cinco de la tarde.
Las heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde,
y el gentío rompía las ventanas
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
¡Ay, qué terribles cinco de la tarde!
¡Eran las cinco en todos los relojes!
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!"

Con divagancia y sin divagancia, asina ansí asín así, las Cáscaras Amargas, hay un repetitivo circular insistente, mas y más, a bien porque para que no se me olvide la escritura, apoyado en mi columpiada mala memoria perdida en un sube y baja parque párvulo infantil. Este poema de Federico García Lorca, era de un signo significativo conmovedor toda vez que había tenidas báquicas en el botiquín de Las Tres Cruces en San Carlos, el bar de nuestro querido Favián, y, cuando el sol tocaba las espaldas a las cinco en punto de la tarde, había que religio religioso recitar La Cogida y la Muerte, y, se rifaba quién, de los contertulianos poetas agrestes beodos, le tocaba ejercer el ejercicio poético taurino, sobre la mesa en que alrededor estábamos trasegando las gélidas cervisias espumosas, que el botiquinero fraterno Favián amablemente mantenía. Muchas de las veces, la mayoría entre Pinto y Valdemoro borrachos, la poesía salía magnánima magnífica, a mas y más, cuando a el poeta Elindioengordalcesar, pasado de palos y de peso, espaturrara las mesas, ante el sonido del cuatro que Calito García, y en cuerdas de flamenco danzón pasodoble, tocaba, que el Indio zapateaba poseso el poema, y, el jolgorio a las cinco en punto de la tarde. La historia de la Cáscara Amarga.

Si el poema de Rudyard Kipling, del inspirativo condicional calificable Si, es razonado poema entusiasta de las Cáscaras Amargas. Entonces sea dicho que este cura borracho ignaro raro cleuasmo asno, no ha de llegar, jamás y nunca, al poeta Rudyard Kipling. Ergo vergo sea dicho que las Cáscaras Amargas se han de apoyar en un repetitivo circular insistente del poeta Federico García Lorca: "¡Ay, qué terribles cinco de la tarde! ¡Eran las cinco en todos los relojes! ¡Eran las cinco en sombra de la tarde!" ¡Cuando la mesa borracha espaturrábase!

 

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