Tras el después

Sábado, 30/10/2021 02:31 PM

Hay pruebas que son como la arena en la ostra: unas veces la matan y otras resulta de ella una perla...

En ciertas circunstancias y para las almas extraordinarias la fidelidad y la virginidad se alojan exclusivamente en el corazón. La fisis no les concierne, nada tiene que ver con ellas. Tampoco las corrompe.

Sé hasta dónde, por razones de conflicto, alcanza el valor de la entrega y en contra del sentimiento a una persona distinta de la que se ama. Pero el apaciguar a la fiera en la que puede convertirse el despechado o despechada con quien además se comparte cama, o bien el no humillar a quien no siendo fiera tampoco merece humillación es un precepto sagrado para la continuidad del amor ausente cuando no es posible la brusca mutación de las condiciones en que habitualmente viven ambos amantes. Y lo es, para evitar que el anhelo se transforme en ansiedad. Pues la ansiedad es ya, patología.

Es sabido, y lo asumo, que en el amor predominantemente más emocional que sensorial hay patología, y más en temperamentos ultra sensitivos. Corren ríos de tinta sobre ello. Pero si se sostiene voluptuosamente, ha de contarse también con el remedio o equivalente para que los efectos concomitantes sean lo menos lesivos posibles para cuantos intervienen en el conflicto.

En otros tiempos el suicidio solía acompañar a los amores imposibles, como bien sabemos. Hoy, el amor poético o cortés o galante es otra de las muchas especies a extinguir como consecuencia de la depredación social de los sentimientos más nobles. Por eso es tan valioso el brotado inusualmente en estos tiempos casi por generación espontánea: la inmensa mayoría de los casos, los jóvenes han conocido antes el amor físico perdiéndose tempranamente la magia del otro.

Y dentro de este otro amor maravilloso, hay situaciones en las que uno de los amantes consume quizá la mayor parte de sus energías largo tiempo en la ensoñación, mientras el otro amante debe mantener, como un buen funambulista, el debido equilibrio entre las emociones de la amada, las suyas y las de la fiera o el oso de peluche con el que convive.

Lo que ya no puede adivinar el brujo que lo es por experiencia más que por ciencia es, si pasada la prueba, la arena mató a la ostra o salió una perla.

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