La verdad es que era simpático. Correteaba la vecindad, no se perdía un sarao, ayudaba a quien podía, las personas mayores decían ese joven es muy servicial. Era fijo en la sesiones de lotería de los animalitos familiares, las canchas de bolas criollas y en la caimanera de beisbol del pueblo. Muchos de sus amigotes le decían, Juancito, deberías meterte a político, tu manera de ser encaja en esa actividad, propóntelo y veras que tendrás éxito.
Pero Juancito no sabía que era ser político, se encaminaba en su escuela y oía con cuidado las conversaciones de sus padres con otros vecinos que decían, no sentiríamos orgullosos si Juancito quisiera ser Médico o Sacerdote. Juancito, arrugaba la cara y se preguntaba para sí ¿Médico o Sacerdote?
La verdad es que Juancito era tan activo, que era totalmente distinto al personaje, Juan Peña, del cuento, de Pedro Emilio Coll, El Diente Roto.
Juancito era bicharachero, alegre, caminador, hiperactivo dirían los psicólogos de hoy. Totalmente distinto a Juan Peña, luego que una pedrada le rompió un diente, se lo dejo como una sierra y él se sentaba cabizbajo todos días, a frotarse con la lengua el diente, casi permanecía inmóvil frente a los demás.
Los padres de Juan Peña preocupados, por la inmovilidad y semblanza del niño lo llevaron al médico y este diagnosticó que estaba totalmente sano como una manzana, y que al contrario, estaban frente un filósofo precoz o quizás un genio.
A Juancito no lo llevaron sus padre al médico por su hiperactividad, pero sus amigos diagnosticaron, que debía ser político y sus padres poco a poco se fueron convenciendo de ese diagnóstico y dijeron entre ellos, bueno si Dios lo quiere, así será su destino.
Juancito llegó a la adultez, sin poder sacar ni siquiera el bachillerato, pero atizado por los comentarios que oía, dijo, bueno me busco un partido y me meto a político, con mis habilidades de relacionista puedo lograrlo y hacer carrera política. Los planes de sus padres de llevarlo a médico o sacerdote se fueron al garete.
Bueno y así fue. Escogió el partido verdi-blanco que estaba de moda y como buen observador, empezó a comprender la política. Los buenos políticos. Se decía, ofrecen y ofrecen, a lo mejor no cumplen pero crean la esperanza. Los buenos políticos, se decía, abrazan a todos y son zalameros, en eso el era experto porque le encantaba apurruñase con cualquiera. Los buenos políticos, se decía, cambian rápidamente, se hacen ricos, andan en buenos carros, compran los trajes al grito de la moda, y siempre aspiran más. Los buenos políticos, se decía, cobran jugosas comisiones, frecuentan lujosos casinos y viajan por todo el mundo con gastos pagos. Eso era precisamente lo que el ambicionaba, tener y tener hasta más no poder.
Pronto se hizo concausa de los que conformaban el poder interno en el partido y gracias a su condición de lisonjero, fue seleccionado para entrar a las grandes ligas, al parlamento, en condición de diputado. El se decía, de allí pa´arriba y se congraciaba por su habilidad como trepador social.
Y salió Juancito de Diputado, era el comentario post electoral en su pueblo, por cierto que había salido como parlamentario de una población que ni conocía, algo así como una candidatura al Mis Venezuela.
No lo vieron más en su pueblo, a sus padres una llamadita de cuando en vez, se olvido de las caimaneras, de los saraos populares, de las bolas criollas , de la lotería de los animalitos y de cuanto lo uniera a ese pasado del cual quería guardar distanciamiento social. De la novia que tenía, ya no recordaba ni el nombre. Estaba en otra onda.
Con su condición de diputado, Juancito, se dio cuenta que había logrado sin pasar por la universidad, obtener un título, lo llamaban doctor. Así Juancito pasó de ser un niño hiperactivo a joven inquieto y luego adulto ambicioso. Sus amigos que lo habían diagnosticado como político precoz, lo recordaban , se lamentaban y decían, bueno Juancito cambio, ahora no solamente es diputado, sino que se la da de Taqui Titaqui y entonces lo apodaban el Dr. Tiqui Titaqui.
Ni Franz Kafka, en Metamorfosis, podría describir, esta transformación tan radical de cómo una institución, un parlamento, una investidura parlamentaria, una Alcaldía, puede transformar en forma tan rápida a un ser humano, que no quiere solamente, saber nada de su pasado, sino romper con todo lo que lo ató a ese pretérito "imperfecto", para él. El Dr. Taqui Titaqui, personifica al parlamentario, Alcalde o funcionario público en general, que se burocratiza y se acuerda del pueblo cada vez que hay una elección y lo necesita como escalera. UN MENSAJE A GARCÍA.