Lecturas de papel

La bicicleta de Corín Tellado

Jueves, 04/11/2021 08:18 AM

Hace ya unos cuantos años le escuché comentar a un médico psiquiatra que la alegría, la felicidad y la comodidad no prosperan demasiado ni dan frutos, en la poesía y menos, en la creación.

Por estos días leo que ciertos empresarios de multinacionales indican que los ciclistas y sus bicicletas no representan mayor aporte al PIB de sus países. Esto, porque además de no pagar impuestos por el vehículo al fisco, tampoco lo hacen por mantenimiento, servicio y estacionamiento de sus vehículos. Los ciclistas, como también los afiebrados practicantes de la vida ecológica, no se enferman demasiado, viven más, no gastan en medicinas y se alimentan como los pajaritos. Los ciclistas, así parecen, andan felices como las lombrices.

En fin, que un poco de sufrimiento y de vida al borde del abismo parece que dispara ciertas enzimas en las neuronas que nos ponen a pensar, y, obviamente, a desarrollar la creatividad. Por eso el dicho popular, ‘amar duele’ que algunos rocoleros tienen entre ceja y ceja. En esto nuestra eterna, Corín Tellado tenía razón y por eso se dispuso a presentar en sus cuatro mil novelas que escribió, historias de amor con una atmósfera truculenta, de sufrimiento y despecho, pero siempre con un final feliz. Curiosa la obra de esta talentosa escritora que ha vendido más de 400 millones de ejemplares y es, después de Cervantes, la novelista más leída en lengua española.

La felicidad parece cosa cercana a la banalidad, a la trivialidad de la vida. Por eso creo que la complejidad de la existencia, y con ello involucro su lenguaje, es cosa rara y escasa, como la genialidad y la locura. Esto es cierto, por eso nos pasamos la vida en la simplicidad de las cosas vanas, triviales, intrascendentes de la cotidianidad. Eso lo indican los neurólogos quienes afirman que usamos un 10% del tiempo y lenguaje para acentuar la complejidad de nuestro entorno, usando palabras, digamos, ‘académicas’ para reflexionar, pensar y sentenciar. El resto, 90% de nuestro tiempo y lenguaje, lo dedicamos a la más absoluta banalidad de nuestra existencia, de lo contrario, enloqueceríamos de tanta amargura y tristeza.

A los ciclistas se les ve alegres, como esos perros que sacan la cabeza por la ventana de los automóviles, felices mientras el viento les acaricia el rostro. Así también los finales felices en las novelas de Tellado. Es que ese 10% de los seres humanos buscamos el rincón de la felicidad, de la alegría de vivir en los hechos complejos de la amargura, de los autos de fe de la emoción religiosa, de la creencia ideológica, de la ortodoxia partidista y en el amor truculento que nos lleve al sufrimiento para sentir en el cuerpo, el desenfreno enloquecedor de sentirnos poseídos por la mirada de una divinidad que nos haga eternos.

Nada de eso. Mientras vamos por la vida ‘bicicleteando’ nuestro entorno, maravillándonos del más puro sentimiento de amor filial, de amistad o erotizándonos con la pareja, de vez en cuando nuestra mente y nuestras neuronas se ‘sinapsian’ y tenemos ese instante, que es apenas infinitésimo momento de contemplación, donde adviene la lucidez que nos conmueve, nos poetiza y nos suspende de lo cotidiano. Somos protagonistas, nos enseriamos, nostransformamos, sea en religiosos de la fe, sea en seguidores a pie juntillas de una ideología o cretinos de una parcela política. Nos enamoramos locamente, nos disfrazamos en nuestra esquizofrenia y por ese instante, toda nuestra simple historia cambia.

Algunos jamás regresan a su cotidianidad, es que su locura les llevó a los extremos, su frenesí terminó en los bordes de la vida. Por eso la creación, la poesía y el arte en general, son pasiones extremas. Vivir poéticamente siempre será riesgoso, tal vez hasta tenebroso, porque siempre se está al borde, en la incertidumbre, en la hondura del dolor, aunque esa lucidez sea esplendorosa y de plenitud amorosa. Tal vez sea mejor vivir bicicleteando la vida y olvidado, como las novelas de Corín Tellado.

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