Cuando los zamuros coreanos comieron carne mexicana

Martes, 16/11/2021 07:56 AM

Uno de los enemigos más formidable que tuvo el gobierno de Juan Vicente Gómez fue Rafael Simón Urbina, muchos de los rivales del cacique de La Mulera cayeron víctimas de una forma u otra de la feroz represalias que desataron las fuerzas del gobierno, comandadas por militares tan duros como sus propios rivales, por ejemplo los Generales León Jurado y Pérez Soto.

En todos sus intentos Urbina no pudo derrotar a Gómez, pero este tampoco puede acabar con este violento guerrillero, a pesar de que el tachirense contaba con tropas bien equipadas para la persecución contra el combatiente de Coro.

Ahora no pretendo detenerme en la vida de este "tremendo guerrillero", que fueron sus acciones bastante significativas, entre ellas el secuestro del General Carlos Delgado Chalbaud y posterior asesinato, en la historia reciente de nuestra Patria.

En este momento me voy a referir a una invasión realizada por Urbina contando con combatientes mexicanos que habían sido soldados de Pancho Villa, participantes en la Revolución Mexicana y que León Jurado informa a su jefe Gómez con el siguiente telegrama al enterarse de la invasión:

"Mañana los zamuros corianos comerán carne mexicana".

Urbina en México había conocido al abogado venezolano Carlos León que había caído en desgracia con el gomecismo, después de haber sido Gobernador de Caracas, Ministro y Profesor de la Universidad Central.

León como Presidente del Partido Revolucionario Venezolano (PRV) conspiraba contra Gómez y le presentó a Urbina un grupo de destacadas figuras de la política mexicana, como el General Saturnino Cedillo, el Gobernador de Veracruz; Doctor Tejada; Ramón de Negri, el Jefe del Estado Mayor; General Arturo Bernal; el Ministro de Fomento; General Pérez Treviño, que le ofrecieron colaborar con sus planes de invasión.

Urbina pasa a ingresar la nómina del Departamento de Agricultura y Cría gracias a Pérez Treviño, luego pasa al Ministerio de Comunicación por intermediación del General Andreu Almazán, su titular.

Con su sueldo de 30 pesos diarios como Oficial Primero en ese despacho, Urbina comienza a ahorrar para la revolución contra Gómez, el mismo Almazán colabora con mil pesos para "la causa".

Urbina negociando joyas, haciendo rifas, recibiendo más donaciones logra reunir una suma importante, 1.500 dólares, unos 6.000 pesos mexicanos.

Con el primer dinero compra 100 rifles, 30.000 cartuchos y seis ametralladoras Thompson. Un Coronel Tejera le dona 1.000 pesos y lo lleva hasta Veracruz donde su Gobernador le concede favorecer sus planes en ese puerto, otro hombre de apellido Núñez le aporta 7.000 pesos.

Urbina cuenta todavía con más apoyo, el Dr. Zúñiga Cisneros colabora vendiendo los útiles de su clínica, además de que el coreano, el Coronel Cano, Manuel Hernández, Julio Ramón y Núñez venden sus pocas posesiones personales para comprar armas, municiones y gastos de la expedición que planeaban contra Venezuela.

El combatiente venezolano recibe una carta del General de Brigada Francisco Mujica el día 10 agosto de 1931, felicitándolo porque se está preparando una invasión formal, decisiva y enérgica contra el dictador Juan Vicente Gómez.

Les envía ametralladoras con Cano y cartuchos con Zavaleta, le promete estar muy pendiente de lo que ocurra en la futura incursión y le desea los mejores presagios en la acción que se avecina.

Urbina se dirige con una misiva a Antonio Aranguren el 12 de junio , un rico exiliado venezolano en Londres que ha financiado varias expediciones, para pedirle ayuda, manifestándole la necesidad de 15.000 dólares para armas, que serán entregadas a 1.000 hombres que lo esperan en la sierra de Coro.

Para el 19 de agosto Aranguren responde refiriendo que le diga nombre de una persona para girarle el dinero por cable. Este dinero es enviado, 500 dólares, son usados para comprar cartuchos y pistolas.

Con el buque de nombre Superior, fletado por el Ing. Carlos Martínez, que no es otro que Urbina, el material de guerra fue acomodado en la embarcación en bultos rotulados para la Compañía de Chicleros de Payobispo y las ametralladoras y explosivos iban en las maletas de los pasajeros que eran solo ocho venezolanos; Urbina, Cisneros, Zuñiga, Hernández, Núñez, Mujica, Cano y Campos; el General José Preves, que era un destacado combatiente de la Revolución Mexicana, Gobernador y Diputado al Congreso Nacional, Linares Tejeras, el Coronel Torres Guerra; ex ayudante de Pancho Villa; Leopoldo Carotti y Silvio Maxtio y un poco más de 130 jóvenes mexicanos que hacían pasar por trabajadores de la empresa chiclera.

El 2 de octubre Urbina pistola en mano toma la nave y Carotti se encarga de su dirección y se nombra a Preve como Jefe del Estado Mayor, Torres Guerra es el Jefe de la Sección de Ametralladoras, Reyes, Hernández y Ojendis son los jefes de tres pelotones.

Cambiaron el color de la nave y el nombre por el de Elvira. Zuñiga Cisneros era el Secretario General y médico, Núñez era el Jefe de Parque, Maxtio como Jefe de Granaderos, Tejeras Jefe de Zapadores.

Mientras esto ocurría los jóvenes "chicleros" ovacionaban la "nueva revolución venezolana", aplaudían al supuesto Ing. Carlos Martínez, que tenía planes de invadir a Venezuela por las playas de Puerto Cabello, rescatar a los presos del Castillo Libertador, prosiguiendo a Maracay.

Los planes se complican cuando una caldera del barco se desarregló, además como el petróleo comenzó a fallar, tuvo Urbina que ordenar acercarse a las costas venezolanas más cercanas, que era Puerto Gutiérrez que estaba a 5.000 kilómetros de Capatárida, una aldea entre Coro y Maracaibo.

A los incursores los reciben a plomo cuando Hernández, Cano y Torres Guerra con un grupo de combatientes desembarcan. Como la pelea es fuerte Urbina envía a Reyes con treinta hombres más.

Las tropas gomecistas se retiran pero los soldados capturados les informan que en Capatárida se encuentra el General Borregales, que era el Jefe Civil con 300 soldados.

Los espías del gobierno informan que las fuerzas invasoras son numerosas y bien equipadas, señalan que la incursión es realizada por huestes de Pancho Villa.

Del antiguo Superior llega un bote que es dirigido por Ojendi, Zuñiga y Cisneros y al final llega Urbina con más hombre y a bordo queda el General Preve y Núñez resguardando las armas y municiones.

El Jefe Civil se había retirado de Capatárida, mientras Torres Guerra y Hernández buscaron unos camiones para transportar las municiones.

El sitio abandonado por Borregales y los incursores, la mayoría mexicanos, recorrían las calles observados por sus habitantes desde las ventanas de sus casas.

En la Prefectura destruyeron los retratos de Gómez y por la tarde se dirigen a Coro, mientras otro grupo se dirige a Uromaco, cuentan con la orden de no enfrentarse con el enemigo.

Para este momento son informados de la invasión, por telégrafo, los Generales León Jurado en Coro y Pérez Soto en Maracaibo. El primero de los militares gomecistas es encargado por el dictador Gómez como Comandante en Jefe de las Tropas Expedicionarias de Occidente.

El Coronel Pino con 200 hombres parte del Zulia, mientras León Jurado moviliza desde Coro guerrillas de voluntarios, 150 hombres en Churuguara, 40 combatientes entre Sabaneta y Urumaco y un grupo de peones armados por el General Fermín Palencia.

Jurado envía a Gómez un telegrama que dice la frase que ya mencionamos aprestándose para la pelea, ordena al Coronel Graterol que saliese a Capatárida con 40 hombres, con armas y municiones para equipar soldados de Sabaneta y Urumaco.

Graterol espera a los invasores y embosca a los hombres de Julio Hernández en La Horqueta, el enfrentamiento es salvaje, muertos y heridos caen de ambos bandos. Hernández en su camión se retira con sus hombres a una mejor posición, pero se siguen enfrentando con saña los dos grupos.

Hernández es herido de siete tiros, pero no se rinde, sigue disparando la ametralladora desde la plataforma del camión.

Es instado a rendirse pero no acepta, el Coronel Llamamozas baja el fusil y da un alto al fuego gritando:

¡Yo no mato a los valientes!

Pero ya es tarde Hernández, Solorzano y Reyes están muertos, Torres Guerra cae prisionero y una gran cantidad de cadáveres se encuentran entre los dos bandos.

El día 13 Urbina, Preves, Cano y sus hombres ven que en la oscuridad se acercan luces de camiones enemigos. Preparan una emboscada, sitúan 20 hombres a la orilla de la derecha de la carretera, por el lado izquierdo se sitúan Preves y Ojendi, Rafael Simón se encuentra apostado al final del camino.

Le tienden una emboscada, dejándoles que entren en la trampa, una granizada de plomo cae sobre ellos.

Graterol anima a sus hombres a defenderse del ataque y el enfrentamiento dura hasta las seis de la mañana. Del bando de Urbina hay 25 muertos y 10 heridos, pero del bando del gobierno las bajas son mucha más.

El Ejército se retira ya que no contaban con municiones, Preves se encuentra herido en una pierna. En la retirada Graterol se encuentra con tropas que se acercan, son los Generales Primera e Izaga con 150 hombres.

Las fuerzas de Rafael Simón cuentan ya solamente con 50 combatientes, están rodeados por 200 hombres. José Preves prefiere suicidarse antes de caer en manos de los hombres de Gómez.

Cano lo sustituye en el mando y en dos bandos de 25 hombres, dirigidos por Urbina y por él avanzan preparándose para el combate contra 200 hombres.

El combate fue encarnizado, Cano cae herido y es rematado a machetazos. Rafael Urbina dispara como un poseso, pero al final tiene que huir con Hernández y los pocos hombres que le quedan.

Cuentan que la pelea fue tan encarnizada que quedaron 20 kilos de plomo en las tunas y cardonales.

Urbina y el resto de los hombres se dirigen a la Sierra, donde permanecen huyendo hasta que consiguieron un campesino que obligaron a guiarlos, pero el hombre a los días escapa e informa al Gobierno.

Rafael Urbina llega a la casa de su amigo Regino Burgos donde se escondió, allí llega Graterol y como es amigo de Burgos le pide poder bañarse en su casa.

El Coronel Agustín Graterol conocía la amistad de Regino con Urbina y había seguido el rastro del guerrillero hasta la zona, pero quedo sorprendido cuando el dueño de la casa le aviso que la tina estaba lista.

Ya le había manifestado que podía sospechar que Rafael Simón podía estar escondido en la casa de Burgos y este le sugirió que la revisara. Lo más asombroso fue que mientras Graterol se bañaba, Urbina se encontraba escondido en la habitación de al lado.

Al rato ya cuando el militar se retiró, que estaba Rafael Simón aquejado por la malaria, se apresta a huir después de ser revisado por un médico de apellido Piña. Pero a lo lejos divisan tropas que se acerca.

Lo entran de nuevo a la casa de Burgos y lo confunden con un grupo de peones que se encontraban aquejados de la misma enfermedad, acostados en hamaca en el corredor.

El General Palencia se acerca a las hamacas, tocando los enfermos y se detiene ante la hamaca de Urbina, quien yace cubierto por una cobija, comenta:

¡Este está prendido en fiebre!

Urbina y uno de sus hombres al final parten para Trujillo y al final llegan a Cúcuta.

El dictador de La Mulera ordenó llevar a los mexicanos capturados, los obsequio y agasajo, regresándolos a México en el mismo vapor Superior, terminando otra de las incursiones de aquel feroz combatiente llamado Rafael Simón Urbina.

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