Standing ovation

Jueves, 25/11/2021 09:32 AM

Al consultarlo con la almohada decidí cambiar el título del artículo ya preparado anoche. Decidí hacerme guiar por una gran ovación de pie, en contraposición del título raspado: Entender la Miseria.

Y para ello, solo a modo de redondear la idea que me movía, recojo unas bellas palabras del Papa Francisco sobre el tema:

"La miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza. Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual".

Pero no me sumaré a lo negativo, a lo que precisamente, deseo denunciar. Siempre han existido envidiosos, mal paridos, distorsionadores de la realidad, pero lo que más me impacta es cuando tratan de revestirse con visos de cierta intelectualidad, cayéndonos a coba.

Con diferentes estados de ánimo, he abordado este agradable trabajo donde paso, por ejemplo, de mi admiración, y hasta preocupación por Nicaragua. Los hechos nos han dado la razón. Como también me he animado a opinar sobre las elecciones parlamentarias en Argentina, pero un respetuoso lector argentino me manda a comer mier…pues asegura que no sé nada de ello, a pesar de que basé mi análisis, simplemente, en el magnífico Atilio Borón, del cual me complace mucho haberlo revisto publicar en estas páginas.

Pues a pesar de la crítica, los análisis que hicimos con el grupo baké.biké para Nicaragüa, pero también para Argentina, han resultado bastante aceptables, como lo indicaron los resultados posteriores.

Pido disculpas por Chile pues, en unas elecciones tan complicadas, desconociendo esa realidad, no abordamos el panorama electoral ni sus inquietantes resultados. Que indudablemente tendremos que analizar previo a las elecciones definitivas.

Pues porque Venezuela estuvo en primer lugar de nuestras atenciones, las mega elecciones, los preparativos, los resultados y el análisis.

Sobre los análisis les quiero escribir, así como de los compañeros, articulistas y no, que opinan lo que les dicta, según su emotividad, en relación al triunfador y, de pronto, ni siquiera es la emotividad (o subjetividad como acostumbra a precisar mi amigo secreto), sino los recuerdos de otros momentos, donde algunos pocos de los personajes ocupan ahora sitial de honor sin merecerlo.

Apreciados lectores, supongo que no me entienden, pero es que hasta a mí misma me cuesta entender. Cuando ejercía mi tarea como docente, debiendo hablar ahí paradita, con bata blanca, yo sola frente a un auditorio de por lo menos doscientos jóvenes universitarios, nunca me atrevía a hacerlo si antes, yo misma, no tenía muy claro el tema a enseñar. Tan claro que, a pesar de lo complejo, debía poderlo explicar con palabras sencillas a un niño de diez años. Tan es así que explicar el tema del electrocardiograma, sus potenciales, las direcciones de los vectores, etcétera, se lo dejaba con gusto a mis compañeros médicos pues yo, en verdad, me volvía un rollo que se cortocircuitaba con tantas corrientes eléctricas que se propagaban en todos los sentidos.

Por cierto, en unas efemérides recientes que leí en Aporrea, se menciona a la doctora Sonia Hecker de Torres, mi compañera de la Cátedra que asumía esa tarea, aun si bien siempre confesaba cierta aprensión, no exenta de recibir algún corrientazo.

Como siempre me disperso, pero no es para menos. Lo que estoy observando en los sesudos análisis y contraanálisis, sobre los resultados electorales en Venezuela, se me asemeja a la complejidad de un electrocardiograma.

Siempre se trata el corazón, de aquellos que lloran la pérdida de las elecciones, a moco tendido, pero su orgullo no les permite reconocer la derrota, simplemente.

O de otros, que se hacen los interesantes, números y más números, de acá por allá, pero para mí, números que no les terminan nunca de cuadrar, por cuántas vueltas les quieran dan.

He visto a vuelo de pájaro muchos artículos con análisis de este tipo, y les confieso que no tengo estómago, ni tiempo, para terminar de leerlos.

Pero he notado un denominador común: la miseria que los acomuna a muchos en no querer reconocer algo simple, sencillo, a la vista, como para explicárselo a un niño de diez años: el chavismo ganó, duélale a quien le duela.

No fue para nada una victoria sencilla, ni fácil, ni cantada de antemano. Hubo mucho trabajo organizativo, gracias al Partido Unido de Venezuela y Gran Polo Patriótico. Pero mucho más hubo conciencia, de cada chavista, de cada quien que sabe lo que ha pasado en este país los últimos años.

No vale que una periodista extraordinaria como Madeleine García, de TELESUR, lo cuente paso por paso, hasta de forma jocosa, pues aquí cada venezolano consciente, lo vivió en carne propia, día a día, hora a hora, con sus emociones asociadas, lo cual hace más indeleble ese recuerdo.

Ha sido una victoria extraordinaria pues venimos de años de sanciones y bloqueo. El Gobierno Bolivariano intentando desde hace tiempo, no días ni meses, paliar las enormes deficiencias de lo que nos acontece. Los mismos compañeros chavistas (¿o ex chavistas?, ya ni sé) en vez de haberle dado un espaldarazo, se sientan a criticar, criticar y criticar, llamando a ese ejercicio una autocrítica, como si así fuese les posible disminuir la grave responsabilidad que están asumiendo con tanta parlanchina.

A horas de los resultados, cuando todavía faltan unos pocos cargos por definir, están escribe que escribe, hablan que hablan, buscándoles las cinco patas al gato.

Repito en mi interior que todo tiene su tiempo, en su justo momento. Recuerdo hoy más que nunca el Eclesiastés (3:1-8) y por supuesto, que no les aburriré con todo el texto, muy hermoso, por cierto, pero sólo asomo estas frases: hay tiempo para destruir y tiempo para construir; un tiempo para llorar y un tiempo para reír; un tiempo para callar y un tiempo para hablar; un tiempo para abrazarse y un tiempo para despedirse.

Apreciados lectores yo creo que para los que nos consideramos chavistas, esos que admiramos a Hugo Chávez, que entendimos, y más que entender vivimos sus enseñanzas, comprendimos sus ideas para Venezuela, para aquellos que lo acompañamos en sus desafíos, guerras, luchas y victorias, hoy estamos de victoria absoluta.

Allá aquellos chavistas o no, que no lo entiendan. Es tiempo de triunfo, de alegría, de abrazarnos, de reír juntos, de mostrarles al mundo que seguimos siendo soberanos, un país libre, con muchas dificultades, pero seguimos siendo un país vencedor.

Es tiempo de seguir con el rostro en alto, sonriéndole al mundo con nuestro ejemplo.

¿Son para menos esos resultados? ¿Es para menos que más de 300 observadores internacionales dan fe de lo confiable de nuestro sistema? ¿Luego de años de descalificación gratuita y meramente manipulación política?

¿Es para menos que algunos de esos opositores güarimberos, violentos, delincuentes, se hayan medido en elecciones libres reconociendo a Nicolás Maduro como su Presidente Constitucional? ¿Es que acaso no recuerdan ustedes el enorme daño que le han hecho al país?

¿Es para menos que se ganaron estas elecciones regionales en un país sancionado desde al menos 2014?

Un país sin su moneda, sin salarios dignos, sin poder vender su petróleo, sin poder recibir los repuestos y tecnología necesaria para el mantenimiento de sus equipos. Un país donde se nos han ido muchos de nuestros mejores profesionales, preparados aquí en nuestras universidades, y que ahora prestan sus servicios por allá, en lo que llaman países "desarrollados".

¿Un país que ya no está en condiciones de recibir sus ingresos petroleros y de adquirir más del cincuenta por ciento de los alimentos que antes se importaban para el consumo? ¿Un país donde la malnutrición, por ello mismo, ha ido in crescendo, en nuestras poblaciones más vulnerables? ¿Dónde el número de comidas diarias ya no es de tres, pero si acaso, de dos?

Les pregunto a ustedes: ¿Es poca cosa que la población, que sufrió y sufre todas esas penalidades, le haya dado la victoria al chavismo?

Considero sinceramente que es éste el análisis que debe hacerse hoy, al menos en las primeras horas, es necesario resaltar lo que no es poca cosa, lo que no es obvio. Allá aquellos que prefieren hablar de victoria maquillada, de números que no cuadran o que no significan lo que estamos pensando que significa. Aquellos que llaman al apocalipsis, justo en este momento.

Lo importante, lo que cuenta en realidad, es tener el poder de las gobernaciones y de las alcaldías, no por simple poder, sino porque nos ayudará a seguir avanzando hacia la construcción del socialismo del Siglo XXI.

Ya vendrán otros momentos, cuando se nos pase la euforia y, aprovecho para responderle a cierta persona muy querida, que a este gobierno de Nicolás Maduro nunca, pero nunca, lo han dejado ni siquiera dormirse en sus laureles. Ni siquiera una siestecita.

Y ha sido mejor así, porque con la guerra continua del Imperio que no descansa para agredirnos como país libre y soberano, tampoco debe nadie dormirse en los laureles del triunfo.

Apreciados lectores, es mucha miseria en verdad cuando apenas a pocas horas del proceso electoral, tan sufrido, tan extraordinario, nos quieran disuadir de alegrarnos, para agarrar más fuerzas, más ímpetos y de abrazarnos congratulándonos.

Por mi parte, le dedico al chavismo todo, de cabeza su mayor exponente Nicolás Maduro, a todo el equipo que lo acompaña y, sobre todo, a la unión cívico militar, un clamoroso standing ovation.

Un largo aplauso de pie, celebrando lo extraordinario, como el que le brindó el público al tenor Plácido Domingo, tras interpretar el Otelo de Giuseppe Verdi en la Ópera Estatal de Viena, un 30 de julio de 1991. ¡De ochenta y siete minutos de duración! Mientras que Luciano Pavarotti detenta una ovación de sesenta y siete minutos seguidos en la Ópera de Berlín, 1988.

Por ahora, los milagros que alguien andaba clamando por ahí y el voto inteligente que nos pedían con cierta autoridad, al parecer no funcionaron.

¡Vencimos! Déjennos disfrutar la victoria, además con la triunfal Marcha Eslava de Tchaikovski cuyas notas musicales acompañaron nuestros días de vigilia, siempre junto a mi amigo secreto Diogenes, admirado por tanta grandiosidad.

¡Felicitaciones con un gran aplauso de pie a la Orquesta Más Grande del mundo!

¡Felicitaciones con un standing ovation a Venezuela!

¡VENCIMOS!




 

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