Hace algo más de dos años, un amigo de las redes, me envió un cuestionario de cinco preguntas, que debían ser respondidas por quién él escogiese para ese fin, dado era una exigencia de su tesis de postgrado. Fue el segundo o tercero de estos retos, pues los dos primeros fueron planteados por sendos estudiantes con el mismo fin, pero relacionados estos con el problema del Esequibo.
El caso que ahora atiendo se refería a las Escuelas Técnicas de Venezuela, cuya 5ta. Pregunta la respondí tal como la expongo:
5.- ¿Por qué se preparó desde sus inicios solo para la industria y se olvidó lo socio-productivo y el emprendimiento?
Entendemos que la pregunta se remite exclusivamente a las Escuelas Técnicas y habla "desde sus inicios". Pero no es esto absolutamente cierto. Hubo escuelas agropecuarias cuyos fines están determinados en su nombre, como hubo y hay escuelas de agronomía en algunas universidades. Por supuesto, como ya hemos dicho antes, no habiendo nunca un plan o proyecto en desarrollo de envergadura atinente al área agrícola, y por las razones también antes expuestas, esas escuelas no tuvieron ni tienen el desarrollo y la importancia merecidos.
En las respuestas anteriores, creo debió haber quedado claro por qué esas escuelas se dedicaron a la formación de mano de obra para la industria casi exclusivamente. No obstante, se puede agregar que ellas tuvieron también carácter "casi exclusivamente urbano". Porque siempre tuvieron como finalidad formar mano de obra para las tareas inherentes a ese sector.
Para mayor abundamiento, debo insistir en que el capital, en un momento de su desarrollo y crecimiento, se encontró que en sus países de origen el costo de la mano de obra les impedía seguir invirtiendo en ellos con fines industriales. No hace mucho, cosa de unos cuantos días atrás, importante empresa automovilística estaba parada por asuntos atinentes a reclamos salariales de los trabajadores.
Desde hace muchos años, el capital, es uno de los rasgos del imperialismo, se ha visto obligado a salir a la periferia en busca de mano de obra barata para el incremento de sus beneficios. Y ante esto, los Estados receptores, hablemos de Venezuela, lo que no sería una conducta criticable en abstracto dado que era la única opción que al parecer tenían por la ausencia de clases en disposición de ofrecer otra alternativa, se veían obligados a crear escuelas para la formación de ese recurso que, sin duda, dadas las circunstancias, se convertía también en un "beneficio" para los futuros trabajadores.
Entendiendo que lo socio-productivo está referido a la relación comunitaria y hasta la producción colectivizada, es fácil comprender que no hubiera entonces escuelas con programas destinadas a ese fin y estrategia. Ya hemos hablado de la relación inherente a la estructura y superestructura, la forma de propiedad, producción, apropiación y la escuela. Siendo como ya hemos dicho la estructura capitalista, de propiedad y producción con carácter privado, y además con la penetración en gran medida del capital internacional con planes y todo, pese la participación de obreros en la formación del valor agregado, tanto en el campo como la ciudad, área industrial y agropecuaria, no es pertinente esperar que aquellos modelos educativos preparasen para lo socio productivo; hubiese sido como esperar que ellos mismos, quienes manejaban el Estado o ejercían influencia sobre él, se pusiesen una granada entre los pies.
Pero quiero finalizar haciendo la siguiente reflexión acerca de lo que envuelven los conceptos socio-productivo y emprendimiento, muy de modo en la publicidad, discurso político, pero al parecer sin asidero en la conducta del Estado.
La constitución bolivariana habla de varias formas de propiedad y en consecuencia de ello, de opciones para organizar las relaciones de producción de manera diferente a la tradición capitalista y, esto se dispuso así, porque quienes accedieron al poder hace 20 años hablaron de "construir el socialismo del siglo XXI". Una de esas formas sería la colectiva y si uno vincula una cosa con la otra, esta forma estaría, en última instancia, destinada a la construcción de una sociedad socialista.
Esto explica el reclamo y hasta las iniciativas por eso de las escuelas para la formación dentro de la cultura de lo socio productivo y emprendimiento.
Pero debe quedar claro, una cosa que parece sencilla, pero cuesta mucho entender, tanto que la dirigencia no comprende, el Estado no está para hacer revoluciones ni producir cambios sustanciales en la organización social. Él, el Estado, siempre será el reflejo de lo estructural en su momento y su conducta, en la práctica no atiende al futuro y al cambio, sino a lo presente y existente.
Las escuelas para el cambio, dentro de eso que venimos hablando, pudieran hacer un aporte sustancial, pero es determinante la participación de la gente, de los trabajadores, pues serán ellos, siempre en última instancia, quienes no sólo impulsarían sino consolidarían el cambio; tanto que este debe empezar en ellos mismos y en las relaciones entre ellos. De nada vale el discurso estatal abstracto y tampoco su intromisión como el tomarse para así una tarea que les corresponde a los trabajadores, a la gente. Si el hombre no cambia, no introduce a voluntad y convencimiento nuevas cosas en sus relaciones, el cambió no será sustentable, permanente, duradero, dinámico y dispuestos a nuevos cambios, aunque el Estado se empecine en imponer su voluntad, que siempre estará anclado en el presente, por decir lo menos.
Esto implica, que los partidos revolucionarios, ganados para el cambio, las organizaciones populares, son los llamados a organizar a la gente, armarlos en la conciencia de esas ideas que son inherentes a su condición social, para que esta comience a construir y el Estado se limite a aportar lo que puede, atendiendo a los llamados de quienes organizan ese cambio, como recursos materiales, legalidad jurídica y entienda que su labor no es tomarse para sí la conducción y elaboración del proceso porque es un ente reflejo de un instante, ese en el cual se mueve, que está marcado por la cultura de una clase que lo modeló para un fin, conservar lo existente. No es extraño que, estando bajo la conducción de hombres que en el discurso se definan y se les tenga como revolucionarios, respondan más a ese Estado que tiene su cultura, sus elementos, acomodos, caminos y procederes, imbricados en lo existente, en lo viejo y tienda más bien a mantenerse como es o marchar detrás de los acontecimientos. Por eso, el factor fundamental del cambio que es la gente, los trabajadores, entendiendo a estos como todos aquellos que participan en las distintas áreas productoras de beneficios, más allá de lo fabril, son quienes tienen la batuta del cambio y el Estado, no en la vanguardia, sino atrás, dándole sustentación con su poder a lo que nace.
Es una falsa concepción aquella, según la cual, los partidos, particularmente los revolucionarios, están destinados sólo a conseguir votos, reunir gente para la protesta y la marcha en favor de las causas nobles, apoyar lo que el Estado disponga, pues parte de la idea que el "revolucionario" y responsable del cambio es éste y no los trabajadores y las clases todas con propuestas de cambio. Ellos, los partidos, están en la obligación de incentivar en los trabajadores las ideas de cambio y no a partir de simples formulaciones abstractas sino en el trabajo diario, en la actividad productiva y la forma de organizarse con ese fin.
Si una clase no impulsa cambio alguno, lo hace la otra, sobre todo la que, de hecho, por lo estructural y cultural, se inserta en el movimiento inercial del Estado, porque lo viene haciendo desde el nacimiento del modelo que prevalece y domina. Pero ese impulso de los obreros para el cambio, no es cuestión de discurso sino de la implementación, mantenimiento y fortalecimiento de nuevas relaciones de producción por parte de ellos mismos y no bajo la relación capitalista de Estado. Y el partido, debe tener como función primordial, no ponerse bajo el ala del Estado, sino al frente de las fuerzas del cambio y hacer que éste les sirva a ellas de suerte de llave y palanca para el impulso y el transcurrir.
La relación entre el partido o los partidos del cambio y las clases destinadas a lo mismo, no puede seguir siendo una abstracción, algo para adornar un discurso épico y romántico, sino tiene que volverse concreta.
Terminaré poniendo un ejemplo sencillo y sentido, los trabajadores dejaron en manos de la clase sindical el asunto de los salarios; esta se sujeta a la voluntad o decisión del partido; éste a su vez espera que el Estado decida, el que, orientado por los monetaristas, influidos o determinados por la clase dominante, hace lo que todos sabemos.