Conquistadores del siglo XVI su virulencia doce generaciones que nos separan de ellos

Miércoles, 15/12/2021 09:32 AM

Don Francisco Herrera Luque:

"El afán por demostrar científicamente la hipótesis desarrollada en Los Viajeros de Indias lo llevó a una investigación minuciosa de las Casas Reales europeas, estableciendo cómo la llamada por él "herencia invisible", pudo mantener su virulencia y continuidad en el transcurso de los siglos, hasta afectar posteriormente a los habitantes de las nuevas tierras americanas".

Desde don Pelayo, inmerso en las brumas legendarias del alto medioevo hasta hombres de nuestro siglo como Alfonso XIII, Carlota de México y el emperador Francisco José. Veremos a doña Juana la Loca en su trágico deambular por los pueblos de Castilla, llevando consigo el cadáver de su marido Felipe el Hermoso y a su antepasado Pedro el Cruel de Portugal desenterrando el cadáver de Inés de Castro, para sentarla en el trono y hacerla reinar después de morir. Es este estudio se señala el morbo que afectó a la Casa de Austria española, a los borbones y a los Habsburgo. Aparecerán los Trastamara y los Valois. SanLuis rey de Francia y a su biznieta Margarita de Borgoña.

Pedro el Cruel de Castilla (1350-1569)

Nació en 1334. Fue proclamado rey a los quince años. Murió asesinado por su hermano Enrique el de las Mercedes a los treinta y cinco años.

"Era alto, blanco, rubio, de ceceante hablar, cazados, hombre de guerra, de poco dormir y de livianas costumbres… "…mazas grande de cuerpo —lo describe su contemporáneo el Canciller López de Ayala— blanco e rubio, e ceceaba un poco en la fabla. Era muy cazador de aves. Fue muy sufrido de trabajos. Era muy temprado e bien acostumbrado en el comer e beber. Dormía poco e amó muchas mujeres. Fue muy trabajador en guerra. Fue codicioso de allegar tesoros r joyas… E mató a muchos en su regino, por lo cual le vino todo el daño que avedes oído".

Sin mayores consideraciones de interpretación, era dado observar cómo la locura de ciertos príncipes y reyes mantenía su continuidad de padres a hijos o de abuelos a nietos a través de cinco y más generaciones, como fue el caso de Carlos II el Hechizado (fallecido en 1700) y de su sexta abuela Doña Juana la Loca (nacida en 1479). Tal fue la vida de la hija de los Reyes Católicos, madre de dos emperadores (Carlos V de España y Fernando I de Alemania). Nimbada por la aureola del sentimiento popular, Juana vive aún en su patria como Juana la Loca, loca de amor. Vallejo, como casi todos los autores contemporáneos, considera el caso como un ejemplo típico de esquizofrenia. La ascendencia de Doña Juana, como en sus descendientes desde el siglo XVIII hasta nuestra época. No tuvimos mayores contratiempos en la búsqueda: Felipe V, primer rey Borbón de España y sobrino nieto del Hechizado padecía de locura maníaca-depresiva, de la misma forma que su hijo Fernando VI sufrió de locura y epilepsia (1759). De continuar atando cabos y soldando eslabones de trágica significación, la infausta herencia de Juana la Loca, seguía hasta numerosos príncipes y reyes de nuestro siglo, entre los que destaca la infortunada emperatriz Carlota, esquizofrénica desde la muerte de Maximiliano (1866) y muerta en total demencia (1927).

De acuerdo a los hechos expuestos, que como se infiere, aportaban más fuerza o quedaba demostrada de una vez por todas que la trágica herencia del venezolano de hoy podía perfectamente ser una consecuencia del aflujo indeseable que precisamente en tiempos de Juana la Loca comenzó a caer sobre nuestro suelo.

Si los antepasados de Carlota de México hacían una línea continua de individualidades indiscutiblemente mórbidas desde sus antepasados inmediatos hasta Juana la Loca doce generaciones más tarde, sería interesante averiguar si el mismo fenómeno se presenta en los ascendientes de la infortunada reina de Castilla. No erramos en la sospecha; aparte la esquizoidia de Isabel la Católica, su madre y de la degeneración, en el más amplio sentido de la palabra, de su tío Enrique el Impotente y de su abuelo Juan II y de la abuela Doña Isabel de Portugal, segunda mujer de Juan II y madre de Isabel la Católica, fue abatida por la más dolorosa locura (1451) igual que el abuelo de aquella, el pérfido y siniestro Pedro el Cruel de Portugal (1520-1367) a quien la historia señala entre las tantas locuras que cometió, sentar en el trono al cadáver putrefacto de su amante Inés de Castro y hacer que la corte entera le rindiera los honores del besamanos.

Su paroxismo de furor y de desesperación se alternan con los de la alegría patológica. Organiza grandes festines populares donde baila incansablemente hasta caer rendido. Prodiga de pronto bondades, como asesina a mansalva a quien le salga al paso. Diez años reino Don Pedro. A los 47 años dejó este mundo el fiel amante de Inés de Castro, la que no pudiendo reinar en vida reino después de morir.

Veinte generaciones de indiscutibles perturbados se imponen en los seiscientos años que nos separan desde nuestra coetánea Carlota hasta el fiel amante de Inés de Castro, la que no pudiendo reinar en vida reinó después de morir. Con tan evidente casuística y prolongada sucesión creemos concederle un aporte experimental suficiente al principio científico del que hicimos uso cuando afirmamos que la huella de los Viajeros de Indias podía palparse en nuestra gente después de diez generaciones y de trescientos años.

Si los ascendientes de la desdichada emperatriz de México formaban una larga cadena desde sus abuelos hasta el espantable rey lusitano, ¿por qué no tratar de averiguar cómo fueron los ascendientes de ese egregio esquizofrénico? En base a esos objetivos proseguimos nuestra investigación. A diferencia de lo que suponíamos la casuística esta vez no fue ni tan inobjetable como en los casos anteriores, ni mantenían los escasos ejemplos de patología indudable, la estrecha sucesión requeridos para demostraciones de ese tipo. Salvo uno que otro caso, como García de Galicia (1090) al que las crónicas califican de loco, no hay mayores observaciones sobre este tipo de insania que por diversos conductos vemos desbordarse en los antepasados del Cruel hasta sus remotos ascendientes pirenaicos los reyes de Asturias (siglo VIII), fecha tope donde ha de terminar toda investigación genealógica sobre las familias reales europeas. No hay crimen ni perversión que no se observen en los ascendientes de Don Pedro, en los seiscientos cincuenta años que lo separan de los ferales reyes de Asturias y de León: desde el fratricidio hasta el incesto, desde la crueldad más inaudita hasta las más variadas perversiones sexuales. Hechos que si bien pueden achacarse al tiempo histórico que les correspondió vivir, perfectamente pueden atribuirse a la línea de perturbación que desde el siglo XX y sin ninguna duda llega hasta el siglo XIV. ¿Quién ha dicho que el fratricidio, el incesto y la homosexualidad eran lícitos y tolerados en la Europa del altomedioevo? Sobre la misma crueldad de los hombres de otros tiempos, que aceptamos como verdad de fe hay mucho que hablar. Si en verdad el hombre ha mejorado con los siglos en su respeto al hombre, no hay tampoco que creer que existen diferencias diametrales entre la dureza y crueldad de los tiempos idos y los presentes. Interesados por esta cuestión profundizamos sobre las normas que en materia criminal y sexual regían a los hombres de aquellos. Tal como lo suponíamos, no fue la conducta de estos hombres que con criterio contemporáneo lucen como monstruosos, hombres ni de su cultura ni de su tiempo; sino de hombres excepcionales en su maldad, dolor y crudeza, hasta el punto de merecer el repulso y protesta de sus contemporáneos. Si la anormalidad comienza, cuando un hombre discrepa con las normas de su cultura y esa discrepancia o heterodoxia se traduce en dolor y sufrimiento para los demás, el lícito suponer, por lo menos como hipótesis de trabajo, que los crueles, perversos e incestuosos ascendientes de Pedro el Cruel con tan anormales como sus ya probados descendientes, con la cual establecería de aceptar esta cuestionable casuística una línea ininterrumpida desde 1927 hasta donde la historia desaparece en leyenda. Con lo cual quedaría probado, en base a los hechos presentados y a los principios invocados de la teoría genérica, que la herencia de las enfermedades mentales es en relación a los antepasados de un sujeto, una huella perenne, que se concatena y sigue sin solución de continuidad desde nuestros días hasta las regiones abismales que proceden la historia de la civilización.

¡La Lucha sigue!

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