Las medidas neoliberales, esas que aumentan la gasolina, el transporte, producen un dinámico efecto multiplicador sobre toda la economía, como que todo tiende a subir. El aumento de la luz, las comunicaciones, los servicios y hasta el alquiler de locales y viviendas, por aquello aumentan y esto mismo, a su vez, también produce su efecto dominó. Y por supuesto unos se apoyan en los otros. El aumento del IVA significa uno doble para el consumidor; uno que tiene que pagar por el producto elaborado que compra y el aumento que él provoca en quien le utiliza como ingrediente para producir algo que pondrá a la venta. Si ponemos atención, el Estado opera siempre para en última instancia favorecer a los inversionistas, empresarios, quienes recuperarán, a costa de los bolsillos del consumidor, lo que hayan pagado por impuestos y aumentos. Y tomemos en cuenta que el Estado, recaudador de impuestos, también se favorece de todo ese maquiavélico proceso sin olvidar que pudiera ser empresario, como lo es en buena medida en Venezuela. El consumidor, solo le queda quejarse y sufrir las consecuencias.
Un viejo empresario con quien tuve una más o menos buena amistad, dado éramos paisanos viviendo en una ciudad que no era la de nuestro nacimiento, tanta como para cambiar impresiones con frecuencia, solía decirme, "aumento de impuestos o salarios a mí para nada me incomodan y a ningún empresario, pues si aumentan los salarios por alguna vía, al calcular el impacto de ello en el costo de mi producto, amparado en eso, a este le aumento el doble, no se nota y gano más que antes".
Cuando le pregunté ¿Por qué asociaciones empresariales suelen protestar cuando se aumentan los salarios? Me respondió, "es una reacción como para no perder la costumbre, dárselas de víctimas y dejar sentado su derecho a estar en primer término".
El FMI suele pedir aumentos en los servicios públicos y hasta en impuestos y pese eso, en ninguna parte los empresarios protestan, porque en otras cláusulas del acuerdo le devuelven demás.
Los aumentos pues, derivados de exigencias o no del FMI afectan primordial y casi únicamente al salario. Todos los medios y personas serias, que se respetan a sí mismas, que han hablado del "fenómeno chileno", concluyen que en ese país, después de la caída de Allende, se produjo un relativo "bienestar y crecimiento económico", que fue envidia de empresarios y clases adineradas del resto de América Latina, a costa del empobrecimiento de la mayoría de la población. La situación en Chile es realmente dramática, como que sólo el 1% de la población concentra la riqueza. Tiempo atrás circuló por los medios, una tabla relativa al salario que hablaba de un salario mínimo en Chile de 440 dólares, que significaría un bienestar envidiable para los trabajadores, si se mira esa cifra de manera abstracta o relacionándola con el paupérrimo venezolano, sin hacerlo con la realidad chilena, donde el costo de la vida estaba y está por encima de eso, tanto como que en buena medida, carecen de servicios de salud y comodidad para pagar los indispensables para la vida diaria. Tener vivienda es un sueño irrealizable para un trabajador. Estudiar, en cualquier nivel y particularmente en el universitario, es casi una misión imposible para un joven de los sectores humildes. Y esto no es invento o elucubración nuestra sino lo que informan todos medios internacionales, hasta El Mercurio de Santiago.
Todo ese drama, en fin de cuentas, tiene que ver con el salario y la relación de este con el precio de lo que necesita para financiar la vida del trabajador y su familia. Hablar de 400 ó 500 dólares de salario, no tiene sentido si no lo relacionamos con el costo de la vida en la ciudad o país donde reside el trabajador que eso gana. En Venezuela, eso sería una fortuna, tomando en cuenta que un docente, egresado universitario de V nivel, que con los sueldos de ahora pudiera ganar 15dólares, si le pagasen en base al salario mínimo chileno, ganaría unos 2 mil dólares, según las tablas de Menéndez y de acuerdo a la vida en este país ahora, eso sería como una fortuna. Pero en Chile, esos 400 ó 500 dólares son una miseria. Obviamente, el salario del trabajador venezolano es miserable, inhumano aún dentro de la realidad nuestra, donde mientras el mínimo es de 7 bolívares, la cesta básica denuncia eso como burla o chiste de muy mal gusto. Y lo sabe bien uno que sufre las atroces consecuencias del salario que percibimos
Todo lo anterior sirve para intentar demostrar que al margen de donde uno se encuentre ahora, en Chile, Ecuador, Colombia, la Argentina o Venezuela, la vieja lucha de los trabajadores, en las sociedades capitalistas como las nuestras, donde se haya decretado formalmente aplicada una dieta fondomonetarista y neoliberal o donde de hecho, como en Venezuela, sin haber firmado con aquel organismo vivimos dentro de un cuadro similar, como una alta concentración de la riqueza en una delgada franja, otra recibiendo las ventajas que depara el poder y una inmensa población en extrema pobreza. Esto es, salarios miserables, altísimos costos de los alimentos y medicinas, sin servicio de salud, donde hasta los especialistas se han ido de los hospitales, también por asunto salarial y carencia de lo más elemental. Habrá excusas, y en verdad el bloqueo que es real es de esas, pero ellas no satisfacen, sobre todo sin haber motivos serios y reales para subliminal las dificultades, pues el discurso no es suficiente y este "aguanta todo".
De donde la lucha por el salario y otras reivindicaciones a él asociadas sigue siendo fundamental, tanto como la bandera que debe unir a nuestros pueblos, lo que incluye la relativa al antiimperialismo. En esto hay que ser cuidadosos, la lucha contra el imperialismo no colide con la salarial y hacer esta última tampoco debe entenderse como que se está con el imperialismo. La lucha por el salario es inherente a los trabajadores, a los imperialistas le corresponde hacerlo por el capital.
La contención del salario, al mismo tiempo que suben los precios de las mercancías, lo que es la esencia de las propuestas fondomonetaristas, pero que subvenciona al empresariado, exonerándole de impuestos y qué para intensificar la producción y crear empleo mal remunerado, termina expandiendo la pobreza en un polo y concentrando la riqueza en otro. Y eso es lo que pasó en Chile, donde se creó un espejismo de bienestar que de paso se ha valido de subterfugios para ocultar la pobreza mediante diferentes mecanismos, tanto que el visitante a ciudades como Santiago y las grandes urbes del neoliberalismo, donde ella prevalece, no logra verla. Conozco el caso de dos jóvenes profesionales, venezolanos con ciudadanía chilena, que se fueron hace más de 5 años al país sureño y, en ese tiempo, no han podido llevarse a sus padres por no tener como cubrirles allá todos los gastos que eso significa. Les resulta más ventajoso, desde el punto de vista económico, mantenerles viviendo aquí.
Pero la pobreza del salario es un mal de los trabajadores del mundo y es pobre un salario en sí mismo, cuando hablamos de 3, 4 ó 15 dólares mensuales y lo es más, mucho más, cuando la canasta básica está ubicada allá arriba como en una montaña. Y lo es más, cuando pese se diga que nosotros los venezolanos tenemos salud gratuita y sólo se trata de una consigna para engañar a visitantes y a quienes oyen o leen desde el extranjero. Pues para decirlo de manera casi escatológica, en esos centros de salud no hay jeringas, alcohol ni lo más elemental, en veces hasta ni agua; lo que abunda es una alta expectativa de muerte. Y hasta carecemos de medios para pagar urna, terreno para enterrarnos o cremarnos.
Por todo eso, luchar por la defensa del salario, respeto de las contrataciones colectivas, en una sociedad capitalista donde empresarios y políticos se apoderan del producto del trabajo, es deber de los revolucionarios y un derecho por la subsistencia misma de los trabajadores. Descalificar, rebajar las luchas por el salario, en una sociedad como la nuestra, es convertirse en cómplice del capital.
Una cosa hacen quienes intentan aprovechar las protestas de los trabajadores para fines políticos, como tumbar al gobierno o influir en una determinada coyuntura, como unas elecciones, para sacar ventajas y otra es poner énfasis en buscar conquistas salariales, cambios en relaciones con el patrón, mejores generales para los trabajadores y para quienes, como los estudiantes, reciben los beneficios de las luchas de los docentes.
Descalificar las luchas de los trabajadores por lograr sus conquistas en una sociedad capitalista, donde el patrón se apropia de los beneficios del trabajo, sea el empresario o el Estado, como esos enormes que se derivan del trabajo docente, es ponerse en contra de aquellos y del cambio social. Un educador que vive en la miseria, cuyo salario no cubre sus necesidades básicas, no está en aptitud de servir idóneamente en ninguna sociedad y bajo ningún modelo. La lucha por el salario es una causa justa en Chile, Ecuador y Venezuela.
Quiero recordar que, en los tiempos de Pérez, bajo su primer gobierno, un joven diputado adeco, por el Estado Mérida, Secretario Nacional Juvenil del Partido, por cierto de apellido López, cada vez que los docentes anunciaban una huelga por asuntos salariales, amenazaba con tomar escuelas y liceos con sus dirigidos para sustituir a maestros y profesores. ¿Es el tiempo que vuelve o son fantasmas, almas perdidas que se quedaron sin limbo y sin purgatorio?