Utilicemos este momento de crisis, no para enrejarnos en nuestra soledad, sino más bien como un tiempo para la reflexión. Por otra parte, no es cuestión de encerrarse en los dolores, tampoco en el espíritu de los lamentos, sino en la gracia de poder vivir en la fuerza de los anhelos, aunque nos envuelva el fracaso y nos ciña la desesperación con su amortajado lenguaje. Personalmente, me resisto a que se me impidan abrazar horizontes nuevos, en mí siempre habrá una rendija de ilusión donde amarrar el corazón para poder vivir. Tampoco pasa nada si soltamos alguna lágrima en el esfuerzo. Quizás sea lo mejor que podamos darnos a nosotros mismos. Desahogarnos ayuda a recobrarse y a rescatarse de nuevo. Lo importante es ganar sosiego, injertar alivio entre semejantes, impedir que la tristeza se adueñe de nuestra mirada y podamos activar abecedarios más gozosos en un mundo crecido en víctimas, desbordado por nuestras propias miserias humanas. No hay que tener miedo a sobreponerse, y hacerlo seriamente por dentro, es una buena opción para vivir más humilde por fuera. Eliminar todo aquello que no es necesario, para el proceder de nuestros días, también nos enriquece de sabiduría que es lo que verdaderamente nos serena.
A veces andamos tan ocupados en mil preocupaciones que se nos olvida estar presente en lo que en realidad vale la pena, disfrutar de la convivencia dándonos vida. Nuestra escritora mística española, Santa Teresa de Jesús (1515-1582), lo tenía claro el "vivir la vida de tal suerte que viva quede en la muerte", esta llamada sobrenatural por sí mismo manifiesta la grandeza y el valor de la supervivencia incluso en su fase breve. Desde luego, esa viviente criatura, por muy minúscula que nos parezca, ha de ser lo primero y fundamental en todo. Cuesta entender, por consiguiente, la eliminación de tantas savias en gestación o el abandono de existencias en su ocaso. Déjennos, entonces, ser obreros con otras visiones más esperanzadoras; no trunquemos imaginación alguna, invirtamos tiempo en pensar, en ser más humildes y, luego, saquemos las fuerzas del alma, que son las que realmente nos instan a cuidarnos unos a otros, a poder discernir entre el bien y el mal en lo referente al valor esencial mismo de la presencia en el mundo. Por desgracia, hay un eclipse de humanidad que nos está dejando como la generación más fría y endiosada, afanada en las tecnologías del programar, controlar y no dejar vivir si es necesario, obviando todo sentido trascendente y entorpeciendo el interrogarse interior de cada cual, sobreponiendo algo tan arcaico y terco a la vez, como la supremacía del más fuerte sobre el más débil.
Sólo quien reconoce que su propia existencia no depende de la acumulación de bienes materiales, sino de otros parámetros más vivos y donantes, de entrega y disposición hacia sus análogos, alcanza cuando menos la satisfacción del innato deber cumplido. Una de esas primeras obligaciones está en defender y promover la vida, con sistemas benéficos saludables fuertes y universales. Lo primordial siempre es prevenir, responder pronto y atajar con un diagnóstico cualquier brote que nos ponga la existencia en peligro. Con el Covid-19, todavía no hay estrategia alguna, por lo que la situación aún no está bajo control por más que lo deseemos. Nos queda abajarnos, ver que el planeta lo construimos entre todos, reconocer y tutelar la gracia de vivir, sobre la que se sustentan todos los demás derechos intransferibles del ser humano. En consecuencia, y según mi manso decir, la vida ha de repoblarse de un nuevo culto, el del amor de amar amor; solo así, la solidaridad podrá crecer hasta hermanarse con todas las culturas del orbe. No olvidemos jamás, que sólo vive el que se ama y sabe amar. Todo lo demás nos sobra para ese verso que hemos de versar unidos, y así renacer en ese poema interminable y siempre vivo, que nos espera en su níveo y celeste manto.
El momento es delicado; hay que evitar que esto se convierta en un brindis al sol. Deseamos que nuestro presidente Nicolás Maduro Moros se defina y que no espere tanto, gran parte de los aliados al gobierno se han convertido en opositores del mismo por la magnitud de los daños económicos, empresariales y sociales ocasionados por su ambición de riquismo y poder a los que hay que hacer frente. Los voceros y portavoces del Psuv han olvidado las zanahorias y sólo aplican a sus futuros interlocutores jarabe de palo. Por lo tanto, Venezuela esta sentada en mimbres, o cual hace difícil un acuerdo, porque las ideas deben ser precisas y se debe saber con quién pactar cuánto vale y de dónde saldrían los fondos. Porque se necesita una verdadera estructura política para reformar a la patria.
Es necesario, vernos unidos de nuevo. Contemplar la patria verdadera y constatar verdaderamente el modo en que una sociedad vive el fenómeno de la muerte, es tiempo de confrontación y de guerra, por ello, debemos observar las grandes diferencias en la percepción de la muerte, la propia y ajena, que ha habido a lo largo de los tiempos, las familias han estado separadas por un largo período. Las investigaciones y las muchas que siguieron su estela nos han mostrado una sociedad desorganizada que experimenta el fenómeno de la muerte por una pandemia que se necesita conocer su origen.
La pandemia del coronavirus es una cultura sorprendente que no se da de una manera aislada, esto ha originado tensiones desde la invasión de Irak y Libia, como resultado de los niveles de guerra y y parásitos en que nos han envuelto en un sinsentido inexplicable, por lo tanto hay que golpear fuerte y contrastar el miedo con el contagio, hay que paralizarlo y colocar los termómetros para convertirlo todo ese resumen en estadística. Es un derecho elemental de la sociedad no estar paralizada de sus derechos elementales, después de esto, hay que ir a una reforma estructural del Estado.
Ayer, mi vecina me regaló dos panecillos con orégano para degustarlo con café, la misma que me saluda el día a día y que, por la ventana y la soledad que se acentúa con este encierro la observo ir al mercado. Desconozco si la mujer que sostiene a su hijo en los brazos simpatiza con el gobierno o simplemente tiene fatiga. Como tampoco conozco el voto de esa pareja de ancianos del bloque de enfrente que cada tarde nos ofrece su look 'guatiné'. Pero, todos aplauden, olvidando sus problemas, unidos después de casi un mes confinados y obedeciendo de la manera más responsable posible. representaciones. En definitiva, la muerte nos retrata como sociedad y, a menudo también, como personas. Al igual que el joven que coloca su música para alegrar al barrio, porque de urbanización nos convertimos en barrio. En definitiva, la muerte nos retrata como sociedad y, a menudo también, como personas.
Esta pandemia es equiparable a los índices bursátiles, contrapuesta alegremente a las altas médicas en una especie de balance macabro de pérdidas y ganancias. Se repite estos días con razón que la misma sociedad conmovida hace unos años por el obligado sacrificio del perro Excalibur, acepta sin señales visibles de duelo la desaparición oficial hasta hoy de casi quince mil personas en apenas un mes o tiempo, a las que pronto habrá que sumar las traspapeladas, tal vez ocultadas, en los cómputos gubernamentales. A esta indiferencia contribuye sin duda la conjura mediática para tapar a todo trance el desgarro y desolación de muchos miles de familias que no pueden llorar ni enterrar dignamente a sus muertos, pero también las autoridades, que incluso se resisten a decretar días de duelo en sus demarcaciones o en la nación. Se jalean las mayores bobadas para intentar hacer del momento un espectáculo bufo, pero se niega, como antaño a las víctimas del terrorismo, un solo minuto de reconocimiento y silencio colectivo que nos recuerde a los definitivos perdedores de los errores cruzados de tantos. El progreso, ya lo saben ustedes, no se detiene. Es necesario que se especule con el dólar, en Venezuela, y el pueblo padezca de hambre por unos pocos comerciantes y empresarios.
Ya no queremos más explicaciones teóricas de parte de los presidentes, no toman con seriedad su representatividad.
Pero los fondos públicos se nutren de los impuestos y es la economía productiva la que genera los ingresos fiscales.
Ahora España y Venezuela, porque quien gobierno es Pablo Iglesias, Alfredo Mancilla y Monedero y no Pedro Sánchez y Nicolás Maduro se enfrenta, a un aumento sustancial del gasto público y a una brutal caída de la contribución fiscal. Así que a la voluntad de defender lo público, hay que añadir la defensa de lo privado, para que haya de dónde financiar desempleo, pensiones o salarios sociales. Sin olvidar la escasez de los hidrocarburos.
Los autónomos y empresarios enumeran sus pérdidas, mientras muchos trabajadores calculan en cuánto se les quedará el ingreso mensual con la especulación, cuando el otro especulador es el Estado al autorizar un dólar de 171000, porque los amigos del gobierno se llevaron todo en un morral. El ya famoso 70% que la Seguridad Social paga de lo cotizado durante los últimos seis meses. Y aquí es donde el pirateo florece, porque, aunque la economía sumergida cada vez requiere de más ingeniería ante la obligación de fichar la jornada, no son pocos los empleados que no están cotizando todas las horas que trabajan. El pago en sobre subsiste. Pregúntenle si lo dudan a buena parte de la industria.
El currante que cobra un pico de su nómina en b para que el empresario se ahorre parte de su cotización (lo paga el trabajador de su salario en realidad, aunque nunca llegue a ingresarlo) pierde ahora su derecho sobre esa cantidad, que a la vista de la administración no existe. Ese pirateo resta protección a la ciudadanía porque socava recursos públicos, además de no saber cuándo le hará falta a cada uno un paro o baja), sin entrar ya en la jubilación. Aprendamos otra lección.
Dejemos la payasada, seamos claros y sometamos a esta pandemia a un verdadero análisis económico y financiero, allí entre ambas bandas estará el criterio médico. Nuestros grandes supermercados en bodegas, quebrados con más de mil trabajadores despedidos indirectamente, un ejemplo, los auto mercados Madeirense y San Diego, que lograron sortear muchas guerras, pero, perdieron con quienes desean implementar un falso comunismo, porque están ligados a mundos bajos y a laboratorios de guerra bacteriológica y biotécnicas microbiológicas, Nos llevan a una sociedad zombi con un chip insertado en la mano o el antebrazo.
Con la pandemia, la olla a presión de Madrid ha perdido su válvula de escape y el foro político está que revienta. Para conseguir un pacto de reconstrucción económica y social del país habría que bajar la tensión. Y nadie ayuda. Para empezar, el vicepresidente político Pablo Iglesias no para de repetir que "hay que defender lo público". Lo basa en la necesidad de reforzar la sanidad y aprovecha para esgrimir el artículo 128 de la Constitución, que habla de la intervención de empresas cuando lo exigiere el interés general. Iglesias tiene el mismo síndrome que Aznar; primero critican la Constitución y después la leen con fundamentalismo de conversos. Elude el vicepresidente el artículo 33, que reconoce el derecho a la propiedad privada, o el 38 que defiende la libertad de empresa en el marco de la economía de mercado. El resultado es la frialdad absoluta desde las filas empresariales y los partidos conservadores.
Acá en Venezuela es una pelea permanente, una ofensa al adversario y no una ejecución de ideas.
No es posible, pues, porque el poder concibe el pacto como un acto de sumisión y obediencia de los otros, y la oposición como el instrumento para que el poder cambie de manos. Y sindicatos y empresarios se posicionan de uno y otro lado, como siempre. Nadie está por ceder. El Pacto de Estado es necesario. No posible.
En Venezuela hay que convalidar los poderes y buscar nuevas retrospectivas económicas.
Parece mentira, lo denostado que estaba Suárez cuando dejó la Presidencia en 1981 y lo ensalzado que está cuatro décadas después. El presidente de la transición salió del Gobierno por la puerta de atrás, repudiado en Palacio, menospreciado por las taifas de su partido, estigmatizado desde la oposición, acosado por el terrorismo, despreciado en los cuartos de banderas e ignorado por el empresariado. Y ahora todo el mundo lo tiene en un altar. Pedro Sánchez quiere emular los Pactos de la Moncloa del 77 conseguidos por Suárez y Fuentes Quintana y ha propuesto reuniones con todos los grupos parlamentarios, para explorar las posibilidades. Pero el horno no está para bollos.
En vísperas de la anterior crisis, España consiguió su récord de recaudación en 2007 superando los 200.000 millones de euros. Esa cifra no la recuperó hasta 2018. En esos diez años se dejaron de recaudar casi 300.000 millones.
Con determinación, optimismo y realismo. Un Pacto de Estado para la reconstrucción económica y social de Venezuela tras la devastación del coronavirus a nivel mundial y Sureña es tan imprescindible como inviable. Cada día más invocado, cada día más traicionado por quienes tendrían que impulsarlo, negociarlo y firmarlo. Por casi todos ellos.
La China y EEUU, debe resolver sus problemas entre sí y no involucrar a toda una comunidad mundial.
El dólar es un cuento chino, un elemento perturbador ingeniado por estafadores y delincuentes de nuestra economía. El Estado debe actuar fuertemente.