SI. Tanto en el chavismo como en la oposición hay corrientes democráticas tan igual como hay corrientes autoritarias.
El asunto es que sus diferencias las tratan de forma diferente porque uno está en el poder y tiene mucho más que perder.
El carácter democrático en un sector de la oposición y en un sector del chavismo lo determina su convicción de que, en última instancia, debemos COEXISTIR democráticamente, es decir, RECONOCERNOS Y RESPETARNOS.
Esto implica instituciones fuertes que regulen los conflictos sociales.
En cambio, los autoritarios (fundamentalistas) creen en el exterminio del adversario para resolver los conflictos.
Por eso la polarización es funcional a los autoritarios, unos abusando de instituciones para reprimir, otros amenazando con golpes de estado e intervenciones militares.
Los autoritarios luchan por el poder puro. Ningún principio moral o jurídico está por encima de ese objetivo. Por eso están dispuestos a todo por el poder.
Los demócratas apuestan a la convivencia. El poder no está por encima de la vida. Tienen límites éticos y morales.
En Venezuela, los fundamentalistas han determinado el rumbo de la política a través de un PACTO TÁCITO: Polarizar y fomentar la intolerancia contra el adversario.
Así, ambas corrientes autoritarias se retroalimentan mutuamente y justifican su existencia, carente de propuestas.
Lamentablemente los sectores democráticos chavistas y opositores, no han tenido la madurez para entender la existencia de este pacto tácito y se han visto subordinados a los fundamentalistas.
Por lo tanto, no ha existido (ni existe) una estrategia para desmontar la polarización.
El parto que necesitamos para salir de este círculo vicioso mutuamente destructivo, es el de una dirigencia sobria, responsable y democrática (en ambos lados), que identifique este pacto fundamentalista, que lo estudie y que construya una estrategia para desmontarlo, lo que implica también un pacto tácito entre los demócratas de ambos lados para empujar en esa dirección.