La celebración el 14 de febrero del Día del Amor y la Amistad me brinda la oportunidad de insistir en la necesidad de amar a Venezuela con un amor activo y eficaz que se traduzca en la decisión de trabajar sin descanso por sacarla del abismo en que se encuentra. El amor genuino no es un mero sentimiento o una emoción, sino que es un acto de la voluntad. Implica decisión, mucho coraje y capacidad de entrega y sacrificio. Venezuela está gravemente enferma y malherida, languidece agobiada por múltiples maltratos y penurias. Por ello, Venezuela nos necesita. Necesita hijos generosos y valientes, capaces de asumir los problemas como oportunidades para crear y transformar. Ningún buen hijo abandona o se desentiende de su madre cuando está enferma o herida, ni mucho menos aprovecha su debilidad y dolencias para maltratarla y robarla más. Amar a Venezuela nos exige creer en ella, cuidarla, curarla y protegerla: proteger las vidas de los venezolanos que malviven agobiados por las carencias y miseria, posibilitar el regreso de millones de hermanos que fueron expulsados por el hambre y la desesperanza, y curar la vida de la tierra que sufre los desgarros y las brutales heridas que le ocasionan unas políticas extractivistas y saqueadoras que destruyen sus entrañas, contaminan ríos, matan árboles, vidas y fuentes de agua, y están acabando con culturas milenarias.
El amor se afianza en la convicción de que Venezuela tiene un hermoso futuro de prosperidad y paz, futuro que debemos construir entre todos y para todos. Ciertamente, Venezuela es un país maravilloso, que Dios lo llenó de potencialidades que debemos convertir en realidades, mediante el esfuerzo y el trabajo honesto y responsable. El amor es acción creadora, capaz de animar todo movimiento de transformación tanto personal como social. Por ello, hay que recuperar el significado del amor como fuerza servicial y solidaria y liberarlo de ese sentido sensiblero y superficial al que muchos lo han reducido. No basta con emocionarse al escuchar la gaita o el joropo, cantar loas a la arepa o la hallaca y alabar las maravillas de sus extraordinarios paisajes, si ese amor no se traduce en voluntad de trabajo y esfuerzo por sanar las heridas y robustecer su salud. El amor resulta ser el acto transgresor de toda tiranía. Amar a Venezuela, amar a los venezolanos y amar la libertad, Amar a Venezuela significa trabajar por liberarla de la opresión y el autoritarismo que niegan e impiden la vida a las mayorías, lo que implica y exige permanecer activos y firmes en una resistencia tenaz y en la creación de propuestas novedosas.
El amor como acto de resistencia, es la respuesta a una sociedad que ha desviado su esencia como lugar de convivencia en la diversidad, y ha tomado los caminos de la deshumanización, la exclusión y la opresión. Resulta intolerable y expresión del abismo a que ha llegado la insensibilidad y la crueldad, observar cómo se siguen defendiendo unas políticas sociales y económicas que han destruido el país, y siguen causando desesperanza, dolor y sufrimiento. En un país donde las desigualdades se acrecientan y se traducen para la mayoría en hambre, violencia y muerte, el amor rebrota como trinchera de esperanza tenaz y comprometida, incluso en medio de la noche más oscura. Si el autoritarismo amenaza con la muerte, la resistencia en el amor anuncia la resurrección de un país nuevo, reconciliado y próspero.