El día había pasado como mismo misil y ya empezaba a agonizar. El periodista Juancho Marcano, desde el balcón de su casa, cabalgó su mirada sobre el caballo de la tarde y corrió por sobre la sabana del paisaje y a lo lejos divisó un rayo de sol, y se imaginó que ya en el cementerio del horizonte del mar de Juangriego, el astro rey lanzaba sus delirios y sus lágrimas por esa muerte que sufre todos los días.
El reportero en estos últimos días, ha notado que ya el pájaro del frescor del nuevo año, empieza a volar más lejos y la temperatura comienza a subir, y el calor quiere jugar ya su papel protagónico en la novela del clima de la Tacarigua de Margarita y lo cual es lamentable, pues sufren tanto las plantas, como los animales y los hombres, y el conuco dejar de cantar su canción de alegría que le ofrenda a la lluvia cada vez que viene con su refrescante visita y sus acariciantes gotas.
El perro Pipo que había venido contento del conuco, pues aparte de que habló y consiguió alegre a la mata de mango, también se dio cuenta que una nueva mata de Aguacate, estaba floreciendo y eso lo emocionaba, pues es un fruto que le encanta tanto a Juancho como a él; estaba echado sobre una silla y se notaba tranquilo y sin problemas, y fuer ahí que Juancho viendo tal quietud, le preguntó:
- ¿Pipo, los perros no se preocupan?
- Claro, Juancho, no sólo por nuestros problemas, sino también y mucho más, por las personas que han tenido la delicadeza de darnos un hogar y cuidarnos, lo cual por nuestra fidelidad y lealtad, sufrimos cada vez que notamos que ustedes tienen problemas o están angustiados o enfermos; de ahí ese acercamiento que a veces hacemos hasta la persona y lo acariciamos y tratamos de decirle, que tranquilo, que no se angustie, que nosotros estamos ahí para darle ánimos. Así somos nosotros Juancho, no lo dudes.
El periodista miró fijamente con admiración a su perro y lo abrazó tiernamente y como ya era hora de la comida, ambos convinieron de cenar, esperar la hora de dormir y que llegara un nuevo día.