¿A qué aspira?

Miércoles, 16/03/2022 09:55 AM

Es por ruines sentimientos y bajas pasiones de vengativo o envidioso; otras que lo hacen no más sino por meter ruido y que de él se hable, por vanagloria; otras que lo hace por divertirse y pasar el tiempo, por deporte. ¡Lástima grande que a tan pocos les dé por deportes semejantes!

Comprender es perdonar, se ha dicho. Y esos miserables necesitan comprender para perdonar el que se les humille, el que con hechos o palabras se les eche en cara su miseria, sin hablarles de ella.

Sólo los apasionados llevan a cabo obras verdaderamente duraderas y fecundas. Cuando oigas de alguien que es impecable, en cualquiera de los sentidos de esta estúpida palabra, huye de él; sobre todo si es artista. Así como el hombre más tonto es el que en su vidas no hecho ni dicho una tontería, así el artista menos poeta, el más antipoético —entre los artistas abundan las naturaleza antipoéticas— es el artista impecable, el artista a quien decoran con la corona de laurel, de cartulina, de la impecabilidad, los danzantes de la jeringa.

Tú no sabes bien, mi buen amigo, cómo los solitarios todos, sin conocerse, sin mirarse a las caras, sin saber los unos los nombres de los otros, caminan juntos y prestándose mutua ayuda. Los otros hablan unos de otros, se dan las manos, se felicitan mutuamente, se bombean y se denigran, murmuran entre sí y va cada cual por su lado.

Estás solo, mucho más solo de lo que se figuras, y aun así no estás sino en camino de la absoluta, de la completa, de la verdadera soledad. La absoluta, la completa, la verdadera soledad consiste en no estar ni aún consigo mismo. Y no estarás de veras completa y absolutamente solo hasta que no te despojes de ti mismo, al borde del sepulcro. ¡Santa soledad!

Y sólo cuando un pueblo se ha hecho homogéneo y se ha constituido definitivamente, cuando ha brotado en él conciencias patria colectiva y no vive sólo por el mero instinto de vivir; sólo cuando tiene ideal es cuando puede irradiar al mundo su pensamiento.

El instinto de conocer y el de vivir, o más bien de sobrevivir, lucha en la batalla por la existencia; que también los caminos de la ciencia llevan a la boca y que no es todavía sino un ideal en nuestras actuales condiciones sociales el puro instinto de conocer. Y así será siempre.

Esclavos del tiempo, nos esforzamos por dar realidad de presente al porvenir y al pasado, y no intuimos lo eterno por buscarlo en el tiempo, en la Historia, y no dentro de él. Así inclinamos la frente el "fatum", al Progreso, tomándole de fin e ídolo, y nos hacemos sus siervos en vez de ser sus dueños. Y el Progreso nos tritura como el carro de Yargenaut a sus fantásticos adoradores.

"¡La Historia! Todo se nos reduce a aquella fe pagana que se encierra en el verso perdurable de la Odisea: los dioses traman y cumplen la destrucción de los hombres para que tengan argumentos de canto los venideros".

¡La Lucha sigue!

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