El sol se escondió rápídamente en la cueva del horizonte. La noche se asomó y tejió con hilos oscuros la sabana azul del cielo. No quedaba más que recogerse y cumplir con la rutina del día. El periodista Juancho Marcano, después que cenó, se dedicó a revisar y a leer mensajes e informaciones en su celular, mientras su esposa se dispuso a ver la televisión.
El perro Pipo y los gatos Rocky y Rockyta, buscaron también sus respectivos lechos y se decidieron a rendirle tributo al Dios Morfeo.
Y así iba pasando la noche y al periodista, que había terminado de leer un recorte de un periódico viejo, acostado en su hamaca, ya una chispa de sueño empezaba a vencer su eterno insomnio, y fue así, pero después despertó y tuvo sin conciliar el sueño hasta que el chubasco, empezó a sonar en el tejado, cual canción de cuna, y eso lo llevó a su niñez, cuando vivía con sus padres y hermanos en una casa que tenía el techo de asbesto y que sonaba tan sabroso y conciliador del sueño que el periodista, se arropaba y se acurrucaba en su hamaca y sentía la lluvia que caía en goteras del techo, cerca de donde estaba guindada la cama colgante que le sirvió al reportero como dormidero, hasta que siendo joven y graduado de bachiller, tuvo que salir a estudiar a otras tierras, donde no se dormía en hamaca, a pesar de que la lluvia era más frecuente, pero nunca entonaba la canción de la lluvia que caía en la Tacarigua de Margarita, y la cual eran los aguaceros más bellos que él ha visto en toda su vida.
El periodista seguía escuchando la melodía del chubasco y recordando que cuando ya amanecía, se encontraba con su amigo Moisés, quien estaba contento, pues los pozos se llenaban y esas eran las playas de ellos, pues su pueblo, no estaba a la orilla del mar, pues Tacarigua es un poblado que queda en el centro de Margarita.
"Ah tiempos aquellos", pensó Juancho Marcano, pero tratando que la nostalgia no le clavara el puñal de la tristeza, pues decidió que había que ver hacia adelante, sin tratar de vivir en el pasado. Sin embargo entre pensamientos y pensamientos, se fue durmiendo igual que cuando era niño, y amaneció contento y observando la sonrisa de neblina que mostraban los cerros aledaños.