Aunque hasta la hora y punto de pergeñar estas líneas, "Yo no he visto a Linda", como canta Daniel Santos, "parece mentira …"; porque ya han pasado dos o tres semanas del anuncio presidencial del hipotético aumento del salario mínimo en Venezuela a medio petro; pero todo se ha reducido a especulaciones y a una crítica que se podría llamar a priori. Esta primera quincena de marzo vino con el mismo monto viejo. ¿Qué era muy rápido y las oficinas burocráticas no pueden ser tan eficientes? ¿Qué más es la bulla que la cabuya? Lo cierto es que no han gustado las nuevas tablas salariales que, desde el mismo momento del anuncio presidencial del salario mínimo, comenzaron a circular en las redes sociales. Voceros del personal obrero, técnico-administrativo, de docencia e investigación (profesores) ha rechazado esa "suba salarial" y anuncian nuevas acciones sindicales y gremiales. Aunque con semejante decisión el presidente los dejó "Con los ojos claros y sin vista", porque al parecer no se lo esperaban, les ganó en velocidad o tal vez creyó con esa jugada paralizaría las susodichas "Acciones sindicales", también dizque los trabajadores se preguntan: ¿ahora qué va a pasar con la discusión de la IV Convención Única de los Trabajadores Universitarios y del magisterio venezolano en general? ¿Se va a paralizar o va a continuar? ¿Alcanzarán nuevos acuerdos "al término de la distancia" o eso es todo lo que hay?
Se podría decir que las representaciones e imaginarios sociales sobre el salario universitario ha sido una construcción de la modernidad en Venezuela desde los mediados del siglo XX en Venezuela y que en lo que va del nuevo siglo XXI después de 2014 sufrió una debacle, que cuestiona el orden social actual. Así, se destruyó imagen mental y la lógica de sentido vinculado al hecho de que los estudios universitarios, titularse y ejercer una digna profesión: médico, ingeniero y profesor universitario, que es caso que nos ocupa, generó un estatus y función social muy significativa, además de una identidad. Ser universitario, un profesional, hizo parte del orden establecido y se hizo "natural" que se disfrutara del debido reconocimiento y ascenso social. Pasar de una "identidad barrial" a unos modos de vida prácticos más vinculados a las urbanizaciones de clase media, en cuyo imaginario prevaleció el imaginario de las vacaciones, viajar al exterior, asistir a congresos científicos en países del "Primer Mundo", por ejemplo.
Hubo estímulos sobre la creencia de que la universidad permitió una reproducción social virtuosa, con sentido de cambio para superar las contingencias de una sociedad como la venezolana llamada "en vías de desarrollo", amplios sectores rurales y de la población del sector de las periferias urbanas tuvieron una prole universitaria, lo cual permitió el ascenso social hasta las clases medias; paralelamente, como oímos o leímos una vez del rector de la UCLA, Francesco Leone, una "siembra de la democracia" y sus valores desde las universidades. Venezuela aprendió qué era eso de la democracia con las luchas dirigidas por la juventud universitaria y su profesorado, entendida al menos en los años de 1980 y 1990 por quien esto escribe, como una elite intelectual. Uno admiraba a profesores de la UCV, ULA, UCLA, USB, UPEL, entre otras casas de estudio. Publicaban libros y artículos científicos o eran articulistas de la prensa.
Tuvieron casa y carro, buenas casas y carros. Conocimos alguno de esos docentes, con excelentes bibliotecas particulares. Estudiosos, los más; sin decir que vestían muy bien y se daban "buena vida", cosa que se notaba "por encima de la ropa", como se dice. Devino luego la gran crisis de 2014 a la actualidad, que, según se ha oído del presidente Maduro, intenta recuperar el salario de todos los trabajadores en 2022; otra cosa es el seguro de salud y hospitalización, que nos parece muy complicado acceder a ese servicio, además de que eliminaron lo que llamaban consultas o medicina concertada, entre otras cosas, por lo que no queda de otra que recurrir a los CDI. Con todo y eso, se debe consignar que parece un buen esfuerzo por atender a un sector profesional que en los últimos tiempos ha estado muy golpeado, además de que conviene valorar el compromiso de un conjunto de ese talento humano que mantenido en pie firme los servicios educativos de las universidades, así este miércoles estuve en la biblioteca del Decanato de Medicina de la UCLA y se observó grupos de estudiantes en sus tareas, algo muy auspicioso, porque como dijo recientemente el expresidente Rafael Correa en VTV (Sin etiqueta), sin universidades de calidad no habrá desarrollo, nuestras universidades no figuran entre las mejores del mundo en el marco de los estándares internacionales; y eso supone, para alar la brasa a nuestra sardina, que su personal docente, los empleados y obreros ganen bien; hemos repetido, tal vez ingenuamente, que todo eso está en relación a los consensos sociales y políticos que se puedan acordar para recuperar la economía, tal parece ser la tendencia en Venezuela.