Diario de una Cuarentena: Capítulo Trescientos Sesenta y uno

A dos años de nacimiento de esta columna

Lunes, 04/04/2022 12:54 PM

A 750 días del inicio de la contingencia en la República Bolivariana de Venezuela producto de la pandemia global de la Covid 19, en el inicio de la semana 108 de esta contingencia, y siendo el lunes 04 de abril de 2022, hoy me toca escribir, casualmente a dos años de que una idea loca pasó por mi cabeza y se convrtió en esta columna que ya lleva 361 ediciones contando esta.

Recuerdo esos difíciles días de marzo, y que ya llevábamos ese 4 de abril de 2020 19 días de cuarentena decretada por el presidente Maduro para ir cortando las cadenas de contagios y de transmisión de ese terrible virus. Y que ese día debía ser el primero de unas vacaciones que pedí y me aprobaron, más que hasta la fecha no he disfrutado, ya que las medidas de excepción que debieron adoptarse, requirieron la suspensión de actividades laborales, y la restricción del tránsito terrestre, aéreo, marítimo y hasta fluvial, salvo los sectores estratégicos que podían funcionar durante la pandemia.

Esa suspensión se basó en el decreto de estado de alarma del cual me referí en entregas anteriores de esta columna, concatenado con el artículo 190 de la Ley Orgánica del Trabajo para los Trabajadores y Trabajadoras. Incluso el referido artículo en su primer aparte señala que aquellas vacaciones que sean interrumpidas (o suspendidas agregaría yo) por hechos no imputables al trabajador o la trabajadora, se reactivarán al cesar esas circunstancias.

Así que en el momento en que me así lo prevea y luego de una conversación y común acuerdos con mis jefes, no sólo espero disfrutar de esas vacaciones aprobadas más no disfrutadas durante esos dos años que ha durado esta pandemia, sino de poder solicitar otras que tengo pendientes. De eso me referí someramente en anteriores entregas de esta columna.

Esto lo comento, porque al comenzar a escribir estos diarios de cuarentena, la idea inicial mía era la de escribir relatos sobre mis vivencias que estaba teniendo en un momento particularmente inédito en la historia de la humanidad de estos tiempos, y que en lo personal lo viví de manera muy particular. Pero mi labor de analista y mi impetú por socializar ciertas informaciones privó por encima del objetivo inicial que me había planteado.

No obstante, aun cuando me he planteado escribir una nueva columna, ya que siento que ya este Diario de Cuarentena está feneciendo y sería una forma de superar una etapa compleja y difícil por la cual nos ha tocado afrontar a todas y a todos, no descarto en algún momento (tal vez en algunas de esas vacaciones que tome) escribir algunos de esos relatos que viví durante la pandemia.

Por ejemplo, en la institución en la que laboró, y que es ente rector de una de las áreas que estaban exceptuadas de guardar la cuarentena, yo le pedí a mis jefes, en virtud de mi situación habitacional y de otra índole que vivo en Caracas, que me permitieran asistir todos los días a laborar. Si bien me decían en consideración a mi persona, que no estaba obligado a laborar todos los días, el trabajo constituyó una forma de refugiarme en medio de situaciones particularmente complejas por las que estábamos atravesando.

Recuerdo que durante los meses en los que permanecí solo no solamente en la oficina en la que laboró sino en todo el piso. Varias veces me calcé los guantes de las muchachas de la limpieza para desinfectar el baño, a fin de poder preservar mi salud no solamente del coronavirus sino de cualquier otra bacteria o virus que podría afectarme.

Incluso recuerdo que, en esos tiempos de reinvención, hasta teléfonos de esa oficina que estaban inoperativos logré repararlos sin el apoyo de la dirección de servicios generales de la referida institución.

Incluso recuerdo que casualmente me agarró esta pandemia y me tocó cumplir mis 40 años de edad en cuarentena, es decir, laborando en la oficina que ya mencioné. Pero en el fondo aunque físicamente estaba solo, espiritual y moralmente estaba acompañado de mi familia, de mi madre, hermanos y hermanas, sobrinos y sobrinas, y de mis afectos. Incluso recuerdo que un hermano de la embajada cubana en Venezuela y cuyo nombre me reservo, me llevó unos chocolates y una botella de vino la cual me tomé y así celebré mi cumpleaños 40.

Es decir, en medio de esa pandemia, yo pasé 17 meses sin poder ir a mi casa, la cual se encuentra en Ciudad Guayana, y que ha sido el sostén de mi estabilidad emocional. Pero esto no tanto por su ubicación física sino porque como lo expresó un gran hermano de la vida como lo es Amílcar Briceño, el autor de esa hermosa canción "Febreros y Abriles": "El hogar no es tanto un espacio físico sino el espacio donde podemos desarrollarnos espiritualmente y donde podemos ser nosotros mismos". Y esto es una total verdad.

Por eso, hasta cuando se habla de un tema de vivienda, y esto para los que estamos en una situación de necesidad. No es por un tema sólo de vivir y tener tu propio espacio sino un tema de desarrollo de nuestra propia humanidad y espiritualidad. Por ello es que el Ministerio rector de la materia no sólo se llama de Vivienda sino también de Hábitat, porque tiene que ver un poco con todo esto que me estoy permitiendo compartir con todas y con todos ustedes.

Además de ello, en medio de esta terrible pandemia, las emociones han sido diversas y variadas. Por ella he perdido afectos queridos e importantes, los cuales he sentido y he llorado. La mayoría seres humanos excepcionales y cercanos y por la otra hasta de una mascota. Pero también ha sido una maravilla por otra parte, porque me ha permitido ir conociendo a otras personas, que aunque el momento nos ha permitido cultivar una relación a través de las plataformas tecnológicas y redes sociales digitales, no podemos descartar que más temprano que tarde tengamos un encuentro personal y "cara a cara".

También la pandemia como a muchas personas, me ha permitido reinventarme a través de las opciones como el teletrabajo y la educación a distancia. Formas novedosas que se constituyen en alternativa ante situaciones inéditas como ésta pero que jamás sustituirán el abrazo, el calor familiar y el beso con los y las seres queridos. Pero que han sido formas en las que nos adaptemos a estas nuevas realidades serán los que podremos sobrevivir.

Ahora, cuando esta columna esta cumpliendo dos años, y probablemente este en su transición para dar paso a una nueva etapa. Cuando me apresto a retornar a la capital por un tiempo que las dinámicas que allá me encuentren serán las que determinarán mi permanencia durante el tiempo necesario que deba permanecer, es que consideré necesario compartir estas modestas impresiones con todas y todos ustedes.

Sobre todo por el tiempo necesario de permitirse ser humanos, por el tiempo que espero tener para dedicarles a tantos afectos que tengo en Caracas y que pacientemente han esperado por mí. Y por algunos objetivos y metas que espero lograr o por lo menos avanzar en ello.

Y bueno, siempre con la esperanza cifradas, en aras de mi estabilidad emocional y espiritual, de volver tan pronto como las circunstancias y las dinámicas así determinen, para siempre como el hijo pródigo, volver al hogar a los afectos de los seres cercanos, de los seres queridos.

He empezado una nueva escalada hacia el retorno, pero lo hago con la emoción y la esperanza que, pase lo que pase, siempre saldré victorioso.

Gracias a todos y a todas ustedes que durante trescientas sesenta y un entregas me han acompañado o nos hemos acompañado en medio de un duro transitar, pero del que ya parece que estamos saliendo.

¡Bolívar y Chávez viven y sus luchas y la Patria que nos legaron siguen!

¡Independencia y patria socialista!

¡Viviremos y Venceremos!

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