Diario de una Cuarentena: Capítulo Trescientos Sesenta y Tres

En la escalada hacia el retorno…

Viernes, 08/04/2022 03:00 PM

A 754 días del inicio de la contingencia en la República Bolivariana de Venezuela producto de la pandemia global de la Covid 19, en la finalización de la semana 108 de esta contingencia, y siendo el viernes 08 de abril de 2022, estamos en pleno viernes de concilio y entrando a la Semana Santa o Semana Mayor, por lo que me quiero permitir escribir nuevamente con un toque humano.

Recuerdo que, por estas fechas del año pasado, me encontraba en la ciudad capital. Si la memoria no me falla, ya la Semana Santa había pasado y estábamos en una cuarentena radical, debido a que habíamos sufrido la "segunda ola" de la pandemia en Venezuela.

Recuerdo que luego de 17 meses que no venía a mi casa en Puerto Ordaz, desde agosto de 2019 y hasta enero de 2021, me quedé durante mes y medio hasta que retorné el 2 de marzo de 2021, para quedarme unas 3 semanas aproximadamente, para cumplir compromisos en Caracas y luego, antes de que entrase el asueto de la Semana mayor, poder estar en la comodidad de mi hogar junto a mi madre, hermanos y sobrinos.

Pues fueron en esas fechas como ya señalé, cuando estábamos en la segunda "ola" de la Covid 19 en Venezuela, debido a la variante brasileña, la P-1, que hizo que pasáramos la segunda Semana Santa confinados.

Recuerdo que en aquella oportunidad, hace un año casi de eso, hacía los preparativos para retornar vía terrestre a casa, ya que en esos momentos no estaban aperturados los vuelos desde y hacia el estado Bolívar, y compré unos panes de guayaba y queso que me servirían de almuerzo durante el viaje de 12 horas hasta mi casa, y recuerdo que los comí con rabia y desazón por la medida que debió adoptar el Presidente Nicolás Maduro.

Pero, y en justicia debo reconocer que, si no hubiesen sido por esas acertadas y oportunas medidas, quien sabe lo que pudo haber pasado en nuestro país.

Fue algo que no podía contar, un viaje previsto inicialmente para unos 21 días, ya que luego de 17 meses que pedí asistir ininterrumpidamente a la oficina de la institución donde laboro para apoyar en el tema de la Covid 19, luego se me dio la oportunidad de ir a mi casa, a pesar de que desde marzo de 2020 había pedido unas vacaciones vencidas, las cuales me fueron aprobadas más aun es fecha que las mismas no he podido disfrutarlas por esta contingencia, bueno es señalarlo, al final lo hice casi mes y medio después, es decir, el 28 de abril de 2021, gracias a una empresa que hacía transporte terrestre de personas hacia Guayana desde un municipio del este de Caracas, y a pesar del cerco epidemiológico que había en Táchira y el estado Bolívar pude llegar a casa en esa oportunidad.

Hoy, un año después, la situación es diametralmente opuesta, y ciertamente en materia sanitaria con respecto a la Covid 19, el país ha logrado contener el virus, pese al surgimiento de variantes más contagiosas.

Y es distinta la situación, incluso en mi caso particular hasta inversa, porque luego de transcurridos estos días de asueto, me corresponde retornar a la ciudad capital, para atender compromisos laborales y de otra índole.

Sin duda que salir de la zona de confort y dejar por un tiempo el hogar pega un tanto, ya que mi buen amigo Amílcar Briceño ha señalado una gran verdad: "El hogar es mucho más que el sitio o la infraestructura en la que uno se encuentra. El hogar es el espacio en el que uno se siente uno mismo, en donde uno tiene paz interior y bienestar", palabras más, palabras menos así lo dijo una vez mi hermano Amílcar Briceño y cuando se lo escuché, sin duda hizo que me brotaran sendas lágrimas.

De alguna manera, en mis más recientes escritos, he insinuado sobre la situación que me ha tocado afrontar en mis labores y en mi permanencia en la ciudad capital. Amo Caracas porque hace 42 años nací en esa ciudad y las circunstancias me han hecho retornar a ella, pero indudablemente me ha tocado afrontar la situación del "arrimado", de aquel que no cuenta con su propio espacio.

Y es por ello que, cada vez que esta nueva realidad me lo permite, tanto en lo económico como en lo sanitario a raíz de la Covid 19, es que prefiero estar con los míos en mi amada Guayana, porque es uno de los sitios donde encuentro la paz. Donde pese a trabajar en una institución pública ubicada en Caracas, gracias al teletrabajo he podido equilibrar mi desempeño con esa institución y el necesario bienestar y tranquilidad mental que requiero. Pero, la nueva realidad me amerita a que debo hacer presencia física nuevamente en la institución y estoy consciente de ello.

Pero pese al sentir que podría tener, debo expresar que me siento tranquilo, en paz. Sobre todo, porque además de lo laboral, en la que tengo la opción de tomar las vacaciones aprobadas más no disfrutadas desde marzo de 2020 y otras que podría solicitar, pero que no pretendo hacerlo una imposición sino hacerlo de común acuerdo con mis jefes, con los cuales tengo una fluida y buena relación y que están conscientes de situaciones particulares que me toca afrontar cuando permanezco en la capital de la República. En ese sentido, a esos jefes (o jefas más bien) agradezco esa comprensión y que podamos llegar a acuerdos en aras de preservar este derecho que alego, pero enmarcado dentro de una estrategia "ganar-ganar".

Pero también porque tengo toda una serie de afectos, de querencias en la capital a los cuales también les dedicaré un tiempo valioso e importante y que desde acá les agradezco su infinita paciencia por esperarme, pese a que han pasado por situaciones torturantes y hasta más complejas que las mías. Eso es algo que aprecio y valoro mucho y quiero expresarlo a través de estas líneas.

También porque mientras permanezca en la capital, todo ello lo determinará la dinámica con la que me tope, hasta la posibilidad de retomar algunos proyectos en algunas radios de allá será maravilloso para reencontrarme con ese hermoso pueblo caraqueño que he aprendido a amar y a querer.

El solo hecho de tener la puerta abierta y la esperanza de un retorno a casa, de contar con los afectos de seres queridos que tengo en mi querida Guayana, que va desde mi madre, hermanos, cuñadas, sobrinas y sobrinos y que siempre ellos esperan por uno, es lo que me da las fuerzas desde lo psicológico, pero sobre todo desde el espíritu, para saber que pese a todas las dificultades que a uno le ha tocado afrontar, siempre el hogar estará allí.

Al igual que al estar en Caracas, que cuento con hermanos y hermanas de caminos y andanzas, así como nuevos afectos y amores a los que desde ya les doy la bienvenida a mi vida.

Guayana es centro de todos mis amores, y también de dolores, como también lo ha sido en ocasiones mi querida Caracas. O la Valencia de las naranjas, y Naguanagua donde quedó un trozo de mi alma.

Pero incluso a aquellos afectos a los que la contingencia de la pandemia y de esta nueva realidad nos ha hecho interactuar y conocernos virtualmente, pero que más temprano que tarde y estoy seguro de ello, nos encontraremos cara a cara.

Pero más allá de eso, en estos momentos me siento parafraseando al Comandante Inmortal e Inolvidable, Hugo Chávez, en plena escalada hacia el retorno, con la fuerza y el verdor de la primavera y presto y abierto para los nuevos retos y afectos que me esperan, independientemente de las circunstancias.

Me siento como el eterno retorno, como lo plantearon los estoicos, como lo planteó en su momento Hermes Trismegisto en su obra "El Kybalión", o Shopenhauer en "El mundo como voluntad y representación" o su alumno, Friedrich Nietzche en su obra "Así habló Zaratustra" citada también por el Comandante Chávez.

Lo bueno de este nuevo tiempo y de esta nueva normalidad, es que todas las opciones las tengo sobre la mesa. Y que, pase lo que pase, siempre saldré victorioso

Gracias a todos, todas y todes ustedes por estar ahí

¡Bolívar y Chávez viven y sus luchas y la Patria que nos legaron siguen!

¡Independencia y patria socialista!

¡Viviremos y Venceremos!

 

 

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