Durante la realización del I Congreso Nacional Sobre el Cambio Climático, el Gobierno Nacional ha anunciado una serie de medidas supuestas a enfrentar esta delicada situación planetaria. Aunque en general descreo de este tipo de acciones -por ello soy colapsista, es decir presumo la irreversibilidad del desastre climático-, no puedo dejar de referirme a esta noticia, siendo que he abordado el tema en varios artículos publicados en tiempos recientes.
Antes que todo presento un resumen de las mencionadas medidas:
- Aprobación de un fondo rotatorio de Bs. 10.000.000 (poco más de 2 millones de dólares) para fortalecer las políticas públicas sobre el cambio climático y el financiamiento a trabajos de investigación.
- Aprobación de una Red Venezolana de Saberes, Experiencias y Conocimientos en torno a la temática de la crisis climática.
- Inclusión de una encuesta en la plataforma Patria, a fin de evaluar el nivel de conciencia del pueblo en torno a la crisis climática y sus consecuencias.
- Propuesta para la realización de un Encuentro Internacional Contra la Crisis Climática.
- Creación de una revista científica arbitrada y supervisada por expertos y analistas, sobre temas del cambio climático. para ser socializada por el pueblo.
- Creación del Premio Nacional "Ecosocialista contra la crisis climática".
- Creación del Observatorio Nacional de la Crisis Climática (ONCC)
- Creación del Centro de Estudios de la Crisis Ambiental Global en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC).
- Aprobación de las principales acciones de la Revolución Bolivariana ante la crisis climática.
- Elevar el carácter de la Comisión Presidencial contra el cambio climático a Consejo de Vicepresidentes Sectoriales, para el abordaje de la crisis climática como instancia superior permanente.
Pienso que la mayoría de estas medidas tienen un tufillo a instrumentación burocrática que no haría sino confirmar que esta Humanidad está básicamente confundida y extraviada en cuanto a la lucha por la sobrevivencia de la especie. Sin embargo, es sano darle el beneficio de la duda al Gobierno y desearle algún éxito en esta intención de abordar asunto tan peliagudo.
Más allá de que las medidas parecen presagiar una nueva experiencia de largas reuniones con mezquinas conclusiones, me parece bien que se les dé una palomita a los científicos venezolanos en el abordaje del cambio climático. A estos esforzados trabajadores les deseo el mayor de los éxitos en su importantísima labor.
Acaso uno de las medidas más llamativas es la que propone un Encuentro Internacional Contra la Crisis Climática, que se realizaría en la última semana del próximo octubre. Mi experiencia con este tipo de encuentros y congresos no es positiva. Fui miembro del Comité Promotor del Congreso de la Patria. Este Comité terminó siendo una entelequia -las decisiones fueron cupulares, como suele suceder- y el Congreso un evento sectario y propagandístico del cual la absoluta mayoría del pueblo ("la Patria es el hombre") no se dio ni por enterado.
También tuve mi pasantía por la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, de la cual en buena hora me retiré, después de comprobar que el esfuerzo humano y material para que esto funcionara era inversamente proporcional a los resultados. Cada reunión de esa Red transcurría más o menos igual: después de varios días de una competencia de cerebros, todo terminaba, sin pena ni gloria, en una ampulosa declaración que muy pocos leerían.
La más reciente experiencia que voy a referir fue la del llamado Congreso Internacional de la Comunicación, un evento masivo y dispendioso cuyo único resultado concreto fue una
institución cuya propiedad y eficacia están aún por demostrarse: la Universidad Internacional de la Comunicación. Por supuesto, en este Congreso participaron más de 150 invitados internacionales de aquello que un amigo argentino llama el "turismo de izquierda", esos intelectuales progres infaltables en cuanto evento internacional hay.
Recuerdo un café que compartí, durante uno de estos eventos en el Hotel Alba Caracas, con Danny Glover y otro estadounidense cuyo nombre no recuerdo, y que era la principal figura de la organización de derechos civiles de la cual formaba parte Glover. El personaje me comentó que había asistido a decenas de encuentros y congresos internacionales, y que solo uno o dos de ellos habían tenido algún resultado perdurable. Las razones, según arguyó, eran básicamente dos. Una, que en esos eventos se pretende hablar de todas las aristas de un tema sin el tiempo suficiente para profundizar, por lo que se termina hablando de nada, al menos de cara a los resultados (caso típico: el fulano Congreso Internacional de la Comunicación). Él pensaba, razonablemente, que lo sano era abordar un solo tema en profundidad. Dos, que las discusiones no aterrizan, suelen quedarse en debates teóricos o demasiado generales, con poca incidencia en la vida real.
De esto último extraigo mi primera recomendación para los organizadores del mencionado Encuentro a realizarse en octubre: el tema del Cambio Climático es demasiado amplio para agotarlo en pocos días, así que se debería pensar en una agenda reducida que permita eficiencia en el debate y sus conclusiones.
Otras recomendaciones haría para el evento. Evitar el sectarismo de izquierda. Si se hace un evento "progre" excluyente, se demostraría escasa comprensión de la tarea que se debería cumplir de cara al Cambio Climático: se trata de una tarea de toda la Humanidad, que debería incluir a todos los sectores, ideologías, religiones, credos, culturas. Es un reto demasiado grande, arduo, casi imposible de cumplir a estas alturas, como para seguirlo viendo con las miradas tradicionales de las izquierdas y las derechas. En ese sentido, me gustaría citar a uno de mis referentes más apreciados entre quienes abordan la crisis climática, el reputado científico catalán Eudald Carbonell, arqueólogo, antropólogo,
paleontólogo, prehistoriador y catedrático que codirige las excavaciones de Atapuerca, localidad española que alberga yacimientos arqueológicos considerados la cuna del primer humano europeo. Según Carbonell, "La globalización crea uniformidad. En su lugar, lo que debería haber hecho ya la especie humana es una planetización para intentar integrar la diversidad en vez de uniformar (…) En primer lugar, los sistemas actuales deberían basarse en la interdependencia, no en la jerarquía. Es decir, en la organización, la cooperación y la coordinación. No como ha ocurrido en la historia de la humanidad, al menos durante los últimos tiempos, en los que en muchas ocasiones líderes poco preparados toman decisiones incorrectas por ambición de poder o por intereses económicos (…) Esto significa que debemos comportarnos de manera consciente, sabiendo que todos los humanos del planeta Tierra somos Homo Sapiens y, consecuentemente, formamos parte de una misma especie, de una cultura y de un momento histórico".
Por supuesto, no me llamo a engaño: el sectarismo de izquierda, en eventos como el señalado, es casi imposible de superar. Hay dos características de la izquierda que parecen formar parte de su ADN político: uno es el sectarismo, que se vincula al síndrome de "Dios agarrado por la chiva". La izquierda se cree que ella es el camino, la verdad y la vida, y que todo el que no acepta su predominio intelectual no tiene ninguna posibilidad de acertar en los grandes temas políticos y sociales. La otra característica "genética" es la confusión. De hecho, sus múltiples modalidades apenas pueden ponerse de acuerdo, y sus constantes errores e inconsecuencias son en buena parte responsables de los avances de la derecha mundial y del caos planetario.
A propósito del sectarismo y en cuanto a esta etapa que parecería abrirse con las mencionadas medidas del Gobierno ¿estarían dispuestos los representantes oficiales a debatir con voces que discrepan de la probidad del proyecto del arco minero, como Esteban Emilio Mosonyi y Francisco Javier Velasco? ¿O con Julio César Centeno, quien ha hecho denuncias a propósito de las políticas oficiales en torno al tema de la deforestación de nuestros bosques? ¿O se encerrarán a hablar solo con quienes se muestran de acuerdo con todo lo que hacen o dejan de hacer?
Otra rémora que podría incidir negativamente en el desarrollo del Encuentro anunciado por
el Gobierno es el dogmatismo de izquierda. Quiero partir de algunos conceptos expresados
por la Vicepresidenta Ejecutiva de Venezuela, doctora Delcy Rodríguez, en el mencionado
I Congreso Nacional Sobre el Cambio Climático, que acaso ayuden a comprender el
planteamiento. Según Rodríguez, la crisis climática se debe a años de destrucción del
"modelo depredador" del capitalismo que habría intervenido en los cambios del planeta y la
naturaleza, acotando que "No se escapan las posiciones hegemónicas que los bloques de
poder occidentales han pretendido imponer sobre la humanidad y el planeta. El
acrecentamiento de un modelo depredador como el capitalismo con los gases invernaderos
que han generado la crisis climática actual". A esta confusión dogmática ya he hecho
referencia en artículos anteriores. Comenzaré con una cita del artículo de mi autoría titulado
"Cambio Climático y marxismo" (Aporrea.org, 22/02/22): "el capitalismo es el escalón
más alto y destructivo de la civilización humana fracasada, no es causa, es consecuencia.
Me explicaré después de transcribir la siguiente idea del intelectual marxista argentino
Atilio Borón: ‘… hay quienes adjudican la responsabilidad de su aparición (del COVID-19)
a una entelequia: ‘el hombre’, como los ecologistas ingenuos que dicen que aquél -
entendido en un sentido genérico, como ser humano- es quien con su actividad destruye la
naturaleza y entonces la Covid-19 habría también sido causada por ‘el hombre’. Pero la
verdad es que no es este sino un sistema, el capitalismo, quien destruye naturaleza y
sociedades como lo demuestra el pensamiento marxista e, inclusive, aquellos que sin
adherir a él son analistas rigurosos de la realidad’ (…) Según el intelectual, el "hombre" es
una entelequia, una invención de "ecologistas ingenuos". Hay en esa afirmación un dejo
de prepotencia intelectual que no es de extrañar en un teórico marxista (…) Cuando se
habla del "hombre" de manera genérica se hace referencia a la especie humana, sin
distinguir raza, ni religión, ni tendencia política, ni posición socioeconómica, ni época en
que se viva o se haya vivido. Tal como cuando se habla de la especie tigre -el tigre-, se
alude a todos los tigres que son y han sido, sin importar si es africano, siberiano, de
Bengala o cualquiera otra variedad: se dice "el tigre es un felino", así como se dice "el
hombre es un primate", queriendo significar todos los tigres y todos los hombres ¿Es la
especie humana así entendida una entelequia, o sea algo que solo existe en la
imaginación? Saquemos las cuentas. El capitalismo existe hace menos de 300 años, si ubicamos la victoria de la Revolución Francesa (1789) como su punto histórico de referencia. El marxismo hace menos de 200 años, si lo remontamos a la publicación del Manifiesto Comunista (1848). La especie humana tal como la conocemos hoy existe hace… ¡circa 150.000 años!, es decir la Humanidad, el homo sapiens, los hombres y las mujeres, en fin, los humanos modernos: el "hombre". De todo ese tiempo, la historia (el testimonio documentalmente verificable de la acción humana temporal) data de hace más de 5.000 años ¡cerca de cinco milenios de diferencia en relación con el origen del capitalismo y del marxismo!"
Más adelante, en el mismo artículo, señalo: "¿Brotó el capitalismo desde el fondo del mar, como los especímenes terrestres? ¿Lo trajo una nave alienígena? ¿Apareció de pronto como un espanto? Son preguntas retóricas, por supuesto. Insisto: el capitalismo es la continuación de una larga construcción del hombre, que tiene su origen remoto en la división de la sociedad en clases, con punto de inflexión en el surgimiento de la esclavitud".
El problema con esta confusión dogmática del marxismo y de buena parte de la izquierda es que equivoca el foco del problema y por tanto el de las soluciones. De acuerdo a esta confusión, se tendría que acabar con el capitalismo para poder impedir el desastre climático. Pero esta es una solución utópica, hipotética, uno de cuyos fundamentos es la idea de que el capitalismo está en una crisis terminal, cuando en realidad lo que vive es una crisis de crecimiento, está en un proceso de reacomodo, de adaptación. El capitalismo es absolutamente dominante. De hecho, se ha fortalecido a partir de la segunda mitad del siglo XX, cuando los dos grandes países que habían hecho revoluciones socialistas, se devolvieron de lleno al capitalismo, Rusia y China, tras la disolución de la URSS (1991) y el proceso de apertura y reforma iniciado por Deng Xiaoping (1978). En países como Vietnam, Cuba y Venezuela, los liderazgos más recientes han impulsado políticas de recuperación de algunas características clásicas del capitalismo, fortaleciendo la presencia del capital privado y abriendo espacios a la iniciativa privada. Todo el progresismo latinoamericano se orienta igualmente a políticas centristas que no cuestionan al capitalismo como modo de producción, aunque hacen críticas a las políticas distributivas
del neoliberalismo. En resumen, el capitalismo tiene aún mucha vida por delante y el modelo de crecimiento que adoptan todos los países deja poco espacio a un desarrollo eficaz de políticas capaces de impedir el cambio climático. De manera que alguna lucha exitosa para preservar el hábitat humano ha de hacerse bajo las condiciones del capitalismo o no se hará.
Ahora bien, es muy difícil que el desastre climático pueda evitarse bajo el modelo capitalista, que es la fase superior de la civilización fracasada, la fase más (auto) destructiva del hábitat humano. Pero al mismo tiempo, no hay tiempo para que los marxismos y las izquierdas se pongan de acuerdo sobre cómo acabar con el capitalismo, mucho menos sobre cómo construir su utopía, el socialismo. Es por ello que adhiero a la línea de pensamiento colapsista, como he dicho, que cree en la irreversibilidad del desastre climático y el colapso final de la civilización fracasada, con la probable extinción de la especie humana o al menos con el advenimiento de la etapa más dolorosa de la historia, el desastre universal, el apocalipsis.
Valoro el hecho de que el Gobierno intenté sumarse más activamente a las tareas atinentes a la lucha contra el cambio climático, pero tengo las mismas aprensiones de los manifestantes de Glasgow. En esta ciudad escocesa, donde se reunió la cumbre COP26, la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en noviembre de 2021, más de 100.000 personas marcharon para exigir a los gobiernos y empresas privadas más acciones frente a la crisis climática.
Además de las protestas en Reino Unido, eventos similares se llevaron a cabo en otros 100 países, como Kenia, Turquía, Francia, Brasil, Australia y Canadá. Los discursos de apertura en la manifestación en Glasgow los hicieron representantes de los pueblos indígenas de varios países. Sin embargo, en Venezuela, donde a cada rato hay marchas por diversas razones, estas manifestaciones no tuvieron ningún eco. Ni siquiera los partidos de izquierda, que hablan mucho de "ecosocialismo", movieron un dedo, tampoco los movimientos sociales, ni los intelectuales orgánicos, ni los artistas.
Aparte de la marcha mencionada, 21 manifestantes de la organización Rebelión Científica fueron arrestados después de encadenarse en un puente vehicular en el centro de Glasgow. Charlie Gardner, profesor del Instituto Durell de Conservación y Ecología, dijo que los científicos ya no podían "confiar en nuestros líderes para salvarnos" y tenían el "deber moral de actuar".
Una de las principales consignas que vociferaron los manifestantes de Glasgow es muy breve y reveladora: "bla, bla, bla", significando que los líderes mundiales hablan mucho y hacen poco. Ojalá que el Encuentro de octubre en nuestro país no sea otra habladera, con ideas y consignas repetidas en toda ocasión. Ojalá no se convierta en otro evento sectario, dogmático y propagandístico de la izquierda encerrada en su burbuja.
Si la lucha contra el cambio climático no se convierte en una acción de toda la Humanidad, más allá de las diferencias políticas, ideológicas, religiosas y culturales, si seguimos echándoles las culpas a terceros y no asumimos que se trata de una responsabilidad compartida, en la que ninguno de nosotros está libre de culpas, entonces, Dios no lo quiera, los colapsistas habremos tenido la razón. Cuántas ganas tengo de estar equivocado. Tal como asienta Eduald Carbonell, no se trata de la crisis de un sistema o una ideología: es la crisis de la especie humana, de la civilización fracasada.