La sociedad del sistema occidental no es plenamente consciente de la fenomenología y de su alcance en su seno de las dos modalidades de vida que son posibles por la estructura del mismo. La población elige, cuando puede, entre dos formas de vida. Vivir a la caza de oportunidades profesionales y laborales en las que a la larga o a la corta es posible llegar a ganar mucho dinero, o vivir con un estipendio limitado pero permanente.
Cuando se habla de lo público y de lo privado sólo se piensa en la educación y en la sanidad como los dos ámbitos garantizados por el Estado para toda la ciudadanía, los dos esenciales servicios públicos imprescindibles de los que nadie queda excluido. Pero hay más detrás de ese planteamiento…
Según el Boletín Estadístico del personal al servicio de las Administraciones públicas de enero de 2021, el número de empleados públicos en España asciende a los 2.710.405. De estos, 514.514 (18,98%) trabajan en el Sector Público del Estado, 1.616.211 (59,63%) en el Sector Público de las Comunidades Autónomas y 579.680 (21,39%) en el Sector Público de la Administración local.
En cuanto a la tipología de empleado público, un 53,31 % es personal funcionario de carrera, un 22,35 % es personal laboral y el resto (personal funcionario interino, personal eventual y otro personal) representa un 24,34 %. Es en la Administración General del Estado donde claramente predomina el personal funcionario de carrera, con un 81,13 % sobre el total, frente a un 51,83 % en las comunidades autónomas y un 32,71 % en la Administración Local, donde la tipología dominante es la de personal laboral. El 9,61 % de los funcionarios trabaja para las Fuerzas Armadas y Cuerpos de Seguridad del Estado y el 0,92 % trabaja para la Administración de Justicia.
En resumen, en números redondos 3 millones de personas son funcionarios. Su economía y su vida, como la del pensionista, están blindadas. Por esa vía no son ni pueden ser propiamente ricos, pero tienen la impagable ventaja de la estabilidad económica que a su vez proporciona una considerable estabilidad psicológica y anímica, que a su vez es garantía de salud mental. Por su parte el número de pensionistas en 2022 asciende a 8,86 millones. En números redondos a estos efectos, 9 millones. Lo que significa que 12 millones de personas, de una población de 47 millones, viven una vida muy diferente que el resto de de población activa no funcionarial ni pensionista. La población activa, a final del año, se situó en 20.184.000 de los que si descontamos los 12 millones anteriores, quedan 8 millones que viven a la espera de que terceras personas les contraten para cualquier empleo o no les despidan de su trabajo.
Total, que en términos generales 8 millones viven a verlas venir y 12 millones viven tranquilas. Más o menos media España vive un tipo de vida muy cercana a las condiciones del socialismo real, y la otra, otra clase de vida entre el ansiedad y la depresión, entre la expectativa y la frustración...
Aquí hace acto de presencia el concepto de mentalidad, un conjunto de opiniones y representaciones mentales propio de una colectividad. De modo que si analizamos los planos sociológico, biológico, etológico y antropológico las tensiones existentes en la sociedad española prescindiendo de los demás: el político, el histórico y el ideológico, se explican mucho más fácilmente las divergencias, las diferencias entre lo vital y lo impostado del pensamiento político y social. Unos viven apegados a la estabilidad que consideran el bien mayor de una sociedad, y los otros, una gran mayoría que ni ha logrado lo que esperaba ni espera lograr ya, viven en un cierto grado de exasperación y de desesperación. Razones por las cuales ni siquiera en una conversación ordinaria cabrán coincidencias significativas entre dos o más interlocutores separados por una de esas dos clases de vida…
Todo lo que a su vez puede conducirnos al reduccionismo pleno: media población española es partidaria de robustecer el Estado y su papel protector de "lo público", y la otra media no sólo no es que no sea partidaria de reforzar lo público, sino que está sólo ansiosa por privatizar hasta el aire que respiramos; y todo para poner en manos el desenvolvimiento económico de la sociedad, no de comerciantes autónomos laboriosos y dignos, sino de individuos generalmente desaprensivos o corruptos al frente de complejas personas jurídicas sin alma.
Datos estos que me parecen fundamentales a la hora de hacer estudios el sociólogo y el analista político, el politólogo sobre la idiosincrasia e intención de voto del electorado, con independencia de las desviaciones y contradicciones proverbiales en este sentido, como el consabido ejemplo del albañil de derechas o de ultraderecha…
Jaime Richart
29 Mayo 2022