—"Hay una tradición eterna, legado de los siglos, la de la ciencia y el arte universales y eternos; he aquí una verdad que hemos dejado morir en nosotros. Tradición, equivale a ‘entrega’, es lo que pasa de uno a otro, un concepto hermano de los de transmisión. Pero lo que pasa queda, porque hay algo que sirve de sustento el perpetuo flujo de las cosas. Un momento es el producto de una serie, serie que lleva en sí, pero no es el mundo un calidoscopio. Para los que sienten la agitación, nada es nuevo bajo el sol, y este es estúpido en la monotonía de los días; para los que viven en la quietud, cada nueva mañana trae una frescura nueva".
—La Humanidad se encuentra hoy en una decisiva y crucial etapa de su historia. El arma nuclear no sólo amenaza con destruir todo lo creado por el hombre a lo largo de siglos, sino también al propio ser humano, incluso, la vida en la Tierra. En la era nuclear la Humanidad debe elaborar una nueva mentalidad política, una nueva concepción del mundo que dé garantías firmes de la supervivencia den la Humanidad. El hombre quiere vivir en un mundo más seguro y más justo. La Humanidad es digna de mejor suerte que la de ser rehén del horror nuclear y la desesperación. Es preciso cambiar la situación mundial creada y erigir un mundo libre del arma nuclear, libre de la violencia y el odio, del miedo y los recelos.
El mundo heredado por nosotros pertenece a las generaciones presente y futuras, y esto exige que se dé prioridad a los valores humanos generales. Debe reconocerse que cada pueblo y cada ser humano tienen derecho a la vida, a la libertad, a la paz y a desear la felicidad. Es indispensable renunciar al empleo de la fuerza y a la amenaza de emplearla. Debe respetar el derecho de cada pueblo a elegir lo que le convenga: en lo social, lo político, lo ideológico. Debe rechazarse la política tendente a tener supremacía sobre otros. El incremento de los arsenales nucleares y la elaboración de armamentos minan el convencimiento general de que no debe desencadenarse jamás la guerra nuclear y de que en ella no puede haber vencedores.
Millones de hombres, mujeres y niños(as), que conforman la quinta parte de la humanidad, llamamos a los pueblos y a los dirigentes de todos los países a emprender inmediatamente acciones que nos llevan a un mundo sin armas de exterminio masivo, a un mundo sin guerras. En la era nuclear es preciso reestructurar las relaciones internacionales de forma que la cooperación remplace a la confrontación y que las situaciones conflictivas sean resueltas por la vía política de paz y no por medios bélicos.
Los planteamientos leninianos sobre el socialismo, se interpretan de manera muy simplista, disminuyendo con frecuencia su profundidad e importancia teóricas. Esto se refiere a problemas tan importantes como son la propiedad social, las relaciones entre las clases y entre las regiones, la cantidad del trabajo y la del consumo, la producción cooperativa, los métodos de gestión económica, la democracia y el autogobierno, la lucha contra el burocratismo, la esencia revolucionaria y transformadora de la ideología socialista, los principios de la enseñanza y la educación, las garantías de un sano desarrollo del pueblo.
La no violencia debe ser la base de la vida en la comunidad humana. La filosofía y la política asentadas en la violencia y el temor, en la desigualdad y la opresión, en la discriminación racial y religiosa o por el color de la piel, son amorales e inadmisibles. Ellas aportan el espíritu de la intransigencia, tan dañina para los excelsos anhelos de la Humanidad, y niegan todos los valores humanos. La desconfianza, el miedo y los recelos entre los países y entre los pueblos deforman la percepción del mundo real, engendran la tensión y, al fin y al cabo, perjudican a toda la comunidad internacional.
¡La Lucha sigue!